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OPINIÓN/ Turismo: radiografía de una recuperación incompleta

Escribe: Eco. José Soto Lazo

 

No se trata únicamente de recibir más turistas, sino de desarrollar un turismo de mayor calidad: uno que distribuya beneficios equitativamente, preserve nuestro patrimonio natural y cultural, e integre genuinamente a las comunidades locales

Entre 2019 y 2025, hemos transitado de 4,3 millones de turistas a 896 mil durante la pandemia, recuperándonos hasta alcanzar 3,25 millones en 2024. Si bien cada incremento porcentual es motivo de optimismo, es momento de profundizar en lo que estos números realmente significan para el país.

El desafío no radica únicamente en alcanzar el 100% de los niveles prepandemia. La pregunta esencial es: ¿estamos midiendo lo correcto? Más allá de contar visitantes, deberíamos preguntarnos cuántos de ellos generan un impacto económico significativo, cuántos exploran destinos más allá del circuito tradicional Lima-Cusco-Machu Picchu, y cuántas comunidades locales están experimentando mejoras tangibles en su calidad de vida. Estas interrogantes merecen un lugar central en la evaluación del sector.

La alta concentración de turistas sudamericanos, más de la mitad de nuestros visitantes, presenta tanto oportunidades como desafíos. Representa una base sólida, pero también señala la necesidad de diversificar nuestros mercados emisores. Atraer viajeros de larga distancia, particularmente de Europa y Asia, requiere posicionar al Perú como un destino de experiencias auténticas y transformadoras pero claro identificadas en base a una sólida investigación de mercado o la identificación de demanda focalizada específica. Este cambio estratégico nos haría menos vulnerables a las crisis económicas regionales o a los conflictos políticos internos.

Los eventos de 2022-2023, que luego se han repetido el 2025, que afectaron el acceso a Machu Picchu nos dejaron una lección valiosa: el turismo sostenible debe incluir activamente a las comunidades locales como beneficiarias directas, no solo como paisaje. Esta crisis expuso la urgencia de construir modelos donde el desarrollo turístico genere prosperidad compartida. La respuesta del sector debe ser proactiva: replantear el modelo para asegurar que el crecimiento turístico signifique también crecimiento local.

Perú tiene un potencial extraordinario más allá de sus destinos emblemáticos. Diversificar la oferta hacia regiones menos exploradas no solo desconcentraría los flujos turísticos, sino que distribuiría los beneficios económicos de manera más equitativa. Esto requiere inversión estratégica en infraestructura, capacitación y promoción —áreas donde la colaboración público-privada puede marcar la diferencia.

El verdadero reto es conceptual, no solo numérico. No se trata únicamente de recibir más turistas, sino de desarrollar un turismo de mayor calidad: uno que distribuya beneficios equitativamente, preserve nuestro patrimonio natural y cultural, e integre genuinamente a las comunidades locales. Este cambio de paradigma requiere evaluar críticamente qué aspectos del modelo anterior pueden mejorarse.

La capacidad del sector para recuperarse después de cada crisis demuestra su fortaleza. Sin embargo, esta resiliencia será verdaderamente valiosa si va acompañada de aprendizaje y adaptación. Medir el éxito solo por número de llegadas es insuficiente; necesitamos indicadores que reflejen la calidad de las experiencias ofrecidas y la distribución equitativa de beneficios. Solo así estaremos mejor preparados para futuros desafíos.

El turismo peruano tiene la oportunidad de no solo recuperarse, sino de evolucionar hacia un modelo más inclusivo y sostenible. Esto requiere diálogo abierto entre todos los actores del sector, disposición para innovar y compromiso con un desarrollo turístico que beneficie verdaderamente a todos los peruanos.

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