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PETRO DEBILITADO, PERO NO DERROTADO

Escribe: Luis Gonzales Posada

 

En política exterior Petro se exhibe como orgulloso aliado del sátrapa venezolano Nicolás Maduro, acusado de crímenes de lesa humanidad por los fiscales de la Corte Penal Internacional y carga con el pasivo su absurda confrontación con nuestro país

 

Quienes piensan que Gustavo Petro será desaforado por recibir dinero del narcotráfico en la campaña electoral, están equivocados. Quedará debilitado, sí, con otro frente abierto, pero lejos de abandonar la Casa de Nariño.
Para que proceda su destitución debe seguirse un largo trámite –estimado en tres años– en la Cámara de Representantes (Diputados) y luego el Senado debe aprobar o rechazar el desafuero.
El caso más parecido ocurrió durante la administración de Ernesto Samper (1994/1998), compendiado en el “Proceso 800”.
El mandatario fue implicado de recibir 5 millones de dólares del Cartel de Cali, liderado por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela.
En la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, integrada por 15 miembros, presentaron documentos y testimonios sobre aportes ilegales, donde Santiago Medina, tesorero y Fernando Botero, coordinador, reconocieron que el presidente conocía sobre la procedencia de esos fondos ilegales.
La defensa de Samper fue manifestar que “todo ha sido hecho a mis espaldas”, expresión replicada sarcásticamente por el arzobispo de Bogotá, Pedro Rubiano Sáenz, diciendo que “es como si un elefante entre a mi casa y no me entere”.
El Legislativo exculpó al presidente dictaminando que no es “ni culpable, ni inocente”, pero fueron imputados Medina y Botero, pagando con cárcel su participación en ese oscuro episodio.
Por su parte, Estados Unidos desertificó a Colombia en el tema de las drogas y canceló la visa del cuestionado mandatario, pero los generosos regímenes de izquierda del hemisferio, integrantes del bloque del socialismo del siglo XXI, lo encumbraron al cargo de secretario general de UNASUR.
Petro llegó al poder con 64% de aprobación y ahora ese capital se está diluyendo. No sólo por el escándalo del narcodinero, sino porque ha confrontado con el Poder Judicial y la Fiscalía y con los partidos Liberal y Conservador, con quienes constituyó un frente parlamentario, hoy desactivado.
Su plan de reforma del sistema de pensiones se encuentra en la congeladora del Congreso; fracasó en las negociaciones de paz con los guerrilleros del FLN y durante su primer año han sido asesinados 35 líderes sociales y han ocurrido 33 masacres con más de un centenar de muertos.
En política exterior Petro se exhibe como orgulloso aliado del sátrapa venezolano Nicolás Maduro, acusado de crímenes de lesa humanidad por los fiscales de la Corte Penal Internacional y carga con el pasivo su absurda confrontación con nuestro país, al exigir que repongan en la presidencia al golpista Pedro Castillo, siguiendo la psicótica narrativa del mexicano López Obrador.
Al hacerlo, soslaya que tenemos nudos históricos hace más de 200 años, desde los albores de la independencia; que integramos la Alianza del Pacífico y la Comunidad Andina de Naciones y contamos con gabinetes binacionales para impulsar el desarrollo económico y social de dos naciones que comparten una frontera de 1,626 kilómetros.
Una frontera compleja, que demanda máxima coordinación, porque es tierra de cultivos ilegales de hojas de coca, narcotráfico, tala de madera, extracción de oro y refugio de guerrilleros. La crisis en el vecino país no nos alegra y sin duda impactará en el Perú.
Por ello, más allá de los incidentes, de los agravios proferidos por Petro, es hora de desplegar un inteligente esfuerzo diplomático para superar estos impasses, mirando el objetivo superior de trabajar por la unidad e integración regional.
Las crisis muchas veces son un camino para avanzar, y este es un buen momento para hacerlo.

 

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