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MAMÁ DINA

Por: César Campos R.

 

Parafraseando el célebre poema de Rafael de León, recuerde señora Boluarte: madre solo hay una y a usted, la encontramos en la calle.

 

En uno de sus más lamentables giros retóricos desde que se le conoce en el tabladillo público, la presidente Dina Boluarte se ha proclamado “la mamá de todo el Perú”. Lo hizo en Virú, región La Libertad, donde previamente adjudicó al gobernador de esta localidad, César Acuña, ser “el papá” de la misma.
El disparate de la señora Boluarte acarrea la dilucidación de varios enfoques sobre su rol y desempeño al frente de la jefatura del estado. Lo primero que salta a la vista es la imperiosa necesidad de pasarle la mano a su principal y más visible aliado político: Acuña y el partido Alianza Para el Progreso (APP), quienes controlan la dirección del Parlamento a través de su titular, el cuestionadísimo Alejandro Soto.
Partido que, como se sabe, también fue soporte del delincuente Pedro Castillo Terrones, primer mandatario 2021-2022, bajo el consabido como deteriorado principio de “defender la gobernabilidad”. Y el que, así mismo, cubre a Boluarte y a su entorno en las investigaciones planteadas a nivel del Congreso de posibles inconductas o delitos.
Lo segundo es el tufillo autoritario que emana de asignarse las máximas jerarquías familiares como si Boluarte tuviera un designio divino o natural y no el encargo democrático – además perentorio – derivado del marco constitucional.
Solo los más despreciables dictadores de la historia (Francois Duvalier, “papá doc”, Idi Amin Dadá, Rafael Leonidas Trujillo) celebraban encarnar figuras paternas severas y orientadoras, siempre en el supuesto de aproximar a sus naciones hacia un paraíso incontrovertible. Punto que nos recuerda al pequeñísimo número de ayayeros y ayayeras que atribuían al presidente Martín Vizcarra ser “un padre” inspirador durante la etapa de la pandemia del COVID-19 en la cual llegamos a ser el país con más tasa de mortalidad en el mundo. Hoy Vizcarra ya tiene puesto un pie en la cárcel al evidenciarse su condición de capo de una organización criminal moqueguana.
Lo tercero es que ninguno de los peruanos, ni siquiera el diminuto 8 % que la respalda en las encuestas, siente a Boluarte una madre. Su acceso al sillón de Pizarro fue tan atípico, inesperado, convulso y sangriento que minímamente aconseja la prudencia de colocarse en otra dimensión perceptiva. Ella apenas es nuestro mal menor, la administradora eventual de nuestras desgracias, la mala conductora de una sociedad en crisis que nunca encontró el camino de la empatía con el sentimiento popular tras un año y dos meses de encumbrarse en el poder.
En suma, una presidente a la que toleramos por axiomas constitucionales y no por sus demostraciones de liderazgo, sabiduría o suprema calidad humana. Parafraseando el célebre poema de Rafael de León, recuerde señora Boluarte: madre solo hay una y a usted, la encontramos en la calle.

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