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OPINIÓN/ La ley y el orden

Escribe: Ricardo León Dueñas

 

Hoy, el Perú resulta el escenario ideal para que prosperen muy lucrativos negocios criminales ante la vista y paciencia de un Estado tan ineficiente como pasmado

Nadie discute que tenemos un gobierno débil, mediocre y errático, uno a merced de un Congreso ultra, archi, hiper fraccionado que lo apoya coyunturalmente y acorde a sus intereses políticos. En este escenario dantesco, no sorprende que mafias transnacionales hayan puesto su puntería en nuestro país.

Hoy, el Perú resulta el escenario ideal para que prosperen muy lucrativos negocios criminales ante la vista y paciencia de un Estado tan ineficiente como pasmado. Pero, ¿podemos cargarle las tintas de todo este desmadre que sufrimos los peruanos día a día a este gobierno y al Congreso? ¿O de pronto tendríamos que hurgar un poco en nuestra historia reciente para desentrañar cómo así hemos llegado a esta situación?

¿No hemos sufrido un constante y muy efectivo proceso de desinstitucionalización, acompañado de un perverso manejo político de la justicia, con Vizcarra a la cabeza? ¿Con un Ministerio Público y un Poder Judicial enfocados en perseguir a los enemigos políticos de los gobiernos de turno en vez de ir tras bandas criminales de verdad y no en ficticias “organizaciones criminales” políticas? ¿No hemos tenido acaso a fiscales y jueces -estrellas mediáticas, por cierto- que se vanagloriaban de prisiones preventivas a políticos y a cuanto personaje les fuera incómodo?

¿No viene siendo la policía maltratada por una cofradía progre/caviar que le ha quitado todo poder a través de sus perversas ONG pro derechos humanos, esas que han logrado debilitar con éxito a las fuerzas del orden?  ¿No fue el gobierno de Sagasti el que descabezó como le dio la gana a la policía, pasando a retiro a ¡18 generales! para poner al mando de la institución a quien le sirviera a sus intereses?

¿No son estos hechos los que han contribuido a desmoralizar a quienes deben protegernos? Tampoco podemos obviar el hecho de que jueces no solo liberan a peligrosos delincuentes, sino que apresan a policías que abaten criminales en el cumplimiento de su deber. Entonces, ¿de qué podemos quejarnos ahora?

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