Como lo advertí la semana pasada en esta misma columna y pese a (no “por”) las extremas medidas de seguridad dispuestas, la cita en Lima del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) tuvo un desenvolvimiento óptimo gracias a que la mayoría de compatriotas abrazó una conducta prudente y juiciosa para recibir a los dignatarios internacionales y no se sumó a las jornadas de protesta impulsadas por diversos sectores.
Las movilizaciones en el interior del país fueron intensas pero tampoco tuvieron una dimensión atendible. Y la del Cusco – donde la lideresa de izquierda Verónika Mendoza fue repudiada y calificada de “oportunista” – se caracterizó por expresiones de violencia y atentatoria contra el libre tránsito.
El gravitante y muy profesional sentido de organización de nuestra cancillería, sin duda alguna, abonó al éxito de APEC donde las referencias y halagos al modelo económico peruano certificaron la solidez de sus fundamentos. Muy oportuna la referencia de Julio Velarde, presidente del BCR, a la existencia de un marco constitucional que defiende las inversiones así como las reglas de juego pre establecidas, algo inusual o inexistente en otras cartas magnas de la región latinoamericana. Marco que, con una obsesión enfermiza, pretende traerse abajo la izquierda nativa.
Y hasta los principales líderes mundiales, Joe Biden y Xi Jinping, dejaron la sensación de una disputa por el afecto del Perú en el ámbito de las sociedades estratégicas. Afecto que, como se sabe, es súbito en el caso de los EEUU debido a la extraordinaria inversión china en el puerto de Chancay.
¿El “efecto APEC” perdurará en provecho de Dina Boluarte algunos meses o la agenda doméstica la envolverá nuevamente como esos llamativos vestidos que lució durante el encuentro internacional? Creo que lo segundo es más factible.
Boluarte está en la puntería de los mismos gremios empresariales que la acompañaron durante APEC por el nombramiento de Alejandro Narváez y Oscar Vera como presidente del directorio y gerente general de Petroperú, respectivamente. Se considera que ambos personajes no tienen un perfil solvente para afrontar el problema prioritario de la empresa estatal: crisis financiera y la abultada deuda que arrastra.
Pero también está la agenda dispersa de los reclamos sociales donde el item de la inseguridad ciudadana se ubica a la cabeza. Igualmente la crisis hídrica que padecen los compatriotas de Piura y por supuesto las cuitas pendientes de la mandataria con la justicia por los casos Rolex y el posible encubrimiento del prófugo Vladimir Cerrón.
El Congreso es el otro blanco de la ira popular embalsada. Lo ocurrido al parlamentario cajamarquino Hamlet Echevarría – obligado por ronderos de Celendín, chicote en mano, a dar una vuelta por la plaza principal de esa jurisdicción bajo la imputación de ser ajeno a los problemas de la misma – es una raya más de lo que puede convertirse en una acción desproporcionada y violenta en las mismas instalaciones del Legislativo.
Señora Boluarte, señores congresistas: bienvenidos otra vez a su triste realidad.