OPINIÓN/ Lo que tiramos en las calles, lo reciclamos en las urnas.
Escribe: Alexandre Ridoutt Agnoli
El cambio empieza hoy: en la casa, en la calle y en las urnas.
Basta con recorrer cualquier distrito, avenida principal o carretera nacional a lo largo y ancho del país para encontrarse con la misma postal vergonzosa: montañas de basura arrojadas sin pudor, vehículos oxidados convertidos en chatarra que ocupan la vía pública por años, y una indiferencia ciudadana que se ha vuelto costumbre nacional.
Esa basura en nuestras calles no es un simple problema de limpieza urbana: es el espejo de la podredumbre política y moral que vivimos a diario. Cada papel o bolsa de desperdicio tirada al suelo simboliza la corrupción tolerada, cada vehículo abandonado es un recordatorio de la ineficiencia enquistada en el Estado. La chatarra que contamina nuestras ciudades es la misma que la incapacidad, ineptitud y corrupción que contamina nuestras instituciones.
El Ministerio Público y el Poder Judicial tratan con indulgencia y lentitud a funcionarios corruptos, congresistas blindados, jueces cómplices y empresarios que día a día saquean al país. La impunidad con la que actúan no es distinta a la impunidad con la que se arroja basura en las calles: todos ven, todos saben, pero nadie hace nada.
No se trata solo de estética urbana, se trata de dignidad nacional. Así como la basura genera plagas, inseguridad y desvalorización de nuestras ciudades, la impunidad genera pobreza, violencia y un Estado incapaz de responder a las necesidades básicas de su población. Cada voto irresponsable que depositamos en las urnas es como botar una bolsa de desechos en plena calle: una acción que degrada, contamina y condena nuestro futuro.
Las ciudades no están sucias porque no se limpien; están sucias porque la gente las ensucia. Y lo mismo pasa con la política: no es el sistema el que corrompe, somos nosotros quienes, con nuestra indiferencia o nuestro voto, permitimos que los corruptos ingresen o se reciclen en el poder. Por eso, cada uno desde su lugar debe comenzar a cuidar su entorno, a denunciar a quienes atentan contra el orden y la limpieza pública, y a levantar la autoestima colectiva que tanta falta nos hace como nación. El cambio empieza en uno mismo, y solo así podrá multiplicarse hacia el resto.
El Perú no merece vivir entre basura, chatarra e impunidad. El Perú merece instituciones limpias, autoridades íntegras y ciudadanos responsables.
Nunca olvidemos esta verdad incómoda:
“No es la política la que convierte a un candidato en ladrón; es tu voto el que convierte a un ladrón en político.”
Más claro ni el agua de mesa Eviam!!!