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OPINIÓN/ El Estado, el burócrata, por encima de los mercados y el sector privado

(El Montonero).- Las corrientes de izquierda, socialistas y progresistas en general han ensayado diversos caminos hacia el poder. El más conocido es la ruta leninista del asalto y la toma del Estado, que ha sido rechazado por la mayoría de las sociedades del planeta. El otro es el llamado camino socialdemócrata que, a través de las elecciones y la institucionalidad, avanza hacia una mayor intervención del Estado a través del modelo de Estado de bienestar que floreció en Europa durante la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, existe un camino que no necesita de ganar elecciones ni manejar ejecutivos y congresos, porque prioriza y se focaliza en la narrativa, en la construcción de sentidos comunes en la sociedad que empujan hacia una mayor intervención del Estado.

El Estado, el burócrata, por encima de los mercados y el sector privado

De alguna manera es lo que ha sucedido en el Perú –sobre todo en las últimas dos décadas– y casi en todos los países de Hispanoamérica. En diversos rankings del mundo el país está considerado entre los diez más burocráticos del planeta, con una cantidad de sobrerregulaciones, procedimientos y oficinas que, simplemente, han aplastado las iniciativas de la sociedad, del sector privado y de los ciudadanos. Hoy, sin lugar a duda, la burocratización del Estado es la principal fuente de pobreza y de informalidad. ¿Por qué? Las sobrerregulaciones estatales bloquean inversiones en minería, agroexportaciones, pesca, turismo y otros sectores. E igualmente alejan a las pequeñas unidades de la formalidad por el excesivo costo de la legalidad.

El Estado peruano –a través del gobierno central, los gobiernos regionales, los municipios y las empresas estatales– consume un tercio del PBI nacional, que sobrepasa los US$ 260,000 millones. Sin embargo, no ofrece servicios mínimos en seguridad y justicia. Las regiones más pobres del Perú, entre ellas Cajamarca y Puno, tienen más de 80% de informalidad y los mayores déficits en agua potable, alcantarillado, escuelas, postas médicas y otras infraestructuras básicas. En otras palabras, sobran recursos, pero no hay servicios.

El camino de la burocratización del Perú y de la mayoría de los países latinoamericanos no proviene de un triunfo electoral sino del triunfo de la narrativa y del relato. Las oenegés anticapitalistas han logrado desarrollar fábulas e historias que se han impuesto en la sociedad y han empujado a los políticos y los actores públicos hacia la burocratización del Estado.

Por ejemplo, la narrativa acerca de que la minería moderna era una amenaza a los recursos hídricos para el consumo humano y la agricultura impulsó a crear el Ministerio de Ambiente –una entidad sin justificación técnica– y a incrementar las regulaciones en minería de 15 procedimientos a más de 215. ¿Qué inversión minera puede ser posible en este contexto? Asimismo, las fábulas en contra de la agroexportación –sobre todo con respecto a los avances de la formalización del empleo– llevó a derogar la Ley de Promoción Agraria, Ley 27360, una de las mejores leyes económicas de la historia republicana. De la misma manera las narrativas sobre amenazas a la biomasa pesquera llevaron a prohibir la pesca industrial de la milla 3 a la milla 5. Según Imarpe, por ejemplo, la biomasa de anchoveta permanece en 10 millones de toneladas métricas en promedio, incluyendo las millas 3 y 5. El cuento buscaba restarle productividad a la industria pesquera y favorecer a nuestros competidores.

En la burocratización del Estado, pues, todo es narrativa en contra de la inversión privada. Bajo esta estrategia se ha creado un Estado con 19 ministerios –la mitad de ellos no tiene justificación– que se devora los recursos fiscales en burocracia y oficinas. Al margen de que las columnas del modelo económico permanezcan en pie, en este contexto de burocratización extrema del Estado, tarde o temprano, iba a aparecer el fenómeno del déficit fiscal. Y así ha comenzado a suceder.

Ante la burocratización y el déficit el Perú tiene dos caminos: o utilizamos la motosierra de Javier Milei y eliminamos la mitad de los ministerios y burocracia cancelando todas las sobrerregulaciones o seguimos engordando el Estado a costa del sector privado.

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