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OPINIÓN/ Valores

Escribe:  César Campos R.

las razones de involucrar la intachable figura de Grau en una campaña permanente que reconstruya los fundamentos principistas de nuestra sociedad desde los colegios y las organizaciones ciudadanas.

Como integrante del Consejo Consultivo de la Fundación Miguel Grau Seminario, tuve el privilegio de asistir el pasado jueves al lanzamiento de la XIV edición de la Cruzada Nacional de Valores Somos Grau, seámoslo siempre”, la cual persigue fortalecer las aptitudes cívicas, morales y patrióticas inspiradas en la vida y legado del gran almirante, quien recibió con justicia la nominación de “el peruano del milenio”.

El acto tuvo lugar en Arequipa y fue promovido por la Marina de Guerra, la empresa Telefónica y nuestra fundación. Otro de mis privilegios —junto a diversos periodistas— fue testimoniar hace 14 años el nacimiento de dicha cruzada en casa de Ludwig Meier (entonces ejecutivo de Telefónica), quien explicó las razones de involucrar la intachable figura de Grau en una campaña permanente que reconstruya los fundamentos principistas de nuestra sociedad desde los colegios y las organizaciones ciudadanas. Porque a esas alturas —y a las presentes— la ausencia de valores constituía la mayor falencia nacional que impide o frustra toda promesa de bienestar y desarrollo.

En efecto, escuchando al presidente de la fundación, Miguel Grau Malakowski, y al comandante general de la Marina, almirante AP Luis José Polar, describir los ejes de la cruzada basados en las virtudes del héroe del Huáscar (integridad, honestidad y lealtad), reparé en el largo camino que falta recorrer para siquiera asomar las narices a un escenario cuyos pilares sean las mismas. Universalizarlas será (debería ser) el logro de las generaciones que trasciendan el umbral del 2050, cuando algunos ya formemos parte de la dimensión desconocida.

Porque hoy por hoy nada de íntegro tiene el compatriota promedio que actúa, legisla, ordena o pregona solo en función a sus intereses y convierte en ridícula o estúpida la alternativa de los demás. Impera el deshonesto público de derecha, centro e izquierda que saca ventajas de su cargo, emplea a familiares, mocha el sueldo de los subalternos, hace lobby con los poderes reales y fácticos, titiritea a los actores del sistema de justicia con sus plataformas mediáticas, santifica o demoniza a las figuras eclesiales en función al provecho pecuniario y un largo etcétera.

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