En las últimas semanas la izquierda lanzó una feroz ofensiva ideológica en contra de la ley aprobada por insistencia en el Congreso, que promueve la formalización de los predios en la Amazonía en donde se desarrolla agricultura informal sobre suelos de uso forestal. En otras palabras, la izquierda le niega a miles de familias que conviertan sus posesiones en derechos de propiedad. El argumento y la campaña de las oenegés de izquierda nacionales e internacionales y de las izquierdas políticas ha sido una supuesta defensa de los bosques de la Amazonía.
Café y cacao desplazados por cultivo de hoja de coca y el narcotráfico
Sin embargo, debemos formularnos una pregunta central para debatir con el ecologismo radical de la izquierda: ¿Puede la Amazonía sustraerse de los fenómenos de la globalización y los mercados? ¿Se puede aislar a las comunidades nativas de “las economías” que se desarrollan en la región? De ninguna manera. La negación, la locura de pretender sustraer a la Amazonía de la globalización está llevando a una feroz destrucción de los bosques amazónicos. En la selva, las comunidades nativas no tienen derechos de propiedad sobre sus gigantescos predios, no existen concesiones forestales que promuevan la recuperación de los bosques en las zonas deforestadas, la tala ilegal de bosques es promovida por las propias comunidades nativas en alianza con aventureros que los explotan por falta de derechos de propiedad, mientras miles de migrantes de la sierra desarrollan agricultura informal en suelos considerados bosques forestales.
La falta de derechos de propiedad, pues, es la principal causa de la deforestación de la Amazonía.
La ley aprobada por insistencia en el Congreso –que ha sido demonizada por la izquierda– solo trata una parte del problema: permite formalizar predios de agricultura informal que se desarrolla en suelos de uso forestal. En otras palabras, crea un muro contra el avance de la agricultura informal porque la mayoría de agricultores apuntará a formalizarse y a desarrollar inversiones que frenarán el avance sobre suelos de uso forestal.
Por otro lado, la mencionada ley es una herramienta fundamental para detener el narcotráfico en la Amazonía. En el Perú existen cerca de 400,000 familias que exportan café y cacao por cerca de 700 millones a Europa. Sin embargo, una norma de la Unión Europea establece prohibiciones a importar estos cultivos producidos en zonas deforestadas de la Amazonía después del 31 de diciembre del 2020. La norma europea entrará en vigencia en el 2025.
Gran parte de la agricultura de cacao y café se desarrolla sobre predios informales. Si el Estado no implementa un plan de formalización de emergencia –utilizando la excelente ley del Legislativo– todas estas tierras perdidas para la agroexportación migrarán al narcotráfico. Vale señalar que en los últimos reportes sobre cultivo de hoja de coca en el país se registra un avance preocupante de estos sembríos en Ucayali y Loreto, áreas donde el café y el cacao se convirtieron en cultivos alternativos al principal insumo de la cocaína. Se habla, incluso, de que serán los nuevos vraem.
Es incuestionable que la deforestación de la Amazonía avanza. Según el proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), el Perú es el tercer país en deforestaciones de bosques primarios, luego de Brasil y Bolivia. Según Geobosques, del Ministerio del Ambiente, entre el 2001 y el 2020, en el territorio nacional se deforestaron 2,6 millones de hectáreas de bosques forestales.
La causa principal de este desastre: el ecologismo radical que se inventa una realidad y niega la creación de un sistema de derechos de propiedad en la Amazonía, como si las comunidades nativas de la selva fuesen peruanos de segunda categoría, como si fuese posible sustraer a la Amazonía de los fenómenos globalizadores y de mercado que atraviesan a toda la humanidad. La izquierda siempre produce pobreza y ahora se convierte en factor de destrucción de los bosques amazónicos.