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524 DÍAS DE OSCURIDAD DIPLOMÁTICA

Por: Luis Gonzales Posada

 

El gobierno proyectará su orientación política por las decisiones que adopte en el frente externo, porque el presidente dirige la política exterior de la nación de acuerdo al artículo 118 de nuestra carta fundamental.
Castillo así lo hizo al reconocer como gobernante legítimo al dictador venezolano Nicolás Maduro, a pesar de que los países integrantes del Grupo de Lima lo acusaban de haber sido reelecto mediante un megafraude electoral y de violar los derechos humanos, posición principista y democrática de 14 repúblicas americanas y de las naciones europeas.
Sin embargo, Castillo rompió ese cerco de profiláctico aislamiento, reconociendo a Maduro, al mismo tiempo que permitió que el agitador boliviano, Evo Morales, recorrer el Perú predicando a favor de una Asamblea Constituyente y por la nacionalización de los hidrocarburos; es decir, interviniendo en asuntos de competencia interna.
Lo demás lo conocemos bien. Silencio frente al arresto de centenares de cubanos que en diciembre del 2021 demandaron pacíficamente mejores condiciones de vida, “delito“ por el cual varios manifestantes fueron condenados a penas de 10 o 15 años de prisión.
Sobre el sátrapa nicaragüense Daniel Ortega, un débil comunicado,  a pesar que ha cerrado docenas de medios de comunicación, apresado a todos los candidatos que le hicieron frente, asaltado iglesias y cometido numerosas tropelías, incluyendo deportar a las monjas misioneras de la Madre Teresa de Calcuta.
Con la destitución de Castillo parece terminar una pesadilla de 17 meses, o 524 días, lapso devastador que registrará las páginas negras de la historia nacional, que comenzó al descubrirse que el jefe de Estado despachaba clandestinamente en la casa chotana de Sarratea, donde arreglaba turbios negociados y nombramientos. Un tiempo tormentoso, de graves confrontaciones con el Legislativo, la prensa y la Fiscalía.
La medida de esa inestabilidad la registramos en la designación de 75 ministros y cinco gabinetes, de funcionarios prontuariados o vinculados al terrorismo y por coimas que envolvieron al mandatario, familiares y amigos.
Lo recordamos ahora porque en el ámbito de nuestra política externa la portátil de embajadores retirados tienen mucha responsabilidad no sólo por conducirnos hacia el leprosorio diplomático del chavismo sino por callar ante una inmensa corrupción del régimen, que determinó la caída y el apresamiento de su jefe político.
El bloque chavista, sin embargo, mantiene fidelidad con Castillo. Tres perlas de antología: Evo Morales escribió en un tuit manifestando que “comprobamos, una vez más, que la oligarquía peruana y el imperio estadounidense no aceptan que líderes sindicales e indígenas lleguen al gobierno para trabajar por el pueblo”.
 No menos errático fue el mensaje del presidente colombiano, Gustavo Petro, quien luego de solicitar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que dicte una medida cautelar a favor de Castillo, sostuvo el disparate que en nuestro país “se ha conculcado el derecho a elegir y ser elegido y el tener un tribunal independiente de juzgamiento” Y, desde luego, no podía faltar el torpe blindaje del presidente mexicano Manuel López Obrador, que ha ofrecido otorgar asilo político al exmandatario.
Es importante, por tanto, que la presidente no cometa el error de nombrar canciller a un diplomático que forme parte de la portátil de embajadores castillistas porque, de hacerlo, habrá enviado una inequívoca señal de que continuamos en la órbita de las dictaduras que forman parte del Foro de Sao Paulo.

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