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OPINIÓN/ El turismo peruano y latinoamericano

Escribe: Eco. José Soto Lazo

 

El Perú debe ir más allá de sus íconos tradicionales. Es momento de ofrecer experiencias que combinen historia, naturaleza, aventura y sostenibilidad.

Pese al complejo contexto político, económico y social que enfrenta el Perú, el país aún camina hacia un futuro turístico prometedor. Para lograrlo, debe apostar por un modelo basado en la autenticidad, la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental. De otra manera, ignorar los desafíos actuales sería construir castillos en el aire.

El turismo ha sido, históricamente, uno de los pilares de la economía peruana, gracias a su riqueza cultural y natural. Destinos emblemáticos como Machu Picchu, la Amazonía, Cusco o Arequipa han cautivado a millones de turistas. No obstante, crisis como la pandemia, el cambio climático y la inestabilidad política exigen repensar el modelo turístico utilizado.

Hoy, como sucede en otros países de la región, el Perú necesita una transformación profunda. Costa Rica destaca por su turismo sostenible; Colombia ha sabido integrar ecoturismo y cultura en su narrativa turística. Estos casos demuestran que un enfoque territorial, participativo y diversificado puede renovar y fortalecer la actividad turística,

El Perú debe ir más allá de sus íconos tradicionales. Es momento de ofrecer experiencias que combinen historia, naturaleza, aventura y sostenibilidad. El turismo comunitario —como en Ecuador permite empoderar a las poblaciones locales y brindar vivencias auténticas. Asimismo, la conservación ambiental debe ser una prioridad: destinos como la Cordillera Huayhuash o la Reserva Pacaya Samiria tienen el potencial de acoger un ecoturismo de bajo impacto, siguiendo ejemplos como la Patagonia chilena.

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La tecnología será clave en esta transformación. Argentina ya utiliza realidad aumentada en museos, y México gestiona digitalmente los flujos turísticos en sitios arqueológicos. El Perú debe incorporar herramientas como big data, inteligencia artificial y plataformas digitales para modernizar su oferta y responder a un viajero más informado, consciente y exigente.

El turismo vivencial seguirá en ascenso. Las comunidades andinas y amazónicas están llamadas a compartir su sabiduría ancestral desde el arte textil hasta prácticas agroecológicas tal como ocurre ya en el Lago Titicaca boliviano o entre las comunidades mapuches de Chile.

También es fundamental diversificar geográficamente la actividad turística. Regiones como la costa norte, la sierra central o los corredores del café y cacao en la Amazonía tienen un enorme potencial. Ejemplos exitosos como el Eje Cafetero en Colombia o las rutas del vino en Argentina muestran el camino. Esto permitirá descongestionar destinos saturados y fomentar un desarrollo más equitativo.

Nuestra reconocida y diversa gastronomía es otro gran activo. Las rutas del café en Junín o del cacao en Cusco podrían emular el éxito del turismo culinario en São Paulo o el enoturismo brasileño. Las fusiones innovadoras y el uso de superalimentos posicionan al Perú como un destino gourmet de clase mundial.

 

Persisten retos importantes: mejorar la conectividad aérea, profesionalizar los servicios rurales, elevar los estándares de calidad y fortalecer la articulación entre el sector público y privado. Sin embargo, con visión estratégica, liderazgo y compromiso, el Perú puede consolidarse como un referente global en turismo ético y sostenible.

Preservar nuestra identidad milenaria, mientras respondemos a las demandas del nuevo viajero global, será clave. Con un enfoque innovador e integrador, el Perú no solo mantendrá su atractivo: puede convertirse en uno de los destinos sostenibles más admirados de América Latina.

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