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OPINIÓN: La salud mental. Una deuda pendiente en el Perú

Escribe: Vanessa Noriega

Psicóloga

La pregunta que deberíamos hacernos es simple pero urgente: ¿Hasta cuándo vamos a normalizar este silencio?

A lo largo de mi experiencia como psicóloga, he tenido la oportunidad de acompañar a personas, familias y comunidades en momentos muy distintos de sus vidas. He visto cómo, detrás de una sonrisa, muchas veces se esconde la ansiedad, la tristeza o el peso de heridas que nunca se hablaron y menos se sanaron. Por eso escribo estas líneas no solo como profesional de la salud, sino también como una peruana que ama a su gente y siente la necesidad de decir en voz alta lo que muchos callan: la salud mental sigue siendo una deuda pendiente en nuestro país.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que una de cada cuatro personas tendrá algún trastorno mental en algún momento de su vida. En nuestro país, este panorama es aún más duro por factores que conocemos muy bien: la violencia cotidiana, la desigualdad, la precariedad laboral y la falta de oportunidades. No son solo estadísticas, son historias reales. Jóvenes que no ven futuro en el Perú, madres que cargan con la crianza en soledad, adultos que viven bajo presión constante y niños que crecen sin un entorno familiar seguro. Todos ellos conviven con emociones intensas que, sin atención, se transforman en heridas invisibles que afectan su vida diaria.

Lo más doloroso es que el acceso a un psicólogo sigue siendo para pocos. Una sesión puede costar más de lo que una familia gana en un día, y eso hace que muchos decidan callar y cargar en silencio. Aún más, todavía persiste el estigma de creer que “Ir al psicólogo es solo para locos”. Esa creencia nos ha hecho perder tiempo valioso y ha prolongado el sufrimiento de miles de peruanos.

La pregunta que deberíamos hacernos es simple pero urgente: ¿Hasta cuándo vamos a normalizar este silencio? Los psicólogos estamos preparados y dispuestos a acompañar a la ciudadanía en general, desde los colegios, las comunidades y los centros de salud. Pero necesitamos un Estado que entienda que la salud mental no es un gasto, sino una inversión en el futuro del país, es una necesidad pública impostergable.

Las municipalidades podrían marcar muy bien la diferencia si crearan programas permanentes de prevención y atención accesible para sus vecinos. No hablamos de campañas momentáneas, sino de redes estables que brinden orientación y apoyo emocional a cada residente del distrito. Porque un pueblo emocionalmente sano es más productivo, menos violento y, sobre todo, más humano.

Quiero dejar un mensaje claro “Cuidar nuestra mente es cuidar al Perú. No se trata de un lujo ni de un tema secundario, sino de la base para construir un país más fuerte y justo. Si empezamos a mirar la salud mental con el valor que merece, estaremos dando el primer paso hacia una sociedad más compasiva y esperanzadora, pero sobre todo justa y solidaria.

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