OPINIÓN/ Protestas en Lima: la violencia no es reclamo, es desestabilización
Escribe: Julio César Valdez Pomareda

Teniente General FAP
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Protestar es un derecho, destruir es un delito. Y mientras las autoridades no investiguen a fondo quién financia estos actos, los mismos grupos seguirán usando la indignación popular como herramienta de guerra política.
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Las recientes marchas registradas en Lima, supuestamente impulsadas por transportistas víctimas de la extorsión, terminaron convirtiéndose en un violento espectáculo de barbarie. Las imágenes son contundentes y no dejan espacio a interpretaciones ingenuas; encapuchados lanzando proyectiles caseros, grupos organizados atacando a la Policía Nacional con bombardas, palos y piedras, y una bomba molotov que dejó gravemente herido a un efectivo que solo cumplía con su deber.
¿Desde cuándo una protesta por justicia se convierte en un campo de batalla? ¿Desde cuándo el reclamo legítimo se mancha con el fuego del vandalismo? La respuesta parece clara: esto no fue un reclamo social, fue una operación política y criminal cuidadosamente planificada.
Estos hechos demuestran que lo ocurrido no fue una simple manifestación ciudadana. Detrás del reclamo se esconden fuerzas políticas, económicas e ideológicas que buscan generar caos y deslegitimar al gobierno de Dina Boluarte, aprovechando cualquier chispa de descontento social para incendiar el País.
No se reclamaba justicia. Se buscaba desestabilizar. Se atacaba al Estado, se gritaban consignas políticas y se pedían “muertos” para incendiar la pradera.
El disfraz del reclamo social
Los verdaderos transportistas, aquellos que trabajan día y noche enfrentando el caos de la informalidad y las mafias de la extorsión, no son quienes lanzan bombas molotov ni se cubren el rostro para destruir. Detrás de estas movilizaciones se mueven intereses que nada tienen que ver con la justicia ni con el pueblo.
Vimos banderas rojas, consignas contra el gobierno de Dina Boluarte y hasta vivas en favor de la cuestionada ex fiscal de la Nación, Delia Espinoza, símbolo de un sector que busca politizar la justicia y mantener la impunidad de ciertas redes ideológicas.
Todo indica que en las protestas se infiltraron grupos radicales, algunos vinculados al extremismo de izquierda y movimientos que aún no superan la derrota política de Pedro Castillo, que solo buscan incendiar las calles para desestabilizar al país.
¿Quién financia la violencia?

