El triunfo de un alcalde islámico y colectivista en Nueva York
Durante la campaña electoral de Bill Clinton en contra de George H. W. Bush (padre) se popularizó la frase ¡es la economía, estúpido! para llamar la atención del elector. Hoy, luego del triunfo de Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York, declarando su condición de creyente islámico, liderando una cruzada antisemítica en contra del Estado de Israel, y proponiendo la congelación de los alquileres, el subsidio generalizado del transporte público sobre la base de un aumento de impuesto a los más ricos, parafraseando la señalada frase, habría que decir ¡es la guerra cultural, estúpido!
¿Por qué estamos ante la enorme cordillera de la guerra cultural? Antes, en las mejores escuelas de economía se solía sostener que cuando una sociedad llegaba a un determinado nivel de ingreso per cápita se volvía imposible que los países se equivocaran virando hacia el colectivismo. Si Mandani implementa su plan fiscal, entonces, el temido error habrá sucedido en Nueva York, todavía la capital del capitalismo y del sistema financiero del mundo. La economía de la Gran Manzana es la tercera de Estados Unidos y la octava del mundo, con más de US$ 2.3 billones.
Algo parecido ha sucedido con California, todavía la primera economía de la unión americana y la cuarta del mundo. El declive es una tendencia en todos los estados controlados por el Partido Demócrata, hoy influenciado por el llamado socialismo democrático y las corrientes neomarxistas. En California las reformas colectivistas e intervencionistas de los demócratas –que empezaron desde la segunda década del nuevo milenio– están convirtiendo a Silicon Valley, el vientre de las Big Techs en el planeta, en un verdadero fantasma.
En el 2013 el gobernador de Texas de entonces, Rick Perry, sostuvo que había escuchado que formar una empresa en California era imposible por la burocracia y la intervención estatal demócrata y alentó a todas las empresas a trasladarse al estado de la estrella solitaria. Un año después Toyota comenzó su emigración a Texas, luego el imperio corporativo de Elon Musk, entre otras multinacionales de tecnologías de punta, y recientemente lo acaba de hacer la poderosa Meta (en total más de 300 gigantes ya están en Texas). El triunfo de Mamdani ha permitido conocer que la corporación J.P. Morgan, tradicionalmente emplazada en la Gran Manzana, contrata al más de 60% de sus empleados en Texas.
El socialismo y las corrientes predominantes del neomarxismo en las principales universidades estadounidenses, pues, tienen efectos devastadores en los estados de la unión americana al margen de que ellos cuenten con los PBI per cápita más altos del planeta y representen a las sociedades con el bienestar más alto del mundo.
El antisemitismo que contemplamos en las universidades estadounidenses y occidentales, durante la guerra de defensa del Estado de Israel en Gaza, luego de la masacre de Hamas del 7 de octubre en poblados civiles israelíes, es una reacción que no se conocía desde los tiempos previos al Holocausto nazi. Y si a estos hechos le sumamos lo que sucede en Europa en donde las comunidades islámicas construyen verdaderas zonas liberadas dentro de los estados de derecho de las naciones del Atlántico Norte, zonas liberadas en donde no rigen las constituciones ni las leyes civiles, sino la Sharia, entonces, ¿qué sucede en Occidente?
E igualmente, si los milagros económicos de Chile y Perú en América Latina, luego de décadas de crecimiento y de reducción de pobreza, caen bajo el control de gobiernos comunistas, colectivistas y progresistas, ¿por qué los enemigos de las democracias occidentales avanzan en las sociedades donde más prospera el capitalismo? La respuesta parece evidente: en las sociedades occidentales se han producido verdaderas revoluciones culturales sin necesidad de que exista un partido único y los guardias rojos de la Revolución Cultural China que perseguían “a los profesores conservadores y a los representantes del pasado burgués”.
Esa revolución cultural en las últimas décadas ha quebrado el sistema bipartidista en los Estados Unidos y las corrientes neomarxistas han tomado el control del Partido Demócrata sin que el ala tradicional demócrata (sobre todo de la vieja escuela de los Kennedy) pueda recuperar la conducción todavía. En este contexto de guerra cultural ha surgido Donald Trump como una reacción que, sin lugar a dudas, seguirá creciendo si Mamdani aplica su programa fiscal.
A nuestros wokistas y progresistas de la región, que suelen reducir la guerra cultural a los temas planteados por los sectores religiosos, habría que decirles, entonces, ¡es la guerra cultural, estúpido! La gente no solo se alimenta de pan, sino también de ideas, narrativas y fábulas. Allí estamos.