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OPINIÓN/ Un parteaguas inevitable

Escribe: Ricardo León Dueñas

 

hoy —a diferencia de hace unos años— hay cada vez más peruanos dispuestos a combatir a esta cofradía de lo “políticamente correcto” que, en las últimas décadas, se consideró —y se considera aún— poseedora de la verdad

¿Saben por qué la Comisión de la Verdad y Reconciliación fue un fracaso? No solo porque se hizo con apresuramiento, sin la necesaria perspectiva histórica que solo la da el tiempo, sino por su incuestionable sesgo ideológico izquierdista-progre. Finalmente, no hubo ni verdad y menos reconciliación.

Pues bien, habiendo transcurrido cerca de 25 años de aquel documento, sus principales propulsores y defensores no han evolucionado un ápice. Muestra de ello es la furibunda y arrogante reacción que han tenido contra la reciente ley de amnistía dictada por el Congreso y promulgada por este gobierno para beneficiar finalmente a quienes lucharon y vencieron al terrorismo entre los años 1980 y 2000, una que no implica en lo absoluto impunidad, sino justicia, a pesar de la campaña en su contra.

Queda meridianamente claro que esta ley es un parteaguas entre los peruanos que pensamos que no se debe seguir persiguiendo judicialmente ad infinitum a los militares, policías y comités de autodefensa que se enfrentaron al terrorismo, y quienes argumentan —con todo tipo de malabarismos seudojurídicos— que debe ser individualmente el propio sistema de justicia el que se encargue de solucionar los interminables casos de ancianos y enfermos combatientes, los que siguen sufriendo el ajusticiamiento de ese mismo sistema de “justicia” cruel e inhumano, o que, simple y sencillamente, se siga con el statu quo: seguir persiguiendo y procesando saecula saeculorum a todo aquel que luchó contra el terrorismo de ultraizquierda.

Así, como autómatas, continúan repitiendo como letanías ciertos casos “emblemáticos” hasta la saciedad, en donde la justicia ya se pronunció sentenciando y condenando a quienes cometieron crímenes, o viven invocando la participación de una politizada justicia supranacional que ha demostrado hace rato su inclinación política.

En ese orden de ideas, según estos sectores progresistas y de izquierda (los que resienten se refieran a ellos como caviares), hay que perpetuar el ensañamiento contra quienes nos defendieron del terrorismo comunista de Sendero Luminoso y el MRTA. Hasta vienen promoviendo un desacato masivo de jueces para que estos apliquen el control difuso, figura que permite a la judicatura no aplicar una ley que considera inconstitucional o que contravenga tratados de DD. HH.

Seguramente este tema recaerá en el TC, quien, como supremo intérprete de la Constitución, deberá ordenar Urbi et Orbi la aplicación de esta ley justa y necesaria.
Los comunicados de algunos exministros y altos funcionarios de regímenes anteriores y diversos pronunciamientos contra esta ley hacen que este tema se haya convertido, lamentablemente, en un enfrentamiento —una vez más irreconciliable— entre peruanos.

Sin embargo, hoy —a diferencia de hace unos años— hay cada vez más peruanos dispuestos a combatir a esta cofradía de lo “políticamente correcto” que, en las últimas décadas, se consideró —y se considera aún— poseedora de la verdad y de una inexistente superioridad moral e intelectual, una que se resiste a dejar su espacio de poder e influencia.

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