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OPINIÓN/ 112 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE FERNANDO BELAUNDE TERRY

Escribe. Pedro Morales Mansilla

LXIV aniversario de la fundación de Acción Popular | Fernando Belaunde | Pedro  Morales Mansilla | | Política | La República

Hay algo que, a los 80 años, sí puedo decir con orgullo ¡Yo SÍ soy político!”

El 7 de octubre de 1912, nace en Lima, uno de los peruanos más ilustres del siglo XX de nuestra patria, Fernando Belaunde Terry, arquitecto de profesión, maestro universitario, fundador del Partido Político “ACCIÓN POPULAR”, dos veces Presidente Constitucional de la República (|1963-1968 y 1980-1985), creador de la tesis política “El Perú como doctrina” e indiscutible y leal combatiente por las causas de las libertades y la democracia que, nos  ha legado ejemplos indiscutibles de decencia política, honestidad y ética pública.

En este día, como un homenaje, considero oportuno publicar su artículo:

“¡YO SI SOY POLÍTICO!

El Arquitecto Peruano - Fernando Belaunde Terry

 Escribe FERNANDO BELAUNDE TERRY (CARETAS/FEBRERO 4, 1993)

Una democracia sin partidos es como un barco sin rumbo, como una orquesta sin partitura, como un cristianismo sin Evangelios. Más la carencia de partidos tiene grandes ventajas para los oportunistas. Les permite llegar, súbitamente, a los cargos políticos, a manejar los asuntos de Estado sin haber acreditado interés y competencia en los mismos. Por eso, cuando se habla de «independientes», se alega, por un lado, sobre los que no responden a una doctrina ni están guiados por ninguna pauta programática.

El alegato a favor de los «independientes» es la actitud más demagógica y malsana que puede ocurrir en un país. No se trata de santificar a los que dedican su vida a la política que pueden hacerlo con sana o interesada intención. Se trata de prevenir a la ciudadanía del peligro de la improvisación. De encausarla para evitar ingratas sorpresas, para que no vayan a integrar los Congresos cazadores de curules, sino ciudadanos interesados en la realidad nacional. Es evidente que los partidos no están exentos de errores o vicios. Cuando se detectan hay que corregirlos como el médico que combate a la enfermedad, sin matar al enfermo. La improvisación es lo más grave que le puede ocurrir al país. Los asuntos públicos deben ser materia de profundo estudio y quienes aspiran a gobernar y dirigir, deben cultivar sus raíces nacionales.

No es detectando y magnificando los defectos de un país que se le sirve eficientemente, como tampoco lo es silenciándolos. Más lo que interesa es el balance favorable. Quienes no aprecien las virtudes del Perú, no deben aspirar a conducirlo. Mirando al pasado, tenemos la competencia cívica del Partido Civil y del Partido Demócrata. Tuvieron su momento y sus circunstancias. Los afectó ideológicamente las tendencias predominantes en el mundo. Era aún joven la República para forjar plenamente su propia ideología, dentro del clima democrático afortunadamente predominante. Según los detractores de partidos, las páginas que bajo la dirección de don Manuel Pardo dejó en la historia, el Partido Civil, como una reacción al predominio de regímenes castrenses dictatoriales, nada significan en la trayectoria del país. Tampoco tendría importancia la docencia cívica de Piérola en el Partido Demócrata, cuya «declaración de principios» es admirable en la forma y en el fondo.

 No olvidemos que los dos partidos citados, venciendo sus discrepancias, crearon el memorable régimen del 95, que enrumbó a la República hacia la recuperación nacional y el orden administrativo, después de la guerra. Para los partidarios de los independientes iluminados y geniales, esa página honrosa podría arrancarse de la Historia del Perú. Saltando algunas décadas, en aras de la brevedad, pasemos a las influencias dominantes de este siglo; el marxismo leninismo y el totalitarismo fascista que no lograron destruir la democracia, triunfante una vez más, después de estrepitosos fracasos y cruentos conflictos, se ha confirmado la norma de un gran prócer americano: «La libertad sólo conoce victorias».

