Lo cierto y real es que, en un acto de realpolitik, dos de las principales potencias mundiales se han sentado a negociar una paz que seguramente sacará urticaria
Al parecer será Donald Trump quien finalmente termine con la guerra entre Ucrania y Rusia. Así, el payaso (comediante de oficio, por si acaso) del presidente ucraniano Volodomir Zelensky dejará de ser apoyado por la OTAN, alianza militar que reúne a varios países europeos y los Estados Unidos de América, entidad además sostenida y financiada paradójicamente por… el mismísimo gobierno del Tío Sam. Hoy, el presidente Trump está en conversaciones directas para lograr un acuerdo de paz con el líder ruso Vladimir Putin y con ello conseguir el cese de hostilidades. Si bien el costo de esta paz será seguramente que Ucrania pierda parte de su territorio (mayoritariamente ligado históricamente a Rusia por lo demás), esta parece ser una mucha mejor opción (NO existe la “solución ideal”) que continuar una guerra desgastante que amenazaba encima con escalar a otros escenarios. Lo cierto y real es que, en un acto de realpolitik, dos de las principales potencias mundiales se han sentado a negociar una paz que seguramente sacará urticaria en la izquierda y el progresismo mundial, para quienes tanto Trump como Putin son las personificaciones del diablo.
En todo caso, siempre nos pareció que esa guerra, que comenzó con una incuestionable invasión rusa a Ucrania, obedeció en cierta manera a una respuesta del régimen de Putin ante el acorralamiento y el avance incontenible de OTAN (con la permanente incorporación de países tradicionalmente neutrales a su seno), siendo la gota que colmó el vaso, la intención de adherir a dicha alianza militar a países que han servido -y sirven- de Estados “amortiguadores” entre Occidente y Rusia (Bielorrusia y la propia Ucrania). Lo cierto y real es que Occidente, desatendiendo la prudencia demostrada por sus lideres históricos (Gorbachov, Reagan y Thatcher ente otros) luego la desintegración del bloque comunista a finales del siglo pasado, ha venido incrementando la cantidad de países en la OTAN, alianza militar que no tiene razón de existir, habida cuenta de la desactivación de su contraparte: el Pacto de Varsovia, alianza militar creada por el bloque de los desaparecidos países comunistas. Queda meridianamente claro que a Trump NO le interesa seguir gastando dinero de sus contribuyentes en este tipo de aventuras…y militares encima.
No deja de ser curioso y contradictorio que se reclame a los norteamericano no se metan en asuntos de otros países, pero bien que la izquierda, el progresismo mundial y cierta derechita cobarde aplaude cuando la primera potencia mundial militar interviene apoyando económicamente y militarmente zonas donde sí les parece que EEUU oficie de “policía mundial”. Trump; decidido a velar por los intereses de su país -finalmente ha sido elegido por el mismísimo pueblo norteamericano, no por el mundo- viene demostrando un pragmatismo que persigue beneficiar a su país, luego del marcado debilitamiento de la primera potencia mundial por gobiernos nefastos e incapaces. Ojalá continuemos viendo el final de tantos organismos supranacionales obedientes a políticas y directivas que pretenden sojuzgar a los Estados para imponer sus intereses particulares y globalistas en detrimento de las soberanías de los países.