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OPINIÓN/ La ciudad y los perros: Una mirada crítica al derecho a través del cine peruano

Escribe: Aníbal Quiroga León (*)

 

“- ¿Usted es un perro o un ser humano? -preguntó la voz.

-Un perro, mi cadete.

-Entonces, ¿qué hace de pie? Los perros andan a cuatro patas.

Él se inclinó, al asentar las manos en el suelo, surgió el ardor en los brazos, muy intenso. Sus ojos descubrieron junto a él a otro muchacho, también a gatas.

-Bueno -dijo la voz-. Cuando dos perros se encuentran en la calle, ¿qué hacen? Responda, cadete. A usted le hablo.

El Esclavo recibió un puntapié en el trasero y al instante contestó:

-No sé, mi cadete.

-Pelean -dijo la voz-. Ladran y se lanzan uno encima del otro. Y se muerden”.

(La ciudad y los Perros, Mario Vargas Llosa)

 

Mario Vargas Llosa fue uno de los escritores más influyentes y reconocidos de la literatura contemporánea en la lengua española, reconocido universalmente. Arequipeño de nacimiento, construyó una carrera literaria que abarca más de seis décadas, siendo galardonado con numerosos premios, entre ellos el Premio Nobel de Literatura en el 2010 o el reconocimeinto de la “inmortalidad” de la  Academia Francesa, siendo el primer hispanoparlante en ser admitida en su seno. Su obra es vasta y diversa, abarcando géneros como la novela, el ensayo, el teatro y el periodismo.  Sus escritos a menudo exploran temas complejos como el poder, la política, el amor, las pasiones humanas, la identidad y la lucha por la libertad individual.

IMPORTANCIA DE LA OBRA DE MARIO VARGAS LLOSA

La ciudad y los perros - San Sebastián, ciudad de la cultura

En 1963 publica la novela La Ciudad y los Perros, siendo una de sus obras más emblemáticas que marcó un hito importante en la literatura peruana y latinoamericana, y con la que ganó uno de sus primerios reconocimiento: Premio Biblioteca Breve. Esta novela es importantísima en su género y fue ambientada en el bien conocido Colegio Militar “Leoncio Prado” de Lima. En este escenario castrense, Vargas Llosa se atreve a narrar la historia de un grupo de Cadetes provenientes de la escuela secundaria, que viven rodeados por un entorno militar marcado por la violencia disfrazada de disciplina, la tristeza, la corrupción, la opresión, el dolor y la injusticia. Pero también la vivencia social de la época.

A través de una narrativa innovadora que emplea múltiples perspectivas y técnicas de monólogo interior, Vargas Llosa usa al Colegio Militar como vitrina para, sobre su imagen, criticar las estructuras y jerarquías autoritarias de la sociedad peruana de la época exponiendo las contradicciones y tensiones de una nación que, durante aquella época, se encontraba en proceso de modernización y democracia a través del gobierno autoritario del Gral. Manuel A. Odría.

Ahora bien, sobre la película «La ciudad y los perros», se podría decir que es una obra audiovisual peruana pionera dirigida por Francisco Lombardi en 1985, basada precisamente en la novela de Mario Vargas Llosa. El guion, al igual que la obra literaria, está ambientada en un estricto Colegio Militar “Leoncio Prado”, donde un grupo de jóvenes cadetes completaban sus estudios secundarios con rudeza, estricta disciplina, rudeza, represión y no pocos abusos por parte de sus compañeros y de sus autoridades militares.

La película sigue a varios personajes, incluyendo al «Jaguar», un líder alfa rebelde y anómico, y al «Esclavo», un personaje vulnerable que sufre humillaciones constantes siendo “el punto” permanente en lo que hoy sería considerado como “bulling”. Del mismo modo, lo hace con “El Poeta”, quien tiende a escribir novelas eróticas y correspondencia por cartas para sus compañeros de clase a cambio de dinero o bienes en especie, en lo que sería una referencia en parte autobiográfica del propio autor.

El punto de inflexión ocurre cuando se descubre un sistemático robo de exámenes dentro del Colegio, desencadenando una serie de eventos violentos que culminan en el asesinato de «El Esclavo», hecho enmascarado durante una maniobras con practicas de tiro con fusil en que eran entrenados los cadetes, y que fue un acto punitivo por haber faltado a la primera regla de oro de su vida interna: no ser un delator. “El Esclavo” sucumbió a la debilidad de romper el pacto interno, “el código” de los cadetes de nunca delatar a nadie, de no ser un “soplón” o “chivato”, por amor, para no ser sancionado con la retención en el Colegio el fin de semana, sin su salida, impidiéndosele encontrarse a la chica de la que estaba perdidamente enamorado.

