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LOS GOBIERNOS DE IZQUIERDA DESTRUYEN MERCADOS E INVERSIÓN

Escribe: Víctor Andrés Ponce

Director de El Montonero

 

En América Latina y el Perú los proyectos chavistas, populistas y autoritarios cuando llegan al poder se proponen eliminar al sector privado y empobrecer a las sociedades para convertir al Estado en el centro de la reorganización social

 

Si analizamos la obsesión del presidente de Colombia, Gustavo Petro, de destruir el sector privado en el sistema de salud y en el sistema de pensiones siempre nos preguntaremos de dónde proviene esa voluntad de destruir a la empresa y los mercados que generan empleo. Si recordamos el año y medio de gobierno de Pedro Castillo, que promovió una asamblea constituyente y la nacionalización de los recursos naturales –antes de su destitución por el golpe fallido-, que luego desataría la recesión del año pasado, la misma pregunta que nos hacemos sobre Petro en Colombia tiene absoluta validez.

E igualmente, si nos preguntamos por el artificial momento constituyente que crearon las izquierdas chilenas y el gobierno de Gabriel Boric –después rechazadas en dos elecciones nacionales–, que terminaron paralizando el milagro económico chileno, la pregunta sobre la voluntad del neocomunismo de destruir al sector privado se vuelve más acuciante.

Es hora de que las derechas y los sectores que defienden el sistema republicano en Hispanoamérica reflexionen y entiendan que sin capitalismo no existe democracia ni Estado de derecho. Los sectores neocomunistas y progresistas, sobre todo luego de la caída del Muro de Berlín, han construido el relato, la narrativa, de que el sistema republicano y la libertad pueden prosperar al margen del capitalismo y la empresa. Semejante teoría neomarxista incluso pretende desarrollar una revisión de las viejas teorías de Marx, quien sostuvo enfáticamente que “la democracia era el régimen de la burguesía”.

China y Vietnam son los experimentos del siglo XXI, en los que se desarrolla un capitalismo tutelado por el Estado, pero sin democracia, sin Estado de derecho ni equilibrio de poderes. Como todo experimento, debe estar en observación y bajo análisis, más allá de que la experiencia de la humanidad nos indique que, tarde o temprano, se desatará un conflicto insalvable entre el crecimiento y la demanda por libertades e institucionalidad.

Lo que sí es seguro es que no hay democracia, sistema republicano o Estado de derecho sin capitalismo. Desde el Reino Unido, pasando por los Estados Unidos, las democracias europeas y todos los países con estados de derecho, de una u otra manera, la condición impostergable de las experiencias republicanas es que la abrumadora mayoría de la economía sea conducida por el sector privado y de ninguna manera por el Estado.

En América Latina y el Perú los proyectos chavistas, populistas y autoritarios cuando llegan al poder se proponen eliminar al sector privado y empobrecer a las sociedades para convertir al Estado en el centro de la reorganización social. A más pobreza y más dependencia estatal, mayor poder político de los sectores que controlan el Estado.

En realidad la destrucción del sector privado por parte de las izquierdas que llegan al poder es una estrategia de poder para instalar un régimen totalitario que establezca “el fin de la historia”, tal como sucedió en los ex países de la Unión Soviética y hoy acaece en Venezuela, Cuba y Nicaragua.

En Hispanoamérica y el Perú, las dudas y las marchas y contramarchas de los sectores que defienden el sistema republicano, la economía de mercado y el sector privado, entonces, pueden representar errores fatales, insalvables. La izquierda cuando se trata de liquidar a la empresa no duda un segundo. Miren cómo Petro arrasa con la empresa privada en el sistema de salud de Colombia.

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