El nazi-fascismo desapareció, afortunadamente, antes de que lograra destruir, del todo, a grandes naciones que, agonizantes, lograron su recuperación. Los éxitos pasajeros del totalitarismo, tanto de derecha como de izquierda, alentaron imitaciones en el resto del mundo. El marxismo leninismo se convirtió en un modelo macabro, precisamente en el Tercer Mundo, tan vilipendiado por el propio Marx. La equivocación arruinó a naciones en desarrollo. Ensangrentó, en luchas fratricidas, a países herederos de una tradición de hermandad. En el Perú cobró fuerza el APRA, que nunca negó el haber mecido su infancia en cuna marxista. Sus peculiares interpretaciones no lograron nunca erradicar ese origen. Por eso, más que negar al marxismo, sostuvo que, en nuestros países de incipiente industrialización, aún no había llegado su hora.

Acción Popular surgió para combatir los rezagos dictatoriales y el sometimiento de las víctimas a sus victimarios. Acudió, en busca de inspiración, a profundas fuentes andinas. Combatiendo la lucha de clases, reeditó la Ley de Hermandad de los antiguos peruanos. A pocos años de fundada, llegó al gobierno y su primera medida fue crear el régimen municipal por sufragio universal, obligatorio y secreto. Es decir, forjar una multitudinaria escuela de liderazgo cívico. Y, en su segunda administración, vencido el ocaso de la libertad y fracasado el experimento marxistoide, volvió al gobierno a arrancar la mordaza y a demostrar que se puede conducir al país con plena libertad, sin revanchismos, ni vendettas, y manteniendo un ritmo fecundo de laboriosidad y desarrollo nacional. Decir que el Partido debe renovar su doctrina es sencillamente, un disparate. Los ideales no se cambian, se fortalecen y se reafirman. Lo que puede y debe alterarse es el programa, tan ligados a cambiantes circunstancias.

Los partidos y Acción Popular lo han demostrado deben permanecer en las buenas y en las malas. Deben ser generosos en el gobierno y perseverantes en la oposición. Por eso, los de Acción Popular sentimos nuestra misión igualmente fuerte, cuando estamos arriba o cuando cumpliéndose las alternancias inevitables en la vida política, pasamos a la oposición más no a la inacción. Hace 30 años le dimos al país el régimen municipal que acabamos de renovar. No estamos en el gobierno, pero sí, en un alto porcentaje de las municipalidades provinciales y distritales. Creemos firmemente que, arriba o abajo, tenemos una misión que cumplir. Ha habido movimientos episódicos que exaltaron a distintos caudillos. El Social-cristianismo, las encíclicas papales, el mensaje de D. Gásperi y Adenauer, han tenido importancia ideológica. No podría haber sido de otra manera, porque los alentaba el impulso universal del cristianismo patrimonio de todos. Ciertamente ésta no es hora de liquidar a los partidos que acreditaron visión, sino de estimulación. Ni mucho menos, es oportunidad para reemplazarlos por la improvisación de los llamados «independientes», es decir, de los que no dependen de una ideología ni exhiben un programa. Es hora sí de liquidación de las ideas equivocadas que, sin haber aportado nada al bienestar de los pueblos, han sembrado la discordia y ensangrentado territorios que quieren y deben ser santuarios de paz. Cultivemos, pues, la vida partidaria. Es sacrificada y riesgosa. No atrae a personas medrosas o interesadas. Requiere a gran capacidad de sacrificio y una devoción permanente a los problemas del país. Llevo casi medio siglo dedicado a los asuntos públicos y he pasado la quinta parte de este tiempo diez años desempeñando tareas de gobierno. Creo haber servido lealmente a mí país, en la altura del poder o en la inmensidad del llano.

 Hay algo que, a los 80 años, sí puedo decir con orgullo ¡Yo SÍ soy político!”

Saludos al cielo….señor presidente!!!!

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