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OPINIÓN/ Mapi y la tormenta perfecta

NO ATRACO

Escribe: Elmer Barrio de Mendoza

 

El teleférico, con los mayores estándares geológicos y ambientales, es una posibilidad real hace más de diez años, pero choca con los intereses vigentes de la actual operación del acceso a MAPI.

 

Prácticamente todos los años estalla al menos un conflicto social en torno al más célebre sitio arqueológico del Perú: Machu Picchu. Machu Picchu es, al mismo tiempo, una de las más importantes áreas naturales protegidas y el principal ícono turístico del país. Creo que todos comprendemos que la afectación de un sitio calificado como Patrimonio Mundial, que es también un paisaje cultural extraordinario y un atractivo turístico de la máxima jerarquía internacional, es un hecho grave. Pero es bueno aclarar que no todo es tal como se pinta.

Lo primero que se debe precisar es que no existe hoy amenaza alguna de que MAPI, que es como se conoce en la jerga turística a nuestro sitio patrimonial, sea retirada de ninguna lista oficial importante.

En 1999, un simpático aventurero suizo, Bernard Weber, dio partida de nacimiento a New7Wonders Foundation, una organización lucrativa con apariencia benéfica, que en 2001 convocó a una votación informática mundial para nominar a las nuevas siete maravillas del mundo. ¿Les recuerda al reciente concurso de Ibai Llanos sobre el mejor desayuno del mundo? Tienen razón, sí.

Weber fue muy listo y hay que felicitarlo por ello. De las Siete Maravillas del Mundo Antiguo definidas por Herodoto, sólo continuaban existiendo Las Pirámides de Egipto. Para Weber había seis vacantes y vio su oportunidad. Así fue que convocó a una exitosa votación y Machu Picchu fue nominada una de las “nuevas maravillas” junto con otras cinco. Las Pirámides, por supuesto, quedaron donde siempre estuvieron.

Pero Weber no es Herodoto ni a millas, ni su fundación se aproxima a los “Nueve libros de Historia”. Machu Picchu es una atracción de la máxima importancia sin que Weber importe para nada. Su amenaza de retirar a MAPI de las nuevas siete maravillas no tiene la mínima importancia. Si  siquiera lo intentara afectaría su propio negocio y su capacidad de recaudar fondos y vender “souvenirs” producto de sus concursos (giro que ya amplió a las Siete Maravillas Naturales y otros).

Mientras Llanos siempre tomó a broma su Campeonato Mundial de Desayunos, este Weber se tomó a sí mismo muy en serio cuando, en verdad, es nadie. Y, por supuesto, hace rato que dejó de ser simpático.

UN PROBLEMA REAL

Aclarado esto, vayamos al verdadero tema que de novedoso no tiene nada. Machu Picchu es un imán y produce miles de millones de dólares al año. Existe por tanto, a su alrededor, todo lo bueno y lo malo que genera la abundancia del dinero. Es una suerte de “fiebre del oro” y muchos actores juegan un papel con intereses diversos y contradictorios. No entender esto, que es obvio, hace que las múltiples mesas, talleres y comunicados sean en realidad la escenografía de un “diálogo de sordos”.

Primero que nada es imprescindible transparentar las necesidades, aspiraciones e intereses de cada actor. Desde Perú Rail hasta las comunidades involucradas. Luego se podrá conversar sobre las aproximaciones sucesivas que puedan construirse entre ellos.

Si estuviéramos ante un gobierno medianamente competente, deberíamos hablar de la rectoría del Ministerio de Cultura en interlocución con los Ministerios del Ambiente y de Comercio Exterior y Turismo (o de asociar Patrimonio y Turismo en un solo Ministerio) y tener una sola política pública de largo plazo. Pero en fin, creo que es mejor esperar a las próximas elecciones y confiar en que resulte ganador alguien con una propuesta consistente y viable de gestión pública.

Por ejemplo, no debemos olvidar que Machu Picchu Pueblo (Aguas Calientes) no existía hasta que el sitio se posicionó como una gran atracción para el turismo internacional. Esto es un hecho provocado por el desarrollo espontáneo del turismo, el peor modelo de gestión del desarrollo del espacio turístico, tal como lo señala desde los setenta Roberto Bullón, entre muchos otros.

En ningún caso esto significa negar su existencia, ni menos la de las comunidades del entorno, pero tampoco puede permitirse que el Estado Peruano carezca de control territorial en ningún escenario de su demarcación limítrofe ni tolerar ámbito liberado alguno al margen del cumplimiento de la Constitución y la legalidad.

Debe fomentarse el diálogo al máximo pero, al mismo tiempo, debe aislarse y perseguirse todo intento contumaz de violar sistemáticamente la ley.

El transporte terrestre de Aguas Calientes a la Llaqta de Machu Picchu es un negocio monopólico de altísima rentabilidad y lo seguirá siendo hasta que no se establezca una opción de competencia alternativa. El teleférico, con los mayores estándares geológicos y ambientales, es una posibilidad real hace más de diez años, pero choca con los intereses vigentes de la actual operación del acceso a MAPI. Cada vez que se ha intentado romper la posición de dominio de Consettur, la empresa que controla el negocio de los buses a la ciudadela inca, algún conflicto ha estallado. No descuidemos que éste es un elemento claro del conflicto actual.

FAJA TRANSPORTADORA

Machu Picchu es la razón de ser más importante para visitar el Perú desde el extranjero. De eso no hay duda. Cusco se beneficia directamente del turismo como pocos destinos culturales en el mundo, el turismo es su actividad principal. Sin embargo, también es cierto que los beneficiarios principales son los grandes operadores de los diferentes subsectores del turismo. La población mayoritaria en el Cusco participa del turismo a cambio de una renta escasa.

Cuando sucede algo así hablamos del “efecto faja transportadora”, la población ve pasar la riqueza delante de sus ojos y obtiene dividendos mínimos de aquello que ve. La operación del tren a cargo de Perú Rail que conduce a Aguas Calientes, las cadenas hoteleras con tarifas promedio superiores a 300 dólares la noche, el monopolio de los buses a la ciudadela, son negocios que mueven auténticas fortunas. Eso está bien, pero sería infinitamente mejor que hubiera una nítida derrama hacia la población.

El canon turístico podría ser una manera. Recordemos que el canon es el equivalente al 50% del Impuesto a la Renta que pagan las empresas, no es una carga adicional. El problema del canon es cómo se ejecuta y quién lo ejecuta. Sería esta una oportunidad para mejorar la legalidad vigente sobre el canon.

Soluciones hay, lo que muchas veces no hay es voluntad. No permitamos que la corrupción haga metástasis en el Perú. Hagamos de la crisis una oportunidad, Cusco y Machu Picchu pueden ser los protagonistas de una nueva manera de hacer gestión pública en nuestro país. Una que nos devuelva aquello de Ama Sua, Ama Llulla y Ama Qhella.

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