es probable que la ONU, la OEA y otras organizaciones similares, tengan que reformular sus estructuras y postulados para adaptarse al llamado “Nuevo Orden Mundial”
El desgaste de recursos es una estrategia política, económica, social y diplomática, en la que priman las relaciones entre países alineados en función de sus recursos, ideologías, intereses, exportaciones, importaciones, capacidad productiva, ubicación estratégica y lo que representan para los Estados limítrofes, vecinos regionales y grandes potencias. En este contexto, juega un papel importante el tiempo, la capacidad de resistencia frente a la presión existente y la supervivencia tanto de las fuerzas como del pueblo de las naciones involucradas.
El desplazamiento de una parte importante de una Fuerza de Tarea de los EEUU al Caribe, con el fin de bloquear las aguas venezolanas y presionar al gobierno de Nicolás Maduro para que ponga fin, de una vez por todas, a las acciones narcoterroristas, al tráfico de drogas y al lavado de activos, que afectan no solo a su población y territorio, sino también a Europa y otras regiones en el mundo, parece formar parte de una estrategia de desgaste progresiva. Se presume que esta operación se coordinó previamente con algunas potencias con intereses en territorio venezolano y otros países de la región. Seguramente, en pocos días, se verán los resultados de dicha maniobra.
Y es que el mundo vive bajo un nuevo orden, basado ahora en la capacidad, tecnológica, la inteligencia artificial, el armamento letal, el control del espacio aéreo, la cibernética y poder satelital, además de una economía sólida en los países que poseen estas ventajas.
Así, lo reflejan las reuniones que se han dado últimamente a nivel mundial: La de Donald Trump de (EEUU) con Vladimir Putin (Rusia) en Alaska; la de Trump con los lideres de Europa y el Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski; y también el encuentro entre Trump y Xi Jinping (China) en los que, se presume, se abordaron temas relacionados con el avance del globalismo internacional proyectado hacia los años 2030-2040.
Este fenómeno amenaza con transformar profundamente aspectos esenciales de la sociedad como la familia (núcleo básico), la religión, la educación, el libre comercio, la inmigración descontrolada, la raza, el género, los derechos humanos y las múltiples guerras que afectan la paz mundial, muchas de las cuales deberían resolverse por vías pacíficas.
Otro evento importante fue la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), que contó con la presencia de Vladimir Putin (Rusia), el Presidente de Bielorrusia, el Primer Ministro de India, representantes de seis países más y delegaciones de otras 16 naciones observadoras. En esta reunión el presidente de China abogó por un mundo multipolar más justo y ordenado, y por una globalización económica inclusiva. Así mismo, promovió la creación de un sistema de gobernanza global más equitativo y razonable. Cabe destacar que la OCS representa cerca de la mitad de la población mundial y el 23.5% del PBI global, consolidándose como una alternativa frente a la OTAN.
Todo lo descrito obedece al nuevo orden mundial que ya está en marcha. Es evidente que estamos en una nueva era, aunque existen discrepancias, también se observan mayores afinidades entre los Estados. El antiguo comunismo, marxismo y leninismo ideológico, así como las democracias capitalistas tradicionales, parecen haber quedado obsoletos. El llamado “Comunismo del Siglo XXI” intentó reorganizarse en América Latina a través del Foro de Sao Paulo, creado por iniciativa de Fidel Castro y Lula da Silva en 1990 y el Grupo de Puebla, fundado en Julio del 2019, fortaleciendo la ideología del Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, con la desaparición de la Unión Soviética y el fracaso de varios gobiernos latinoamericanos que promovían este modelo, dicho proyecto ha ido perdiendo fuerza.
Con estos cambios, es probable que la ONU, la OEA y otras organizaciones similares, tengan que reformular sus estructuras y postulados para adaptarse al llamado “Nuevo Orden Mundial”. Luego de lo que ocurra con Venezuela y Colombia, el Perú también tendrá que actualizar su posición ante estos acontecimientos, especialmente antes de las elecciones del 2026.