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OPINIÓN/ Petro: demagogia, irresponsabilidad y tragedia

Escribe:  Francisco Diez-Canseco Távara (*)

Petro debería abandonar sus cruzadas demagógicas contra el Perú y enfrentar el desastre que tiene en casa.

 

Gustavo Petro ha demostrado, una vez más, que su estilo de gobernar se basa en la confrontación, la manipulación y la irresponsabilidad. Mientras Colombia se desangra por la violencia y la criminalidad, Petro pretende recuperar  su capital político atacando a la soberanía del Perú con discursos demagógicos y carentes de sustento histórico o jurídico. No le basta con fracasar en la gestión interna; pretende desviar la atención de su pueblo fabricando conflictos externos, como lo hace cualquier demagogo  acorralado por su propia ineficiencia.

Su retórica contra el Perú no solo es un insulto a nuestra historia y a los tratados que fijan de manera clara e incuestionable nuestras fronteras, sino que constituye un acto de provocación que erosiona la paz regional. Es un intento burdo de inflamar el nacionalismo para ocultar su evidente incapacidad de resolver los problemas reales de Colombia.

Pero mientras Petro se dedica a esta farsa diplomática, el país que dice gobernar se hunde cada vez más en la inseguridad. El asesinato de Miguel Uribe, joven político con vocación de servicio y una de las voces más firmes de la oposición, es una herida abierta que estremece a toda Colombia. Su muerte no solo arrebata una vida prometedora, sino que también simboliza el deterioro de las garantías mínimas para quienes se atreven a disentir del poder.

El crimen contra Uribe no puede analizarse en el vacío: es reflejo de un clima en el que la polarización, la tolerancia con grupos violentos y el debilitamiento de las instituciones han creado un terreno fértil para la barbarie. Petro, lejos de unir a su nación, ha abonado las divisiones y ha mostrado una peligrosa indulgencia hacia actores que amenazan la democracia,  explicable por su origen como terrorista.

Hoy, más que nunca, Colombia necesita un liderazgo que ponga fin a la violencia, que respete la disidencia y que recupere la autoridad moral del Estado. Petro debería abandonar sus cruzadas demagógicas contra el Perú y enfrentar el desastre que tiene en casa.

La memoria de Miguel Uribe exige justicia y verdad. Y el Perú exige respeto. En ambos casos, Gustavo Petro y su farsa marxista deben terminar .


(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz


 

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