Cualquier comentario de cualquier índole en una reunión privada y fuera de toda dependencia pública, lugar público o vía pública es un DERECHO a la libertad de expresión y pensamiento, ya sea este de mal gusto o retrógrado
Se ha desatado la indignación woke-caviar, seguida de sendos comunicados de la PUCP, a raíz de una broma desatinada y de mal gusto en un cumpleaños celebrado en una residencia privada por alumnos de esa universidad. La broma de mal gusto fue por supuesto subrepticiamente grabada por un celular de alguno de los asistentes y transmitida en las redes sociales. El tema era una burla a la muerte del ciudadano negro norteamericano George Floyd, quien falleció a raíz de una intervención policial violenta y desproporcionada por parte de la policía que terminó ahogándolo. Hasta el Ministerio de Cultura no ha tenido mejor idea que presentar una denuncia penal a la fiscalía por actos racistas.
¿Qué es esto? ¿La Stassi? Cualquier comentario de cualquier índole en una reunión privada y fuera de toda dependencia pública, lugar público o vía pública es un DERECHO a la libertad de expresión y pensamiento, ya sea este de mal gusto o retrógrado. La Stassi era la policía política de la extinta Alemania oriental y tenía pinchados los teléfonos de TODOS sus ciudadanos. Así entraban en sus casas para saber lo que pensaban, decían, cuáles eran sus costumbres y su predisposición al régimen comunista de Erich Honecker.
Un amigo muy liberal y sardónico me dijo muy seriamente que la próxima vez que se hiciera una reunión en su casa iba a pedirle a los invitados que dejen sus celulares en una bandeja de plata. ¿Hasta eso tendremos que llegar? Ni la PUCP ni el Mincul tienen ningún derecho a inmiscuirse ni a dar pautas de comportamiento a nadie que exprese sus opiniones, por más desatinadas que fueran, dentro del recinto de su hogar y en un ámbito privado. Los concernidos tampoco tienen ninguna obligación de disculparse con George Floyd, sus parientes o la comunidad universitaria o de culturosos del Mincul. Menos aún de darle ninguna explicación a la fiscalía.
Este tema de grabar por lo bajo a amigos, jefes o compañeros de trabajo es una práctica repugnante y totalitaria, más si tiene eco positivo en la sociedad. Un caso que me irrita e indigna es el de un sujeto de malas trazas apodado «culebra«. Este individuo le tiende una celada a su amigo y abogado el ministro del Interior para que le suelte la lengua y aprovechar lo que dice en su contra. Cuando en el Congreso al desagradable sujeto le preguntan por qué lo hizo, responde muy suelto de huesos que porque desde su nombramiento como ministro su amigo «ya no era el mismo».
Esta «culebra» pertenece a la policía política de la fiscalía, la Diviac, brazo operativo del Eficop. Cuando con justa razón el congresista Alex Paredes le pregunta al invertebrado «culebra» si en la Escuela de Oficiales de la PNP les enseñan ese tipo de prácticas no autorizadas por un superior, el abogado del felón se encrespa y afirma que lo importante son los resultados. En resumen, ya nadie está seguro ni con sus amigos ni en su propia casa.