Últimamente se ha hecho un hábito tomar posición, mientras más rápido mejor. Informarse o reflexionar pareciera una pérdida de tiempo. Usaré un ejemplo para ponerlo en evidencia.
La congresista Heidy Juárez ha presentado un proyecto de ley para que ciertos medicamentos puedan ser vendidos en establecimientos diferentes de las farmacias. Esto ha provocado el inmediato rechazo de las cadenas de farmacias y de los colegios profesionales vinculados al tema. Pareciera que su objeción es razonable y, de hecho, muchas de las personas con las que he conversado, ya tienen una opinión formada al respecto. Se asume que los congresistas están defendiendo algún interés oscuro y que hay que detener sus nefandas intenciones.
La mayoría de los congresistas se ha ganado a pulso el máximo desprestigio y carezco de interés en defender a ninguno de ellos. Pero me gustaría hacer algunas preguntas:
1. ¿Saben de cuántos medicamentos estamos hablando? Pues de 26. Todos se venden ya, sin receta médica, en las farmacias y van de Panadol a Dencorub, pasando por Sal de Andrews, Vick Vaporub y Leche de Magnesia. Repito la pregunta: ¿Lo sabían?
2. ¿Saben que en Colombia los medicamentos de venta libre son más de 900 o que en Argentina se incrementan cada año (a principios de diciembre de 2024 se incorporaron 22 medicamentos que no estaban en la lista) y que recientemente el Poder Judicial ha negado el recurso de la agremiación de farmacias para evitarlo? Repito la pregunta: ¿lo sabían?
3. ¿Saben, como lo sabe cualquiera que haya estado en un pueblo alejado del Perú, que farmacia y bodega puede ser una misma cosa? Repito la pregunta: ¿lo sabían?
Claro, alguien dirá que el Proyecto de Ley presentado abre una puerta que después permitirá cualquier cosa. Otro dirá que invita a la automedicación. Ambos tendrán parcialmente razón porque todo tiene riesgos. Pero eso no quiere decir que no haya que debatirlo o que se deba descalificar la propuesta. Habrá que evaluar pros y contras y tomar una decisión reflexiva.
Con este ejemplo, lo único que pretendo demostrar es que hemos llegado a un punto en que razonar ha dejado de ser importante y que tomar posición se ha vuelto una prioridad absurda. Me rebelo contra eso y me mantengo al lado de Descartes.
¿Hay intereses detrás de todo esto? Por supuesto. Nuestro deber es exigir que se pongan en evidencia. Si la palabra no se hubiera deteriorado tanto, diría que lo importante es la transparencia.