2024 y 2025 veremos reflejada la confianza de corto plazo. Pero si de verdad queremos un país mejor y digno de la OCDE, seamos conscientes que el camino es bastante largo y que requerimos voces más convocantes que disonantes
Los más serios analistas económicos advirtieron – desde fines del año pasado – que nuestro país tendría un ligero repunte de los indicadores de producción y crecimiento el 2024, superando el impacto negativo del fenómeno del Niño 2023 sobre todo para la pesca y el sector agropecuario. El BCR por ejemplo, proyectó una recuperación de este último del orden de 3,5 % y de 10,5 % en el caso del primero. Asimismo, auguró que la manufactura primaria crecería 3.9% y la no primaria 3.1%.
Las predicciones vienen cumpliéndose a la fecha y, para algunos como el ministro de Economía José Arista, con creces. El 5,3 % de abril gustó y levantó los ánimos. En mayo fue 4,5 % con “un sesgo hacia arriba”, según Arista. En paralelo, se vino el anuncio de la reactivación del proyecto minero cuprífero Tía María cuya fase de construcción cuenta con una inversión de 1,400 millones de dólares que abonará 0,2 % anualmente al PBI. Para Elmer Cuba de Macroconsult el retomar la fase de inversión representará un crecimiento del 0,3 % para el 2025.
Luego llegó el viaje de la presidente Dina Boluarte a la República Popular China, el primer periplo al extranjero con sentido integral y categoría de visita oficial. Dicha aproximación al gigante asiático también contribuyó a la mejora de las expectativas. Sobre todo, reflejado en los efectos colaterales que acarreará la puesta en marcha del megapuerto de Chancay, la gran inversión china cuyas acciones en la Bolsa de Valores de Lima se empezaron a cotizar en mayo y en la actualidad tienen una demanda que ha duplicado su valor, no exenta de riesgos según los especialistas.
También coincide con este escenario el impulso de otras obras de infraestructura como el aeropuerto Jorge Chávez y el puerto de San Juan de Marcona, sumado al arribo de una gran inversión pública en obras. Ante ello y vista la crisis endémica de nuestra institucionalidad, algunos ya se preguntan si hemos regresado al concepto de las “cuerdas separadas” de comienzos del siglo. Es decir, si la economía marcha en paralelo a las deplorables contingencias políticas nativas (como la feria de inscripciones partidarias y candidaturas de estos últimos días).
Ante ello, hay que decir un rotundo “no”. Cuba lo explica bien cuando sostiene que “en un año normal, donde no hubiera crisis política permanente, el rebote habría sido del 5 % y no del 3 %”. (portal Altavoz, 11 de julio). Y como nos la cantó el gurú de Harvard Michael Porter el 2009, de nada sirve el crecimiento del PBI si no apalancamos reformas de fondo en los sistemas político, judicial, educativo, salud, de seguridad y otros donde el déficit resulta más que grande: es patético.
Sin duda, 2024 y 2025 veremos reflejada la confianza de corto plazo. Pero si de verdad queremos un país mejor y digno de la OCDE, seamos conscientes que el camino es bastante largo y que requerimos voces más convocantes que disonantes en la clase política nacional.