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OPINIÓN/ Rodrigo Paz vs. Jorge Quiroga: el fin del ciclo del MAS y la nueva relación Perú–Bolivia

Escribe: Carlos Jaico

 

La transición boliviana no debe entenderse solo como la disputa entre los candidatos Paz y Quiroga, sino como un espacio político donde se redefine el lugar de Bolivia en América Latina

Las elecciones bolivianas de 2025 marcan mucho más que una contienda electoral entre Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano (31,7%), y Jorge “Tuto” Quiroga (27%). La segunda vuelta del 19 de octubre simboliza la clausura de un ciclo histórico: más de dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS). No se trata únicamente de la caída de un partido, sino del ocaso de un proyecto político que en su origen encarnó la esperanza indígena, pero que terminó erosionado por el desgaste del poder, la rigidez de un modelo rentista y la crisis de legitimidad.

Este proceso puede leerse bajo la lógica del “fin de ciclo”. El MAS lo llegó al poder en 2006, bajo Evo Morales, al articular la narrativa del “Estado plurinacional” con la renta de los hidrocarburos que financiaba redistribución y precaria estabilidad. Sin embargo, esta hegemonía comenzó a ver su desgaste cuando los recursos empezaron a agotarse, probando la fragilidad del modelo Social Comunitario Productivo.

Ese tránsito se evidenció en 2019, con la crisis de reelección indefinida de Evo Morales que vino a fracturar el consenso social. Luego en julio último, el Tribunal Constitucional Plurinacional declaró inconstitucional la reelección continua o discontinua, inhabilitándolo para ser candidato con carácter definitivo. Siguió el gobierno de Luis Arce, que ya no pudo sostener el modelo económico terminando con estas cifras lapidarias: inflación interanual de 12% en 2025, con proyecciones del FMI de 15,1% para este año y 15,8% para 2026; un PIB con crecimiento marginal de 1,1% en 2025 y apenas 0,9% en 2026; un déficit público superior al 9% del PIB; deuda entre el 84% y el 98% del PIB; y reservas internacionales netas reducidas a USD 2,807 millones.

Estos números expresan no solo una coyuntura económica crítica, sino el agotamiento de un modelo de acumulación basado en la renta extractiva. Así, la segunda vuelta entre Paz y Quiroga emerge con claros signos de liberalización económica y de reinserción internacional.

El fin de ciclo del MAS abre la posibilidad de una relación bilateral menos ideologizada y más pragmática, centrada en proyectos económicos y geopolíticos de alcance regional. Entre los más relevantes se encuentran la interconexión gasífera y eléctrica, la cual puede constituir un pilar de seguridad energética compartida. Asimismo, el Corredor Ferroviario Bioceánico de Integración (CFBIIS) que vendría a unir el puerto de Santos en Brasil con el puerto de Ilo, en Perú, pasando por Bolivia. Este proyecto de infraestructura vendría a reconfigurar las rutas comerciales sudamericanas hacia Asia.

La cooperación binacional, en este sentido, puede leerse como una apuesta por la racionalidad estratégica frente al colapso de un ciclo rentista. Si el MAS encarnó la ilusión de una soberanía económica anclada en el boom de los commodities, la etapa que se abre parece marcada por la necesidad de convergencia y de inserción pragmática en la economía global.

La transición boliviana no debe entenderse solo como la disputa entre los candidatos Paz y Quiroga, sino como un espacio político donde se redefine el lugar de Bolivia en América Latina y su relación con vecinos estratégicos como el Perú, para quien esta coyuntura es también una oportunidad de construir juntos un futuro basado en estabilidad, cooperación y visión estratégica.

Es así que la segunda vuelta del 19 de octubre no es solo un evento electoral. Es la manifestación visible de un necesario cambio de época en el altiplano, cuyo eco repercutirá inevitablemente en Lima.

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