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OPINIÓN/ Inseguridad: Convulsión y consecuencias irán en aumento

Escribe: Pedro Morales Mansilla.

LXIV aniversario de la fundación de Acción Popular | Fernando Belaunde | Pedro Morales Mansilla | | Política | La República

¿Qué nos espera? Cómo salimos de este entrampe que -entre otros dolores- está motivando muertes a cada hora, cierre diario de esperanzadores emprendimientos que agudizan los niveles de pobreza y -según cálculos moderados- la partida, en busca de mejores oportunidades y tranquilidad de aproximadamente medio millón de peruanos

Estamos viviendo una convulsión social que va en incremento, junto con las gravísimas  consecuencias sociales y económicas que la inseguridad instala entre nosotros; mientras la representación política que ejerce funciones ejecutivas y legislativas, llamada a ponernos a buen recaudo ante ese peligro, muestra patética ineficiencia y escasa o nula empatía con el drama que desgraciadamente se expresa en proporciones alarmantes en los espacios que la inseguridad ciudadana otorga al  sicariato, secuestro, extorsión del crimen organizado, asaltos y robos de la delincuencia común, acicateados por la impunidad.

En este escenario, es totalmente comprensible -y ha sido necesaria- la reacción de la ciudadanía y diferentes instituciones de la sociedad civil para expresar en marchas multitudinarias su indignación, justa protesta y reclamos ante la ineficiencia, la falta de un plan con liderazgo definido, recursos económicos y logísticos y legislación oportuna, acordes con las necesidades de difíciles circunstancias que estamos viviendo;  pero,  ni el gobierno que insiste en sus programas fracasados (emergencias) y ministros cuestionados (Interior)  ni el Congreso, que mantiene  su legislación cuestionada y prefiere, ante la atención institucionalizada y presencial a las marchas como la del 23 de oct., su “semana de representación”, para hacer el proselitismo que les permita continuar en el parlamento como diputados o senadores, tienen conciencia de la  negativa incidencia de sus desdenes y sus actos que están de espaldas al sentir  mayoritario del país que es,  tener seguridad en todo los lugares y niveles de nuestra estructura social… AHORA.

Entonces surge el ¿Qué nos espera? Cómo salimos de este entrampe que -entre otros dolores- está motivando muertes a cada hora, cierre diario de esperanzadores emprendimientos que agudizan los niveles de pobreza y -según cálculos moderados- la partida, en busca de mejores oportunidades y tranquilidad de aproximadamente medio millón de peruanos, especialmente jóvenes profesionales, generando incertidumbre, desesperación y tristeza ante el rompimiento obligado de la unidad familiar.

Sin duda, mientras siga la inercia de la representación política que ha generado las protestas-

movilizaciones tienen y deben de continuar, su fortaleza popular y convicción, sin duda, pueden llamar la atención y; por tanto, motivar la acción eficaz de los responsables de todas las instituciones llamadas por nuestro Estado de Derecho (PNP. MP, PJ, INPE, etc.) a diseñar y operar políticas viables, dirigidas a restablecer y brindarnos la seguridad integral que necesitamos y la que tenemos derecho.

Es preciso, entonces, UNIRNOS (inspirados en la unión que motiva el mes morado) en una sola agenda, concertada y sustentada en la prioridad y la urgencia de la seguridad, despercudiéndonos de las consignas partidarias que dividen, sobre todo de esas fundamentalistas que buscan -dizque para apoyar- infiltrar las nobles causas y aprovechar las circunstancias para agudizar las contradicciones y, de las otras de orilla opuesta, que encuentran el motivo para desatar y desarrollar políticas facistoides, aunque sabemos que en el Congreso actúan “en pared”.

La ciudadanía promotora de las marchas, tiene la oportunidad de demostrar que es capaz de convocar a todas las instituciones (profesionales, gremiales, estudiantiles, etc.) en el objetivo de seguridad que anhelamos alcanzar, ya que los cerca de 40 remedos de partidos que ya están en campaña, no muestran ninguna intención de concertar (no entienden la democracia) sobre la grave situación de estos tiempos, liderazgos idóneos, ni propuesta seria para la coyuntura que nos abate.

Por tanto, no tienen “vela” en esta lucha por la seguridad y no deben intoxicarla; más, si solo utilizan el desgraciado asunto para la crítica; es decir, como un insumo para sacar ventaja electorera. Mientras el país se “desangra”, están con discursos repetitivos y verdades de Perogrullo (similares a los del Congreso), con acciones “cero” y perorata “salvadora” al máximo.

Así, la cadena ciudadana de protestas (marchas) no debe parar, demostrando que efectivamente son pacíficas, limpias y transparentes en el objetivo común, fortalecido por la unidad, claro el interés por salvar al del país y el respeto por y entre todos.

Hace mal el gobierno en satanizarlas -sin previamente tender los puentes al diálogo, hay tiempo para evitar cualquier  acción contraproducente-  si se desarrollan –inclusive- en los días de la APEC, pues la urgencia nacional, la guerra que estamos librando, es por la seguridad ahora, sin pérdida ni de un segundo, esa es la prioridad.

Además que, sin duda, los líderes mundiales que vienen comprometiendo su asistencia saben lo que viene sucediendo en el Perú, estamos en el tiempo de la globalización y de las comunicaciones en tiempo real. Anotamos, las protestas son por la falta de seguridad, para restablecerla y darle tranquilidad a las inversiones y a las posibles nuevas. Precisamente.

Lima.27 de octubre de 2024

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