Un repaso de la historia reciente, es el antídoto a las consecuencias de 90 reformas interesadas en menos de 10 años como manifiesta Martín Hidalgo, las que se inician con el vizcarrismo y se agudizan por la falta de una reforma política profunda e integral
Transcurrida la primera semana del 2024 vemos, en lo político, más de lo mismo del año que pasó. Peleas por cuotas de poder, soberbia desbordada del Congreso, etc., sumándose “iniciativas, coaliciones, colectivos y aspirantes a partidos”, liderados por personajes con grados de responsabilidad política y de gestión pública en la crisis que nos corroe, pretendiendo erigirse como “salvadores”, ahondando divisiones obsesionados en generalizaciones poco serias, en el afán de acometer contra la institucionalidad de partidos con tradición democrática, hoy en crisis coyuntural, superable.
No es novedad, con similares slogans efectistas, aprovechando etapas de preocupación como las de ahora, aparecen “salvadores del Perú”. Esta vez, privilegiando el adelanto elecciones; propuesta varias veces sometida a debate en el espacio competente del Congreso, ante la negativa contundente de una renuncia presidencial. Toca a la ciudadanía analizar qué hay, quiénes están tras esos entusiasmos, qué trayectoria política y de servicio público tienen y de dónde el financiamiento de sus actividades. Esa es la tarea.
Todos tienen derecho a pretender asumir responsabilidades políticas, conscientes que en este terreno todo es debatible; más, si los “salvadores”, exhiben recorridos poco auspiciosos de gestión y demostrada falta de ética pública que los lleva a engrosar la ausencia de principios, transfuguismo con pretextos infantiles y soberbia que desnuda mediocridad, lo que, devalúa la política a niveles de la politiquería que debemos desterrar. Necesitamos voluntad y nueva ley de partidos moderna, menos burocrática, dirigida a reinstalar los valores éticos y democráticos que se perdieron.
Quienes han pertenecido a gobiernos que tienen pendientes que aclarar y a colectividades representadas en el Congreso Complementario y el actual, son cómplices del desmadre congresal en el clientelaje impuesto. “La lavada de manos” de sus renuncias son burlescas, habiendo sido connotados dirigentes del barco que suponen o desean se hunda, más si no tienen alternativa diferente a las efectistas que en los últimos 20 años se utilizan para “deslindar” con la situación y liderazgos que apoyaron con delirio. Obvio, no ofrecen garantía de probidad para el cambio.
Una de las razones de fondo para el desprestigio de los partidos, es su falta de celo en la aplicación de filtros que garanticen una representación política con ética pública, cuya ausencia, sobre todo en últimos lustros, nos ha impuesto niveles lastimosos en Palacio de Gobierno, alcaldías, gobernaciones y parlamento en el que engendraron cambios de camiseta, traiciones ideológicas, abandono de bancadas, trueque de votos por prebendas, etc. Un indignante aprovechamiento del poder que otorga la representación política.
Los que militamos en partidos (mi caso en AP) con convicción, lealtad a principios y ejercimos representación política a dos fuegos (terrorismo comunista y vendetta de la cleptocracia gobernante, en simultaneo) sin someternos a sus chantajes; tenemos el deber de desnudar a aquellos oportunistas que sin pudor tiran barro a la colectividad que les abrió sus puertas y en actitud traidora, cuando consideran que la crisis “hundirá el barco”, dizque se dan cuenta de sus debilidades y “renuncian”, anteponiendo sus proyectos personales. Esto para evitar se intoxiquen los escenarios de diálogo.
De oportunistas no ha estado exento AP. Jonny Lescano Ancieta, en entrevista (LR 22/12/2023), reiterando la práctica de victimización y cinismo “zurdos”, se ha referido a la situación de AP con medias verdades (como Mesías Guevara) pretendiendo librarse de las responsabilidades directas que tiene en la crisis del partido en su condición de ex secretario nacional y miembro del Comité Político hasta hace unas semanas, le atribuye circunstancias y posiciones que no se ajustan a la verdad. Discrepamos con su conducta, conceptos y medias verdades.
Convertido en otro “sepulturero” más de AP y en su delirio personalista, elucubra el pretexto que AP se apegó a la derecha o ultraderecha, para justificar su traición. Con su alegre lógica también podrían decir que su sumisión a Vizcarra y Sagasti, apoyo a las corruptelas, mediocridad y totalitarismo de PL de Castillo, nos llevó al totalitarismo izquierdista. Ni lo uno ni lo otro, AP no es de izquierda, derecha ni centro, va adelante, espacio que no entienden los que se ilusionan con los extremos de ambos lados.
AP está en un proceso de profilaxis, unos que se van por propia voluntad, otros que han sido expulsados y otros que también deberán irse.
La respuesta para quienes se ocupan de “una de las crisis más graves”, es que AP no desaparecerá, hay la decisión de su relanzamiento institucional dentro de los valores que les son consustanciales (ética, democracia, libertades) pese a las sospechosas zancadillas del ROP del JNE. Que “los niños”, la bancada -que según Lescano llevó con sus votos- haya decepcionado con su traición, como consecuencia de la falta de filtros que también él propició, no compromete la posición institucional partidaria, definitivamente opuesta a esa repudiable conducta que está en las antípodas de “El Perú como doctrina”.
AP está en un proceso de profilaxis, unos que se van por propia voluntad, otros que han sido expulsados y otros que también deberán irse. AP no está comprometido en escándalos como Lava Jato (Odebrecht), club de la construcción, minería ilegal, el narco tráfico, financiamientos de campañas a escondidas, etc. “Los niños” son un vergonzoso accidente, sí, pero superable, ya fueron echados por un Plenario; por tanto, el indebido uso del nombre y el símbolo del partido, no hace más que confirmar su sinvergüencería.
Es en este contexto y en la coyuntura electoral que buscan los “salvadores”, queda la esperanza que hagamos buen uso del ejercicio de ciudadanía, analizando cada posición de los opinólogos, académicos y aspirantes a políticos que promocionan las “nuevas” alternativas, que no son la novedad que nos cuentan.
Un repaso de la historia reciente, es el antídoto a las consecuencias de 90 reformas interesadas en menos de 10 años como manifiesta Martín Hidalgo, las que se inician con el vizcarrismo y se agudizan por la falta de una reforma política profunda e integral, que el Congreso se resiste a realizar en su estrategia de mantenerse con vida hasta y después del 2026.