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OPINIÓN/ Leticia, un puerto sin agua.

Escribe: Ernesto Bustamante

Ernesto Bustamante (@ErnesBustamante) / X

Congresista de la República del Perú

 

No tiene sentido para los intereses colombianos que Petro haya distanciado diplomáticamente a ambos países mientras tenía como punto crucial de su agenda el resolver el crítico tema del acceso de Leticia al Amazonas

 

Leticia es una ciudad -hoy colombiana- fundada por el Perú como puerto sobre el río Amazonas. No tiene vías de comunicación terrestre o fluvial, salvo el Amazonas. El puerto no solo es importante económicamente para Colombia, sino que acoge anualmente a unos 100,000 turistas colombianos que llegan por vía aérea para conocer el río Amazonas.

Pero sucede, ya hace varias décadas, que las aguas de ese puerto se han retirado varios kilómetros a causa de un proceso natural de sedimentación aluvial de minerales en suspensión del caudal sólido del río en su brazo más lento, que es colombiano. Hoy, para poder acceder al río desde el puerto de Leticia, hay que caminar varios kilómetros sobre playas de arena (en esencia terreno ‘ganado’ al río). Más aún, el brazo colombiano del río Amazonas ya no tiene la profundidad necesaria para que embarcaciones de mayor calado puedan acoderar.

Para acceder a aguas más profundas, además de caminar varios kilómetros, los colombianos requieren llegar al otro brazo del río, el que está en el lado peruano: el que está pasando la isla Chinería, cuyo apéndice sur es llamado por Colombia isla de Santa Rosa. Por ello, Petro pretende redibujar los límites entre Perú y Colombia y redefinir el thalweg del río de manera que la isla esta vez esté bajo jurisdicción colombiana.

Para conseguir un acceso de Leticia al río Amazonas, Petro está usando el camino equivocado. Su actitud prepotente y sin tacto diplomático solo tendría sentido si le asistiera una fuerza militar disuasiva que favorezca a Colombia. Pero ello no es así. El balance militar entre Perú y Colombia no le favorece. Ha encontrado además una posición totalmente cerrada por parte de los diferentes estamentos del Estado, así como de la ciudadanía del Perú, en apoyo a los intereses del Perú. Solo opinan de manera neutra los pocos políticos de izquierda que comulgan con las posiciones ideológicas de Petro.

Petro sabía de esta pérdida de acceso al Amazonas antes de postular a la presidencia. Es más, este es un problema hidrográfico y ambiental que se viene visibilizando desde la década de 1970. No se comprende entonces que Petro no haya intentado negociar acciones de remediación con Perú y que no hubiera considerado como desventajoso enfrentarse al gobierno de la presidenta Boluarte, diciendo en numerosas ocasiones que más bien reconocía a Pedro Castillo como el legítimo presidente del Perú. Estos desatinos llevaron a que el Congreso del Perú declara persona non grata a Gustavo Petro. Un mes después, en marzo de 2023, el Perú retiró a su embajador en Bogotá, después de que el presidente colombiano defendiera a Pedro Castillo en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo haciendo comentarios injerencistas y ofensivos.

No tiene sentido para los intereses colombianos que Petro haya distanciado diplomáticamente a ambos países mientras tenía como punto crucial de su agenda el resolver el crítico tema del acceso de Leticia al Amazonas. Y, con una Cancillería colombiana proba y técnicamente calificada, se debió proponer oportunamente al Perú realizar esfuerzos binacionales para dragar el río Amazonas y controlar los depósitos aluvionales para que no aparezcan nuevas islas fluviales. Así se protegería el puerto de Leticia y su acueducto, pues mientras más se aleja el río es más difícil tomar el agua de la quebrada Yahuarcaca.

La reciente declaración de Gustavo Petro en el sentido de desconocer la soberanía peruana sobre el distrito de Santa Rosa y la jurisdicción de sus autoridades locales ha permitido ilustrar ciertas situaciones enojosas al interior de su gobierno. El presidente de la república es quien conduce la política internacional, pero siempre bajo la guía técnica y profesional de la cancillería. Estos desatinos reflejan el pobre nivel de varios de los actuales miembros de la cancillería de Colombia.

Petro modificó en 2025 los requisitos para ser embajador o miembro del cuerpo diplomático de Colombia. Y ello fue a raíz de que el Tribunal Administrativo de Cundinamarca anuló el nombramiento de Armando Benedetti como embajador ante la FAO; entre otras razones, porque no poseía el requisito del dominio del idioma inglés. Benedetti es hoy el ministro del Interior de Colombia. Él declaró hace pocos días que, si no se resuelven las cosas por los canales diplomáticos, pues “las cosas se van a poner feas”.

No sorprende entonces que Benedetti sea ahora un candidato para ocupar el puesto de Canciller de Colombia. Benedetti, es un periodista y excongresista con credenciales oscuras: adicto confeso a las drogas y el alcohol, acusado por la fiscalía colombiana de estar ligado al caso Odebrecht y por la Corte Suprema de recibir sobornos, y a quien el Departamento de Estado le retiró su visa a los EEUU por manejos turbios de dinero. Es un bravucón con causa.

La ciudadanía peruana debe ser solidaria con los esfuerzos de la Cancillería del Perú para dar una solución negociada que de ninguna manera implique cesión de soberanía o cambio de la demarcación limítrofe. Lo que deberemos hacer es convenir en soluciones de cooperación técnica en el río Amazonas para dragar conjuntamente y prevenir la acumulación de depósitos aluvionales. No obstante, ya la historia nos ha enseñado que es imperativo conservar una posición de fuerza. De ello se deben encargar nuestras fuerzas armadas en cumplimiento de su obligación constitucional de proteger la integridad territorial de la nación.

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