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PEGASUS

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

El “todo vale” se ha convertido en práctica regular y la difusión de la mentira en estilo habitual.

Pegasus es el nombre de un sistema informático espía que produce y gestiona la empresa israelí NSO Group. Se vende como un producto para prevenir y contrarrestar el terrorismo y el espionaje, pero es consenso internacional que va mucho más allá de eso, rozando hasta lo ilegal.

Pegasus se puede rastrear desde que operaba en Arabia Saudita en 2013 (seguramente ya existía años antes), pero fue descubierto recién en 2016, cuando Citizen Lab y Lookout, empresas especialistas en seguridad informática, confirmaron que los dispositivos del activista Ahmed Mansoor, habían sido afectados por el spyware israelí.

Tanto iOS como Android han desarrollado barreras protectoras, que han resultado tan prometedoras como escasamente eficientes hasta hoy. Claro, el programa también se renueva.

Últimamente, Pegasus ha estado en la noticia global, sobre todo en España, porque se descubrió que políticos (el Presidente incluido) y periodistas eran objeto de espionaje y extorsión usando el programa aludido.

El Perú también tiene Pegasus, no sabemos cómo ni desde cuándo, y lo administra la Marina de Guerra, específicamente su Servicio de Inteligencia.

Sin embargo, de muy buena fuente, sabemos que delincuentes informáticos han tenido acceso informal a los servicios de Pegasus y han hecho del espionaje y extorsión un negocio altamente lucrativo. Las mismas fuentes aseguran que quien encabezó (o encabeza) esta organización criminal en el Perú, fue (es)  Jorge Ernesto Hernández Fernández, más conocido en estos lares como “El Español”, que hoy goza de protección fiscal en calidad de colaborador eficaz.

Nadie sabe qué información ha aportado ni porqué es colaborador eficaz. Lo cierto es que pasea orondo por calles y plazas y que el EFICCOP de Marita Barreto y Harvey Colchado dejó de perseguirlo hace tiempo, confiando en que la amnesia es una característica de la peruanidad.

A qué viene esto

Bueno, sucede que un conocido comunicador ha revelado que, hace un par de años, sorprendió un almuerzo privado entre el fiscal Rafael Vela y el jefe del Servicio de Inteligencia de la Marina. ¿Cuál sería la lógica de este tipo de reuniones semiclandestinas?

¿Acaso la Fiscalía (o determinado fiscal) tiene acceso a la información de inteligencia de la Armada Peruana? Formalmente está claro que no, el soporte de la investigación fiscal está en la Policía no en la Marina. Informalmente, quién sabe, sobre todo porque existe un contacto identificable con El Español, a través de una proveedora (una mujer, por si no está claro) de la Escuela Naval que coordina regularmente a través de unos señores de apellido muy norteño, con Hernández.

Si esta hipótesis fuera cierta, sabríamos por qué y cómo ciertos fiscales cuentan con información ilícita que les permite perseguir ilegalmente a ciertas personas, a pedido de algunos fiscales y policías comisionados para destruir adversarios políticos. Mientras tanto, “El Español” mantendría su negocio privado de intrusión y chantaje electrónicos.

Eso explicaría también la protección de que dispone Hernández, a pesar de que está probadísimo, por poner un ejemplo, el delito de encubrimiento personal respecto del otrora prófugo sobrino de Pedro Castillo, Fray Vásquez.

¿A ese punto puede haberse degradado el Ministerio Público? Todo debido a una estructura de protección a determinados fiscales dispuestos a cualquier cosa, quizá porque no aprueban ni siquiera los exámenes de la Junta Nacional de Justicia, que juega a su favor. Habría que investigar urgentemente la evolución patrimonial de estos fiscales.

Estos señores han llegado incluso al “sicariato político”, en alianza abierta con medios que encubren su incompetencia y sus inconductas,  formulando hipótesis ímprobas que ahora se caen como castillos de naipes. El “todo vale” se ha convertido en práctica regular y la difusión de la mentira en estilo habitual.

Por favor, que haya alguien que me desmienta. No puede ser que esto esté sucediendo impunemente y no nos demos cuenta.

 

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