El informe de la OCDE no es solo un diagnóstico: es una advertencia. El miedo ya es demasiado. Lo que está en juego es la posibilidad misma de vivir en libertad.
Un reciente informe de la OCDE ha confirmado una percepción que atraviesa todas las capas de la sociedad peruana: el Perú es hoy el país más temeroso frente a la criminalidad. Un 75% cree que puede ser asaltado o extorsionado en cualquier momento, y 9 de cada 10 afirma vivir con ansiedad, nerviosismo o afectación emocional constante por la amenaza del delito. No se trata solo de estadísticas: se ha instalado un clima psicológico colectivo que modifica la vida cotidiana, las relaciones sociales y la salud mental.
El miedo ya no es pasajero; Ha colonizado la manera de desplazarnos, de conversar, de trabajar, de educar y hasta de planear el futuro. Calles vacías temprano, comercios enrejados, clases virtuales por temor, barrios amurallados y familias que viven a la defensiva expresan un proceso silencioso de deterioro social. El crimen impone su propia agenda: determina horarios, altera decisiones económicas y fractura la confianza básica que sostiene la convivencia democrática.
Este liderazgo indeseable revela una falla estructural del Estado. Cuando el miedo se normaliza, la institucionalidad se debilita, las personas ya no sienten que la ley las protege. Y allí aparece un riesgo mayor: la sociedad asediada por el terror cotidiano puede aceptar cualquier oferta autoritaria que prometa orden, aunque sacrifique derechos.
El Perú no puede seguir siendo la victima del miedo. Exige un gobierno que recupere la autoridad legítima, no la fuerza ciega; que combata el crimen organizado con inteligencia, no con improvisación; y que entienda que la seguridad es salud mental, cohesión social y defensa de la dignidad humana. El informe de la OCDE no es solo un diagnóstico: es una advertencia. El miedo ya es demasiado. Lo que está en juego es la posibilidad misma de vivir en libertad.