El Colegio trata de encubrir el crimen rápidamente para proteger su reputación y las acciones legales que pudieran tomar los padres de “El Esclavo”, lo que provoca un enfrentamiento entre los cadetes y las autoridades militares. A través de esta historia, la película ofrece una crítica mordaz a las instituciones militares, la exacerbada disciplina hasta el absurdo, el espíritu de cuerpo y la impunidad en la sociedad peruana de la época.

El análísis profundo la película -que lleva el mismo nombre de la obra sobre la cual está inspirada- a través de una mirada de derecho constitucional peruano y cinematográfica. Principalmente, tendrá un enfoque crítico y analítico sobre las situaciones que han ido viviendo los personajes principales a la luz de la justicia. Del mismo modo, se analizará la normativa y jurisprudencia correspondiente a cada derecho mencionado. Por último, se explicará cómo la película refleja o cuestiona ciertos aspectos del derecho constitucional peruano, como los derechos fundamentales, la justicia y el estado de derecho.

ANÁLISIS DE LOS PERSONAJES Y SUS DERECHOS FUNDAMENTALES

Francisco Lombardi – La ciudad y los perros (1985) – SENTIDO FÍLMICO

  1. El respeto a la dignidad y el respeto a la integridad. –

La dignidad de la persona humana y el respeto a su integridad son dos derechos constitucionales que se ven transgredidos a lo largo de la película en la mayoría de personajes, que son los alumnos. Por ejemplo, la falta de empatía de los cadetes de grados militares superiores hacia los cadetes de ingresantes de tercero de media, a la humillación al llamarlos “perros” y el grado de violencia al hacerlos pelear unos con los otros como “perros” para engendrar un “macho alfa” del grupo, como lo era, sin duda, “El Jaguar”, sumamente cruel y personaje incónico en esta historia.

La degradación del ser humano, pero, sobre todo, del escolar menor de edad y por ende aún vulnerable, es una realidad que todavía peligra de grave manera en nuestra sociedad. Se transgrede el bien superior del adolescente en formación y generan personas con problemas conductuales a corto, mediano y largo plazo. No hace falta sino ver cómo van creciendo los índices de violencia de manera tan abrupta en los últimos tiempos.

El ambiente normalizado de violencia física, psíquica y moral intensificada, que llega picos muy altos en el que deben sobrevivir los cadetes del Colegio Militar “Leoncio Prado” es, sin duda, complejo y problemático. Se les acostumbra -apenas ingresan con los “bautizos” o “novatadas”– a violentarse unos con otros, lo cual sin duda viola sus derechos fundamentales. Claramente se les incita, cual manada de animales, a seleccionar a los “líderes” del grupo. En este caso, se trata de lo que se conoce en la obra como “El Círculo”, un clan o logia exclusivo de cuatro cadetes que gozan de autoridad, impunidad y manejan a su antojo a  sus compañeros de año.

Lo descrito es indiscutiblemente contrario con lo que dicta nuestra Constitución Política vigente, en sus Artículos 1, 2.1 e inciso h) del 2.24.

 

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ

Las constituciones políticas del Perú [Informe]

Artículo 1.-

La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.

Artículo 2. –

Toda persona tiene derecho:

  1. A la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar. El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece.

[…]

  1. A la libertad y a la seguridad personales. En consecuencia:

[…]

  1. Nadie debe ser víctima de violencia moral, psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos inhumanos o humillantes.

Cualquiera puede pedir de inmediato el examen médico de la persona agraviada o de aquella imposibilitada de recurrir por sí misma a la autoridad. Carecen de valor las declaraciones obtenidas por la violencia. Quien la emplea incurre en responsabilidad.

Del mismo modo, el Tribunal Constitucional se ha encargado de emitir pronunciamiento sobre estos derechos mencionados a través de sus sentencias. Uno de estos casos es el de Natalia Foronda Crespo y otras del 2004, sobre una Acción de Habeas Corpus contra el Ministro de Justicia de aquel entonces por tratos inhumanos, violencia, humillaciones y demás. La sentencia que se expidió en ese momento señala que, “la dignidad importa el reconocimiento del derecho irrefragable a un determinado modo de existir. En ese contexto, el ser humano es, per se, portador de estima, custodia y apoyo heterónomo para su realización acorde con su condición humana, de allí que la defensa de su integridad forme parte de la dimensión vital de la persona y, que, por ende, la Constitución le reserve deferente tutela y vocación tuitiva […] El reconocimiento de la indemnidad humana, in totum, se expresa, como regla general, en la no privación de ninguna parte de su ser. Por ende, proscribe toda conducta que inflija un trato que menoscabe el cuerpo o el espíritu del hombre”.

Asimismo, internacionalmente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos a la luz del Artículo 11 de la Convención Americana de Derechos Humanos, también se ha pronunciado al respecto.

