(El Montonero).- Cuando en el Congreso y en algunos sectores del país se fomentan iniciativas que buscan eliminar el aporte privado a la educación nacional, de una u otra manera, se revela que no existe un proyecto educativo nacional entre los actores públicos, más allá de los evidentes alineamientos ideológicos. La ideología antes que un proyecto nacional de educación parece ser la conclusión.
El aporte de los claustros privados al sistema de educación
Semejantes propuestas se quedan en la ideología, porque un tercio de la matrícula en educación básica es provisto por el sector privado, en tanto que los dos tercios restantes por la escuela pública. En la educación superior las cifras están invertidas: dos tercios de la matrícula corresponden a las universidades privadas en tanto que solo un tercio a las universidades públicas. ¿Cómo entonces se puede hablar de eliminar la educación privada del sistema? Es una verdadera locura que solo puede provenir de la ideología antes que de una verdadera reflexión sobre el país.
Si se estatizara el sistema educativo en el país lo mínimo que debería suceder en la educación básica es duplicar o triplicar el presupuesto destinado a la educación. Las sumas se multiplicarían si imaginamos la estatización de la educación superior. El presupuesto para la educación en el 2025 suma cerca de S/ 21,000 millones y el déficit fiscal está descontrolado por el aumento del gasto. En este contexto, imaginar un presupuesto de S/ 40,000 millones parece imposible.
En la propuesta de los sectores que embisten contra el sector privado de la educación, pues, hay pura ideología y nada de realidad. Se pretende igualar a todos los alumnos hacia abajo; es decir, establecer un promedio en que todos reciban la misma educación, sin importar si todo se desploma hacia el abismo luego de la eliminación del sector privado educativo.
A nuestro entender el enfoque debería ser absolutamente distinto a la visión de los sectores estatistas y progresistas. El Estado debería focalizar los escasos recursos –con que suelen contar las sociedades de ingreso medio como la peruana– en los sectores más excluidos de la sociedad, a través de la creación de escuelas y universidades públicas de primer nivel y que, incluso, superen al sector privado en una sana competencia.
Por otro lado, los sectores con ciertos ingresos deberían pagar una parte de la educación de sus hijos de manera proporcional a sus ingresos para permitir que el Estado se focalice en los sectores más necesitados y ellos reciban una educación igual o superior a los mejores colegios privados. La educación en este modelo se convierte en un mecanismo de redistribución social de oportunidades y familias sumidas en pobreza en varias generaciones cambiarán su historia a través de una nueva generación mejor educada.
Algo parecido está sucediendo con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Por ejemplo, antes de permitirse la inversión privada en el sistema universitario, San Marcos tenía alrededor de 45,000 alumnos entre alumnos de pregrado y de posgrado. Luego de cerca de dos décadas de inversión privada, San Marcos y las universidades públicas en general siguen teniendo el mismo número de alumnos porque la demanda de matrícula fue absorbida enteramente por los claustros privados.
Sin embargo, existe una diferencia radical: San Marcos mantiene el mismo número de alumnos desde dos décadas atrás, pero con un presupuesto que se ha multiplicado varias veces. Semejante situación le permite una renovación permanente de su infraestructura, tecnologías y laboratorios, mientras los exámenes de selección de los ingresantes se vuelven más rigurosos. De esta manera San Marcos convoca a los mejores de todos los sectores sociales, sobre todo a los más excluidos que no tienen oportunidad de ingresar a claustros privados.
Como se aprecia con absoluta claridad, los enemigos de la inversión privada en el sistema educativo priorizan la ideología sobre un proyecto nacional y pretenden igualar hacia abajo, ignorando que solo se crea más pobreza y se agrava la situación de quienes ahora padecen este flagelo social.