así gane el Milei, Bukele o Trump cholo o chola, hay un sistema político perverso que hará inviable plasmar políticas sensatas a favor de nuestro desarrollo.
Tomo el título de una conocida expresión nacida en el Eclesiastés (“¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión! ¿Qué provecho saca el hombre de tanto trabajar en este mundo?”) y trasladada a diversos poemas y canciones, solo para graficar el entusiasmo equívoco de quienes celebran como definitiva la emergencia de las opciones políticas de derecha en Latinoamérica y las derrotas de la izquierda. Triunfo que muchos desean pueda replicarse en el Perú en las elecciones del 2026.
En efecto, el abrumador éxito de La Libertad Avanza del presidente Javier Milei en las últimas elecciones legislativas de Argentina, así como el de Rodrigo Paz en Bolivia y la casi segura posibilidad de que José Antonio Kast se haga de la presidencia de la república en el ballotage de Chile, infla el pecho de liberales y conservadores. Se aquilata la convicción de que el péndulo se ha movido hacia la diestra y que los disparates socialistas (sin menoscabo de diferentes grados de corrupción) de Evo Morales, el kirchnerismo y Gabriel Boric han sido sancionados razonablemente por los pueblos soberanos.
Hay verdad, pero también premisas aventuradas en esta hipótesis. La dinámica del mundo que apuntala las grandes transformaciones tecnológicas, el comercio activo de bienes y servicios, así como la movilidad migratoria (con su ambigua implicancia en las sociedades modernas, de lo bueno y lo malo), deja poco espacio al lloriqueo izquierdoso que sigue culpando al modelo de libertades políticas y económicas de las desgracias de los núcleos marginales del globo. Por el contrario, está demostrado que la alquimia socialista detiene la reducción de la pobreza, retrasa el progreso de las naciones y hunde la competitividad de sus medios de producción.
Pero es necesario ampliar la vista a los resortes emocionales que impulsan la conducta humana, trascendiendo lo racional. Es un campo que debe trabajarse con ahínco para vencer la fácil prédica de víctimas y victimarios. Sirve sobremanera que personajes como el argentino Agustín Laje o la española Cayetana Álvarez de Toledo hayan identificado el mayor desafío en el eje de la batalla cultural, área donde el comunismo post caída del Muro de Berlín se refugió con gran sinvergüencería pero innegable efectividad.
Veamos el escenario peruano donde cabe el título de esta columna: vana ilusión. Porque así gane el Milei, Bukele o Trump cholo o chola, hay un sistema político perverso que hará inviable plasmar políticas sensatas a favor de nuestro desarrollo. No solo se trata de la previsible atomización del Congreso, engordado ahora por una cámara alta donde el esquema de elección no otorgará mayoría a quien gane. Lo peor es que —sean de derecha o izquierda— habrá un parlamento gobernado por los intereses fácticos y populistas, como es el actual. Parlamento donde veremos despropósitos superiores a la extensión del REINFO, la perforación del sistema previsional privado, el reparto de mayores sueldos sectoriales, beneficios solapados a la tala ilegal, trata de personas y demás iniciativas deplorables.
Vana ilusión. Mientras no hagamos efectiva la reforma del sistema político, habrá inercia con brotes indignantes de pura demagogia.