CONVENCIÓN AMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Qué es la Convención Americana de DD. HH. y cuáles son sus efectos en Perú? | Noticias | Agencia Peruana de Noticias Andina

Artículo 11. –

  1. Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad.

  2. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación.

  3. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques.

La CIDDHH ha interpretado sobre los derechos de la dignidad y la integridad en todas sus vertientes (moral, psíquica y física) en el caso Flor Freire vs. Ecuador del 2016, que “la honra debe ser protegida para respetar el valor intrínseco de las personas y que la reputación tiene una cercana relación con la dignidad porque resguarda a los individuos de ataques que cercenen la proyección de su persona en la vida social”.

Entonces, las conductas que se visualizan en la película respecto a los estudiantes del Colegio Militar “Leoncio Prado”, claramente se encuentran en contra de la normativa nacional, los derechos fundamentales del ser humano, la jurisprudencia y los tratados internacionales a los que nos encontramos adscritos. Sin embargo, podría contraargumentarse que deberían contextualizarse los hechos, pues este tipo de maltratos, hace 60 años no se consideraban maltratos, y solían ocurrir frecuentemente con normalidad. Esto lamentablemente es verdad, no hay que indagar mucho ni ser un genio para saberlo. El maltrato y la humillación en las aulas era moneda común por parte de autoridades y compañeros de las aulas, sobre todo en los ambientes militares donde le enseñan a uno a ser fuerte y no dejarse doblegar por las debilidades. Pero esto no es justificación para no mirar hacia atrás y normalizar conductas humillantes o los castigos físicos frecuentes que se imponían a los cadetes  que se imponían. Esto podría ser conocido como la institucionalización y normalización de la violencia.

  1. El derecho de acceso a la justicia. –

Como se menciona párrafos arriba, el punto de inflexión en la trama de la película es el robo del examen del curso de Química, cometido por “El Serrano Cava”. Luego de la imposición del castigo de no dejar salir a los estudiantes, la delación por parte de “El Esclavo” al querer salir del colegio por amor y su posterior homicidio, se podría esperar un camino de justicia para la víctima y sus padres. Sin embargo, observamos que no dejan a los padres ver a su hijo al borde de la muerte, el crimen queda impune ante los ojos de los altos mandos militares y se le trata al homicidio como un accidente cuando no lo fue, incluso ante la declaración confesa del asesino: “El Jaguar”.

Esto no es sino un reflejo de lo que sucede con la justicia peruana día a día. Esa es la imagen que el autor lleva al lector, y al espactador, con singular éxito. Severos crímenes han quedado muchas veces impunes en el pasado y la sensación de injusticia es la que ha predominado en la sociedad; sobre todo cuando se trata de inmunidad en altos funcionarios a raíz de casos de corrupción, esto en el marco de crisis e inestabilidad política que llevamos viviendo desde hace casi diez años. No solo eso, sino que también producen sensación de injusticia, la ausencia de celeridad en los procesos judiciales y administrativos, pues los trámites son sumamente engorrosos y lentos, tornándose a veces en absurdos requisitos legales que impiden el acceso a lo que se conoce como “Tutela Jurídica Eficaz”. Aquí es menester recordar un dicho que recorre el Derecho peruano: “la justicia que tarda en llegar no es justicia”.

A pesar del arrepentimiento y el descubrimiento de múltiples incumplimientos al reglamento interno del colegio -como el consumo de alcohol, cigarrillos, revistas eróticas, armas blancas, juegos de azar, etc.-, la falta de reconocimiento del error por parte de las altas autoridades militares es lo que deja un gran sinsabor al final de la película, ya que citando al mismo Tnte. Gamboa: “Sería más fácil resucitar al cadete Arana (“El Esclavo”) que convencer al ejército de que ha cometido un error”. Y es lo que ocurre con el país a gran escala. Existen muchos funcionarios como Gamboa: personajes rectos, correctos, decentes y apegado al reglamento, que a raíz de la confesión de “El Poeta” deciden buscar justicia. Pero también existen funcionarios superiores que a través de frases como “Las lecciones no se dan a los superiores sino a los subalternos” prefieren mantener su puesto, el status quo, evitarse la fatiga o las incomodidades con sus allegados y amigos, y no abrir procesos ni buscar la verdadera justicia.

El acceso a una justicia eficiente es un derecho humano fundamental que debe ser respetado por todos en cualquier tipo de institución, desde un colegio hasta cualquier tribunal superior. No obstante, como bien hace en señalar Javier La Rosa Calle, existen barreras de acceso a la justicia, que se clasifican en barreras institucionales (llámese educación jurídica, carga procesal, organización del Poder Judicial y otras instituciones de justicia, presupuesto del Poder Judicial y otras instituciones), barreras sociales (barreras lingüísticas, barreras culturales y barreras de género) y barreras económicas.

