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OPINIÓN/ Islas de modernidad versus falta de total de Estado

(El Montonero).- La noticia acerca de que el nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez estará en operaciones el próximo 30 de marzo ha causado dos impresiones encontradas, tanto entre peruanos como en el mundo. Por un lado, se inaugurará el terminal aéreo más moderno de Sudamérica, con arquitecturas y tecnologías que no tienen nada que envidiar a otros terminales europeos, como los de Frankfurt, París, Zúrich y Ámsterdam; el nuevo aeropuerto que movilizará alrededor de 80,000 pasajeros diarios y con una inversión de más de US$ 2,400 millones sobre una extensión de 900 hectáreas (semejante al distrito de Miraflores).

Sin puentes ni infraestructuras para el Jorge Chávez y el puerto de Chancay

Sin embargo, por otro lado, se conoció que no hay entradas ni salidas modernas al terminal aéreo por única responsabilidad del Estado: no se ha construido el puente Santa Rosa para conectar con el terminal aéreo y los pasajeros que lleguen al Jorge Chávez se estrellarán contra las riberas del Rímac repletos de basura y barrios populares carentes de servicios en donde la miseria y la falta de Estado saltarán al primer golpe de vista.

Si a la paradójica noticia de la inauguración del nuevo aeropuerto Jorge Chávez le sumamos la información sobre la caída de un puente en Chancay –en el kilómetro 75 de la Panamericana Norte–, que dejó un saldo de dos muertos y 38 heridos, es evidente que en el país hay falta de puentes o se caen por falta de mantenimiento. Pero si recordamos que el puente caído conectaba con el megapuerto de Chancay –con una inversión de US$ 3,500 millones–, que debe convertirse en un hub portuario que enlace las costas del Pacífico con las del Atlántico para desarrollar el comercio con la zona del Asia Pacífico, es evidente que la ausencia de un Estado en medio de islas de modernidad se vuelve una verdad incuestionable.

De alguna manera el modelo económico y social del Perú, sobre todo en la última década, ha tenido esa nota distintiva: islas de modernidad y progreso rodeadas de pobreza y atraso de varios siglos. Por ejemplo, inversiones de alrededor US$ 60,000 millones en minería; de más de US$ 20,000 millones en agroexportaciones; de cerca de US$ 6,000 millones en el nuevo Jorge Chávez y el megapuerto de Chancay; inversiones que no solo captaron grandes capitales, sino también las tecnologías e infraestructuras más avanzadas del planeta. Sin embargo, todas estas inversiones y avances tecnológicos han estado rodeados de sociedades en pobreza y carentes de servicios, situación que revela la absoluta ausencia del Estado.

El gran problema de esta situación es que posibilita que las propuestas demagógicas y populistas del progresismo, del neocomunismo y de los proyectos bolivarianos desarrollen argumentos demagógicos y populistas. En vez de sostener que los problemas del Perú residen en el Estado, los demagogos sostendrán que todo tiene que ver con el modelo económico y el régimen económico de la Constitución que impide, por ejemplo, la actividad empresarial del Estado.

En vez de cuestionar al Estado que no construye puentes, que no construye carreteras, escuelas y sistemas de agua y desagüe en las regiones mineras; que no entrega títulos de propiedad y desarrolla infraestructuras hídricas para más de dos millones de minifundistas en el agro, los demagogos plantearán que el Estado administre el Jorge Chpavez, el puerto de Chancay y estatice las minas y las agroexportaciones del Perú. Es decir, con lo único que ha funcionado y ha salvado al país de la disolución: el sector privado.

Y el Estado peruano de la actualidad es quizá el Estado que cuenta con más recursos fiscales –comparable con el Estado de la prosperidad falaz del guano del siglo XIX– para promover la construcción de las infraestructuras que multipliquen y potencien las inversiones y tecnologías que se desarrollan en las islas de prosperidad.

Las sobrerregulaciones estatales y la multiplicación de oficinas y ministerios han convertido al Estado peruano en el peor enemigo del modelo económico que, no obstante todos los problemas mencionados, no obstante la informalidad de más del 60% de la economía, ha reducido la pobreza como nunca antes en la historia nacional (del 60% de la población a 20% antes de la pandemia).

En la próxima campaña electoral todos los peruanos de buena voluntad, pues, tienen que poner en el banquillo de los acusados al Estado, al Estado burocrático que bloquea inversiones y genera pobreza e informalidad.

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