Lucho Maceda, un demócrata a quien los leonciopradinos debemos un homenaje por entregar su vida por la democracia y la educación.
Lucho Paredes Maceda fue mi compañero de estudios en el Colegio Militar Leoncio Prado. Inteligente, bromista, campechano, rápidamente ganó el afecto de los 400 alumnos de la promoción durante los tres inolvidables años que convivimos en nuestro local en La Perla, Callao, a cincuenta metros de un mar encrespado y ruidoso.
Al culminar el colegio, viajó a estudiar Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Trujillo, para después trasladarse a su tierra, Piura, donde ejerció exitosamente la profesión de abogado.
Su capacidad y bonhomía le abrieron camino al ámbito público. En dos oportunidades fue decano del Ilustre Colegio de Abogados de Piura y Tumbes. Militante del APRA y en su momento Sub Secretario Departamental del PAP, ganó las elecciones para la alcaldía en 1984, y, en 1989, fue elegido diputado regional y presidente de la región Grau hasta el autogolpe del 5 de abril de 1992.
Maestro por formación y vocación, no abandonó la cátedra, a pesar de constantes amenazas de elementos terroristas.
Un triste 9 de julio de 1992, cuando bajaba las escaleras del tercer piso de la universidad, cargando libros y apuntes, fue emboscado por asesinos senderistas que lo ultimaron de veinte balazos y con una carga de dinamita.
Otro maestro, también aprista, Ricardo Ramos Plata, presidente de la Corporación de Desarrollo de Piura, había sido ultimado tres años antes, el 14 de diciembre de 1987, cuando salía de dictar su cátedra en la Facultad de Agronomía: los subversivos lo ametrallaron y destruyeron el vehículo donde se encontraba con una poderosa bomba.
Con mi amigo Manuel Portocarrero recordamos la heroicidad de estos admirables piuranos, a propósito de una entrevista al ex primer ministro de Pedro Castillo, Aníbal Torres, también abogado, exdecano de Derecho de la Universidad de San Marcos y profesor de esa casa de estudios, quien, a diferencia de Paredes, en lugar de hacer frente a los subversivos, pactó siniestramente con ellos.
Según declaró Torres al medio alternativo Rímac Llacta de Facebook, tuvo una reunión secreta con un mando terrorista. Su versión fue la siguiente:Me dijo: “Doctor, queremos que saque un comunicado”. Yo sí estaba de acuerdo con sacar un comunicado porque todos los puntos que presentaron se referían a los abusos que cometían los miembros de las Fuerzas Armadas y fuerzas policiales contra los estudiantes, contra los profesores. Yo le dije: “Sí, yo estoy de acuerdo con eso. Yo saco eso, pero lo que quiero es que me dejen trabajar”.
Luego, sin inmutarse, agregó que su interlocutor respondió: “conforme, doctor, nosotros le dejamos trabajar”.
Es decir, Aníbal Torres admite haber pactado con el senderismo en circunstancias en que esa organización criminal controlaba diversos ambientes de las universidades a través de la violencia y cometía atroces asesinatos en todo el país, especialmente entre pobladores indígenas y pobres, fuerzas del orden y políticos demócratas, como sucedió con 1,400 compañeros apristas.
Esa deplorable e insana conducta explica por qué durante su gestión como premier de Castillo amenazaba que “correrán ríos de sangre”. Asimismo, henchido de poder, organizó ruidosos consejos descentralizados donde agresivas portátiles oficialistas insultaban a la fiscal de la Nación y a la prensa opositora, demandando la convocatoria a una ilegal Asamblea Constituyente.
Peor aún, Aníbal Torres nombró ministros de Estado no solo a personas incompetentes y algunos prontuariados por delitos comunes, sino a sujetos vinculados al Movadef, brazo político de Sendero Luminoso, y lo mismo hizo en diversos sectores de la administración pública, causando enorme daño a la nación.
Ahora Torres afronta una investigación fiscal por sus vínculos con la subversión y por participar en el fallido golpe de Pedro Castillo, al lado de la señorita Betssy Chávez, hoy recluida en un penal.
La diferencia entre ambos personajes nos exime de mayores comentarios. Hecha la comparación, sin embargo, fulgura la personalidad de Lucho Maceda, un demócrata a quien los leonciopradinos debemos un homenaje por entregar su vida por la democracia y la educación.