Ante estas barreras es imposible que se visibilice la lucha por los derechos y por la justicia. Es aquí donde como ciudadanos y operadores de justicia podemos llegar a sentirnos como el Tnte. Gamboa, que en lugar de encontrar lo que “debería ser” en su propia institución, nos encontramos ante un absurdo jurídico o castigo, como el traslado al lugar más remoto del país, luego de aparecida la vicuña traída de Juliaca de la mala premonición. Después de todo “Con la conciencia limpia se gana el cielo, Gamboa; pero no siempre los ascensos”.

  1. El derecho a la libertad de expresión. –

La trama de la película sigue al grupo de cadetes que enfrentan un sistema autoritario y abusivo en el colegio, donde la represión se manifiesta tanto física como psicológicamente si es que no se obedece. En este contexto, el derecho a la libertad de expresión se presenta como una herramienta de resistencia y de búsqueda de identidad para los jóvenes cadetes. No obstante, cada vez que los personajes intentan expresar sus ideas o desafiar el status quo, se enfrentan a castigos severos y represalias. Esto pone de manifiesto la importancia del derecho a la libertad de expresión como un medio para cuestionar las injusticias y para promover el cambio social.

La película destaca la falta de libertad de expresión de los alumnos en el colegio militar como un reflejo de las condiciones más amplias en la sociedad peruana de la época. Recordemos que la obra literaria se escribe en el contexto cercano a Golpes de Estado militares. El autoritarismo y la censura limitan la capacidad de los individuos para expresarse libremente y participar en el discurso público. Este tema es particularmente relevante en el contexto de Perú, donde la Constitución Política del Perú reconoce y protege el derecho a la libertad de expresión.

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ

Corte Superior de Justicia del Callao - Oficial - #ConociendoLaConstitución En esta oportunidad publicamos el artículo 2 de la carta magna. CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL PERÚ TÍTULO I - DE LA PERSONA Y

Artículo 2.-

Toda persona tiene derecho

  1. A las libertades de información, opinión, expresión y difusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita o la imagen, por cualquier medio de comunicación social, sin previa autorización ni censura ni impedimento de algunos, bajo las responsabilidades de ley.

A pesar de este reconocimiento constitucional, la realidad descrita en la película muestra un entorno en el que estas libertades son frecuentemente violadas por las autoridades escolares. Los cadetes viven en un sistema que no solo reprime la libertad de expresión, sino que también fomenta una cultura del silencio, las acusaciones que se transforman en “soplonería” y la complicidad en actos que no se alinean a las buenas costumbres, al orden público, ni a su reglamento interno, como el robo de exámenes, los “bautizos”, humillaciones, etc. Esta dinámica es ilustrada a través de “El Jaguar”, quien representa el arquetipo del individuo que se rebela contra la opresión, pero que finalmente se ve obligado a conformarse o enfrentar graves consecuencias como el castigo que le impone el Tnte. Gamboa por el consumo de licor dentro del Colegio Militar.

La película también pone de relieve las tensiones entre el individuo y la sociedad, y cómo la falta de libertad de expresión puede llegar a conducir a la deshumanización y al aislamiento del ser humano. Los personajes que intentan desafiar el sistema son marginados y castigados por sus superiores, lo que crea un ambiente de miedo y mucha desconfianza. Esta situación claramente contrasta con los principios fundamentales de una sociedad democrática, donde la libertad de expresión es el elemento principal para el desarrollo de una ciudadanía informada y activa, en consecuencia, una sociedad justa.

En este sentido, La ciudad y los perros sirve como una plataforma de reflexión crítica sobre la importancia del derecho a la libertad de expresión en la construcción de una sociedad justa y equitativa. La película nos recuerda que la censura, las prohibiciones, el miedo y la represión no solo limitan la capacidad de los individuos para expresar sus ideas, sino que también impiden el progreso social y la innovación. En una sociedad donde la voz del individuo es suprimida, reprimida, limitándose el potencial para el cambio y la transformación. Para la vida en comunidad y en democracia tolerante.

Así, La ciudad y los perros constituye una poderosa representación de la lucha por la libertad de expresión en un contexto opresivo, en este caso el militar. A través de su narrativa, la película nos invita a reflexionar sobre la importancia de este derecho fundamental y sobre los desafíos que enfrentan aquellos que se atreven a cuestionar el statu quo. La historia de los cadetes del Colegio Militar “Leoncio Prado” es un diáfano recordatorio de que la libertad de expresión no es solo un derecho constitucional, sino también un principio esencial para la dignidad humana, su integridad y del desarrollo de una sociedad libre y democrática.


(*) Decano de la Facultad de Derecho y CCPP de la UCV. Jurista.


 

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