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A RAYA

Por: César Campos R.

Suelo citar un desopilante comentario que hizo Eleuterio Fernández Huidobro (ex ministro de Defensa de Uruguay) para el documental producido por Emir Custurica sobre el ex presidente José Mujica, de quien fue cercano desde los tiempos de la guerrilla tupamarista. Interrogado por las dificultades padecidas en el gobierno de Mujica y compelido a mencionar a sus más grandes adversarios, Fernández Huidobro no dudó un segundo en señalar a las llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG), añadiendo “que en realidad deberían llamarse OMG porque son MUY gubernamentales”.

La ironía del ex ministro uruguayo aludía no solo a la intromisión descarada de las ONG en los asuntos de gobierno (buscando imponer sus agendas) sino también a la enorme voracidad presupuestaria pública que adquirió la gran mayoría de ellas en la región. Vivir del erario público a través de consultorías, se convirtió en un modelo de prosperidad para muchos.

Las ONG surgieron como legítimas representantes de la sociedad civil para promover causas justas que algunas veces no ganaban el interés de los políticos. Los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, dio cobijo a una diversidad de estas asociaciones reconociendo su rol complementario para las buenas decisiones públicas en un país con vasto territorio y organización política federal. Cubriendo para la revista OIGA las elecciones de 1992 – en las que salió elegido Bill Clinton – conocí la sede e historia de la Liga de Mujeres Votantes, una de las más antiguas ONG que surgió luego de obtenerse el voto femenino a fin de fortalecer su ciudadanía. Sin embargo, hoy sus objetivos y tareas son variadas.

Ese rol complementario de las ONG fue trastocándose con el tiempo en invasivo y perturbador. Países y agencias cooperantes percibieron que, en naciones con profunda debilidad institucional, era posible ir más allá de la propuesta. Les resultó necesario aprovecharse de cualquier resquicio que ofreciera el aparato estatal para tomarlo. Áreas como la salud, educación, cultura, justicia, seguridad interna, defensa y otras, se volvieron apetitosas. Su influencia hoy es capitalizable y hasta ha desarrollado un poderoso alcance mediático.

Todo esto viene a cuento a raíz de los reveses que vienen sufriendo las ONG caviares en el gobierno de Pedro Castillo y en el panorama político general. En el primero, tienen un dique por la acción de Vladimir Cerrón y sus huestes de Perú Libre, quienes han pasado a ocupar los puestos claves de la administración pública. Y en el segundo, sufren como niños sin chocolate no haber logrado colocar a sus favoritos en el Tribunal Constitucional, por lo que han iniciado una campaña de descrédito contra los elegidos.

Los demócratas deben mantenerse atentos y activos para mantener a raya a muchas de las ONG. Ya es momento de derrumbar su imperio fáctico y cínico. El daño que le han infligido a la marcha de nuestro sistema de libertades es cuantioso e irreparable.

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