un negativo e inaceptable comienzo de gestión presidencial para su país, para las relaciones transatlánticas y para el mundo urgido de paz.
Ya en su primer mandato Donald Trump mantuvo una postura crítica y hasta hostil hacia la Unión Europea, cuestionando la importancia de las alianzas tradicionales y promoviendo el enfoque unilateral en las relaciones internacionales. Exigió que aumentaran sus gastos en defensa, argumentó que Estados Unidos estaba asumiendo una carga desproporcionada en la OTAN. impuso altos aranceles y la renegociación de algunos tratados. Su lema «América Primero» generó tensiones en sectores clave, como la automoción y la agricultura. Sin mencionar que retiró a su país del Acuerdo de París, en abierto desafío a los esfuerzos europeos por combatir el cambio climático.
Su retórica sobre la inmigración y el nacionalismo fue percibida como un retroceso en los valores democráticos y en los derechos humanos. Al asumir un segundo mandato, esta relación de confrontación ha continuado y se ha agravado con la imposición vertical de su visión unilateral, ignorando el rol fundamental del viejo continente con sus democracias con valores humanistas. Quiere pasar por alto el protagonismo de la UE en la guerra de Ucrania pretendiendo pacificar sin escuchar a las víctimas de la invasión rusa ni a los países europeos muy afectados.
La relación y las negociaciones personales de Trump con Putin son inexplicables para la cooperación multilateral occidental que apoya a Ucrania. Y la perla ha sido el discurso de su vicepresidente Vance en Munich donde ha trasgredido los límites éticos y políticos del Nunca Más al nazismo y al fascismo. En lo tecnológico, su enfoque es regresivo hacia la regulación y la libre competencia que trae tensiones sobre los avances de la innovación, especialmente sobre IA. En suma, un negativo e inaceptable comienzo de gestión presidencial para su país, para las relaciones transatlánticas y para el mundo urgido de paz.