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¿ACASO NOS CONVIENE MANTENER SEDAPAL?

Escribe: Carlos Adrianzen

Casi cuatro millones de peruanos carecen de acceso al agua potable

Los peruanos somos responsables de nuestra suerte. Somos una nación subdesarrollada y pobre por un reflejo directo de nuestros actos ciudadanos. Si usamos dos de los más respetados índices globales utilizados para enfocar la corrupción burocrática (el valor normalizado del score publicado por Transparencia Internacional y el estimado del Banco Mundial), encontraremos que el Gobierno con los peores valores (mayor corrupción burocrática) es usualmente el último. Esta es es una regularidad posvelasquista.
Estamos bajo un continuo deterioro institucional de cabo a rabo. Esto se debe a que los elegimos o pasivamente toleramos los accidentes electorales turbios. Por ejemplo, nuestra bipolar actitud frente a las llamadas empresas públicas o estatales resulta emblemática. Algunos las odian (las mayorías que las solventan y las sufren), y otros las aman (ciertas minorías burocráticas y grupos de interés económicos y políticos que medran con ellas).
Recordemos cuando a principios de los ochenta el aparato estatal superaba los dos tercios del PBI. Entonces las empresas estatales eran una suerte de botín sagrado; un botín rellenado por impuestos, contribuciones inflacionarias, mayor endeudamiento y las extracciones monopólicas de esos días (i.e.: Petroperú, Sedapal, Minero Perú, Centromin Perú, Sider-Perú, et al). Tengámoslo muy claro: estos entes burocráticos no eran empresas (una firma genera excedente manejando sus riesgos). Tampoco eran rentables. No aportaban un ápice a sus accionistas y, sin embargo, sus deudas debieron –entonces como ahora– ser cubiertas por los contribuyentes peruanos a costa empobrecer a familias y comunidades y de envilecer severamente la calidad de los servicios públicos de salud, defensa nacional, justicia, previsión social, educación, seguridad ciudadana, etc. El resto es una historia que no tenemos el coraje de discutir, y que hoy se refleja en nuestro declive económico y social.
En estos días, con otra presidente por accidente, una reciente amenaza de masiva desatención de la oferta de agua potable y saneamiento en las semanas venideras en Lima, y en medio de los escándalos de corrupción burocrática y de desmanejo financiero de otro ente estatal (Petroperú) debemos cuestionarnos si una empresa estatal es o no una buena idea para el Perú. Una nación que sufre extremas carencias en servicios elementales y que ahora tiene tres millones de nuevos pobres, como consecuencia de gobernantes aventureros como Humala, Vizcarra, Sagasti o Castillo.
Para ponderar esto es muy útil recordar lo básico. Cuando hablamos de empresa estatal en el Perú –tanto no financiera como financiera– es bueno reconocer que nunca ha existido una empresa pública competitiva. Si se les expone a las fuerzas de un mercado libre quebrarían todas las que existieron y quebrarían rápidamente todas las actuales. Todas requieren de (1) alguna (o algunas) licencias monopólicas para vivir explotando al consumidor; (2) que paguemos sus deudas y (3) cierta expropiación abusiva o transferencia del bolsillo del pueblo peruano.
Los sectores destructivos –me refiero aquí a los grupos políticos, burocráticos o empresariales con ideas socialistas o mercantilistas (grosso modo, los filo-senderistas y sus socio-enemigos, los llamados caviares)– defienden estos entes con tesón. Nos cuentan hoy que si se vende Sedapal faltaría el agua, se encarecería brutalmente y millones serían despedidos. Y aunque los hechos los refutan, mucha gente cree la cantaleta de los socialistas y mercantilistas locales.
Advertencia: A falta de cifras relevantes para el ente aludido, accesibles al momento de escribir estas líneas, en los próximos dos gráficos usaré cifras nacionales estimadas por el Banco Mundial. Y me referiré con ellas a Sedapal, el ícono o arquetipo de los entes estatales responsables de la performance de la proveeduría de agua y saneamiento en nuestro país. Con los ingresos generados por firmas de saneamiento competitivamente reguladas, las cifras el país serian mucho más cercanas a las de suiza.
Pero hay varios problemas. El agua y saneamiento básicos faltan en Lima y en casi todo en país. Se estima en cerca de cuatro millones el número de peruanos que carecen de acceso al agua. Imagínese las cifras de fallecidos por esa escandalosa causa. Hoy con Sedapal las muertes innecesarias, los que fallecen por ideología (por indebidamente no tener una empresa privada eficiente o un sistema eficiente no corrupto, como el suizo, ver gráfico 1) son tres veces más. Es deplorable que se cierre los ojos frente a este crimen.

 

 

Si graficamos el patrón con el que nuestra población accede al uso básico de agua en Lima y las diferentes regiones del país, deberíamos reflexionar, avergonzarnos de nuestra pasividad ciudadana. Si además enfocamos el dispendio local (ver figura 3) del uso del agua en nuestro país, las proporciones resultan de 1 a 100. Aunque no es tod, desdichadamente sí es suficiente. Debemos corregir el monumental error de mantener un ente estatal tan costoso, en términos de daño medioambiental y de recursos (financieros y no financieros). Y lo que es muchísimo peor, en términos de vidas humanas perdidas innecesariamente cada día.

 

Solo para tenerlo en cuenta, la licencia monopólica (Sedapal) para gestionar la oferta de agua y saneamiento en Lima implicó una monstruosa reasignación de recursos hacia una minoría. Un caso de fatal arrogancia de nuestros gobiernos. Solamente calculando el valor presente neto del flujo de ventas del monopolio estatal aquí enfocado, asumiendo un interés nulo-(ver figura 4), los gestores de Sedapal habrían extraído de los limeños en las últimas tres décadas mucho más de 12.6 billones de dólares.

 

Tomado de. El Montonero

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