La auto flagelación se ha vuelto una característica de los peruanos, producto de la sistemática información destructiva, difundida por gran parte de la prensa y multiplicada por las redes sociales.
Las malas noticias, las especulaciones, las exageraciones, etc., son el pan de todos los días, nos acostamos con malas noticias y nos despertamos con peores y gran parte de ellas no confirmadas y enmarcadas en «habría, hubiese, podría, se cree, pareciera, presuntos, en investigación, etc.». Con esta retórica qué difícil se hace mejorar el optimismo y la confianza en las instituciones democráticas así como de los agentes económicos.
Un par de ejemplos para ilustrar lo señalado:
La prensa, la contraloría, la fiscalía y el congreso nos saturan de denuncias a diario, investigaciones que se publicitan al máximo, pero que la mayoría de ellas se diluyen en el tiempo y muy pocas llegan a procesos judiciales y menos aún a sentencias consentidas y ejecutoriada (confirmadas en última instancia).
El segundo ejemplo proviene de la Contraloría que durante años nos informó (sin pruebas) que el país perdía 10 mil millones anuales por corrupción y ahora la suma subió a 12 Mil Millones, incorporando los conceptos de ineficiencia y mala calidad de la inversión pública. Está denuncia reiterada se basa en cálculos, estimaciones y presunciones pero no en evidencias y menos pruebas, si las tuvieran debería señalarse las obras, las autoridades y las instituciones dónde se produjeron los robos, seguido de las denuncias penales correspondientes pero no, se lanza la piedra y se esconde la mano.
La referida auto flagelación, muchas veces sin objetividad y corroboración necesaria, se repite en los tres niveles de gobierno, en los tres poderes del estado y en todos los organismos públicos.
El efecto que genera en la opinión pública es de indignación, impotencia y cólera, generando la sensación colectiva de desesperanza, impunidad y lo más grave que el Estado es fallido y la democracia no sirve.
Somos incapaces de alegrarnos de haber salido de un pésimo gobierno así sea solo para caer en otro mediocre, sin lugar a dudas es mejor el vaso medio lleno o medio vacío al que tuvimos hasta hace cuatro meses, «absolutamente seco y vacío».