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OPINIÓN/ La admisión del fracaso

NO ATRACO

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

A estas alturas del partido, derecha, centro e izquierda son más de lo mismo. A pesar de la virulencia con que se discute, poco se hace por admitir la razón del ajeno. Y esto es indispensable para construir una nación.

Veamos por ejemplo qué pasa en Argentina. Javier Milei fue elegido presidente ante el hartazgo de la población frente a la “casta” (gran aporte lexicográfico) y lo que ella representaba: corrupción, latrocinio y estatismo putrefacto. Milei lanzó un mensaje simplón que hizo link con el electorado y llegó a la Casa Rosada, portando ilusión e ignorancia al mismo tiempo. Ilusión de que todo se resolvería reimplantando la economía de libre mercado, reduciendo el Estado y eliminando a la “casta”. Ignorancia absoluta en materia de gestión pública y de conceptos elementales del manejo monetario y cambiario.

La “luna de miel” duró poco más de un año. Tocó fibras sensibles desde el primer día. Chocó con las universidades, con los jubilados y con los discapacitados. Por si fuera poco, pretendió eliminar los fondos asignados a un símbolo de bondad y eficiencia, muy caro a los argentinos: El Hospital Pediátrico Garrahan. La indignación social se hizo presente y se trasladó al Congreso, que dejó de ser la mesa de partes de Milei.

Sus éxitos iniciales en materia de control de la inflación y del tipo de cambio, logrados con base en un préstamo inusual del Fondo Monetario Internacional bajo condición de acumulación de reservas en dólares (lo que no sucedió), se diluyeron rápidamente. En paralelo se postergó el compromiso de pago del SWAP (un tipo de financiamiento distinto y con condiciones especiales) con China hasta abril de 2026, que igual tendrá que honrar. De modo que la deuda sigue y no hay suficientes reservas.

Aplaudieron Milei y Caputo a Julio Velarde cuando los visitó y quisieron copiar el modelo de la “flotación sucia” pero no escucharon que, para que ese modelo funcione, es necesario contar con un sólido colchón de divisas, que Argentina no tuvo, no tiene y no tendrá salvo un esfuerzo consistente de un lustro o una década. Improvisaron y fracasaron.

Es en esta circunstancia que Donald Trump y Scott Bessent (Secretario del Tesoro y ex socio de George Soros) le ofrecieron un salvavidas de 20 mil millones de dólares y eventualmente un SWAP adicional. Aparentemente Milei actuó en la previa en modo de súplica y Luis Caputo, su ministro de Economía, lo sigue haciendo en Washington (incluso los medios le han perdido el rastro). Aún no se conoce el final de este episodio ni las condiciones que podría suponer.

En paralelo se produjo el escándalo de Libra (la moneda digital que Milei auspició) que permitió que unos pocos se forren a costa de cientos de damnificados. Luego vino la denuncia contra Karina Milei por una presunta cutra del 3% de la facturación de medicamentos para discapacitados comprados por el gobierno. Y ahora último se confirmó que José Luis Espert, el candidato de La Libertad Avanza que encabeza(ba) la lista parlamentaria para la Provincia de Buenos Aires, recibió dineros del narcotráfico para su incursión política en 2019. La aureola de honestidad que enarbolaba Milei se deshizo completamente. Por eso perdió las elecciones federales en Buenos Aires, el 7 de setiembre, por 14 puntos y ahora vienen, en dos semanas más, las elecciones parlamentarias de medio término que parece confirmarán la debacle del gobierno libertario.

Agustín Laje, el teólogo de la “batalla cultural”, que se subió al carro de Milei cuando se olfateaba su victoria, ahora le pide autocrítica y comienza a desmarcarse del desequilibrio del Peluca.

Ante esta crisis evidente, Milei decidió dar un concierto de rock en el Movistar Arena de la capital argentina. Y fue el único que se tomó en serio el asunto (con ensayos y demás) mientras Argentina padecía. Parece que no recuerda lo que le sucedió a Abdalá Bucaram por hacer lo mismo en Ecuador en 1997, año en el que fue destituido.

La política, se sabe desde Aristóteles, es el arte de lo posible, no es un discurso inviable. Las posturas inflexibles tienden a fracasar cuando esto no se entiende.

Admitir el fracaso y, aún mejor, eludirlo mediante la articulación de fuerzas diversas, es un signo de sabiduría y no de derrota. La política exige aproximaciones sucesivas de los que piensen de modo similar cuando menos en algunas cosas. Y nunca es tarde para lograrlo. Gobiernos de coalición amplia, gabinetes de ancha base o pactos a mediano plazo, entre otras, son herramientas conocidas y eficaces. La confrontación sólo conduce a la dispersión y a la negación de la unidad nacional.

He usado el caso argentino porque nos puede ser útil. En el Perú tenemos una presidente que no se cansa de meter la pata, un Congreso que no se agota de incurrir en los peores excesos, un Poder Judicial fracturado que puede arriesgar cualquier resultado y un Ministerio Público cual monstruo de tres cabezas en trance de agonía.

Entonces sería bueno buscar un Acuerdo de Salvación Nacional que, en primer lugar, defina las acciones en pro de la seguridad ciudadana; en segundo lugar, garantice las políticas de crecimiento económico y de generación de empleo y en tercer lugar, eleve la calidad de los servicios básicos, incluidas educación, salud e infraestructura. Un pacto como éste, que debería ser firmado en Ancón o en Tacna, en señal de recuperación nacional, tendrá que ser explícito y diáfano para que el país se sienta expresado en él.

Eso, con Dina Boluarte, es imposible. Parece que su alacena neuronal nunca estuvo llena o que el stock se hubiera agotado temprano. Lo que natura no da, Palacio no presta. Goethe dijo alguna vez: “Ama tu límite”. Con Dina no hay forma, ella cree que es una gobernante notable y alucina al tiempo que dice y hace sandeces recurrentes.

La posta la tienen que tomar los candidatos representativos con afán de construir una nación. De este modo la sobrepoblación de opciones electorales no será el desastre que hoy se avizora, sino el encuentro de unidad en la diversidad que tan urgentemente necesitamos.

Que así sea.

4 comentarios en «OPINIÓN/ La admisión del fracaso»

  • Coincido con tu análisis, solo lo matizaria calificando lo como un viejo y poco cómico de aquel antiguo programa Risas y Salsa. Sostengo todos los días cuando converso sobre el tema que se perdió el HONOR, el único precepto que existe es «cuánto es pa mi bolsillo». Cuando se pierde el HONOR perdimos todo, la presidente, los mandriles del congreso, la policía, etc y todos los que se olvidaran de conjugar el HONOR en sus vidas. Un abrazo

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    • Es cierto, HONOR es incluso una palabra olvidada en las nuevas generaciones, yo mismo, que soy de las viejas, no la tenía a la mano. Te agradezco recordármelo. Quizá si le añadimos RESPETO el kit comunicacional esté completo. Un gran abrazo

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  • Dina tiene carencias neuronales y carencias morales, en realidad ausencias morales. La priimera mujer presidente de pacotilla del Perú.

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    • Así es como acabó con pena y sin gloria, veamos qué pasa ahora

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