El Espíritu lo es todo; es la entidad que emerge, adopta y canaliza la fuente de la energía creadora y eterna que en los seres humanos se revela a través del Ser, el Yo profundo, el Sí-mismo, íntimo y único.
Entonces aquella entidad se convierte en identidad; esa nueva “forma” vendría a desempeñar una función muy similar a la que cumple la personalidad con relación al ego; pero en un plano mucho más elevado y trascendente que en el ámbito de las definiciones identificamos como Consciencia, en estado amplio y puro.
El origen y el fin del Espíritu rondan dentro de los confines del misterio que el ser humano aún no ha logrado desentrañar por completo; la ciencia tiene sus seguidores objetivos como la fe sus creyentes subjetivos; quién sabe si estamos transitando aún sin imaginarlo, por aquella senda de evolución y crecimiento interior que llevará de manera inevitable al Homo Sapiens racional por el camino del Homo Deus intuitivo y sea precisamente esta una manifestación explícita del despertar espiritual.
Reconocer que para el ser humano no necesariamente todo tiene que ser mental sino que es esencial y potencialmente espiritual; aceptar el poder de lo no manifestado por sobre lo manifestado; darle un sentido de relatividad al tiempo y al espacio desde la perspectiva de la eternidad entendida como el no tiempo y aceptar la experiencia de la realidad a través de la sincronización de la mente con el universo, sería una manera audaz de explorar la verdadera dimensión espiritual del ser y su relación con la vida.
Cuando la consciencia se expande el imperio de la razón, la lógica, la información y el conocimiento ceden ante lo sobrenatural, lo milagroso, lo extraordinario y lo divino; si bien, espiritualmente no existen parámetros de superioridad o inferioridad; en principio, toda energía pura prevalece porque posee un grado de densidad más sutil, una especie de gas más liviano y puede resultar tan flexible maleable y efímera que puede pasar en un instante de la totalidad a la nada, del vacío absoluto a la expansión plena.
Cuando comenzamos a vivir más desde el ser que desde el ego, estamos dándole espacio al espíritu que jamás lucha por prevalecer sino que espera pacientemente el instante preciso para fluir.
Reconocer el potencial de nuestra capacidad espiritual nos permite concebir la vida desde otra perspectiva y explorar otras dimensiones donde existen normas específicas que identificamos como Principios Espirituales.
Los principios espirituales son las Leyes Eternas del Universo, que existen desde siempre y que se manifiestan indefectiblemente con la consistencia de la perfección, entendida ésta como ausencia de error y defecto, porque para el Universo, todo tiene un propósito y una finalidad superior; la Vida. Por ejemplo el Principio del Dar y Recibir, el de Expansión y Contracción; el de Causa y Efecto; el postulado que la Energía no se crea ni se destruye solo se transforma; frases como pedid y se os dará; buscad y hallaréis, entre otras, se inspiran en estos principios. Están ahí e indefectiblemente se cumplen.
Los decretos espirituales son la aplicación de los principios universales adaptados a tu propia realidad consciente; parten de la intención y el deseo de alinear tu vida con la de la energía superior del universo, entonces pones esa manifestación de voluntad como una norma de vida personal y permites que la energía, frecuencia y vibración se sintonicen y armonicen en tu interior. Decreta en sentido positivo e imperativo. Por ejemplo: Soy próspero, sano y abundante; Soy parte de la creación perfecta; Soy uno con el Creador, soy luz, amor y vida. Fluyó en la dimensión superior y elevada del Universo. Toda experiencia es para mí un aprendizaje, decreto únicamente Ser.
Finalmente, las afirmaciones espirituales actúan como hilos conductores y reforzadores que aseguran tu crecimiento espiritual que estará inspirado y guiado por los principios y decretos espirituales que has hecho tuyos. Una afirmación es una aceptación expresa del deseo y la intención que estimas trascendente.
El mundo espiritual resulta muchas veces incomprensible para la razón, debes abrir tu mente y tu corazón para que la sabiduría intuitiva sencillamente se reconecte con la inteligencia superior del buen Dios, sea la denominación que mejor alimente tu credo, recuerda que eres Uno con el Todo y que por muy ínfima que sea una partícula para el Universo eres único, importante y valioso, eres Espíritu capaz de fluir y trascender.