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¡GOLPISTAS!

Escribe:  Elmer Barrio de Mendoza

 

 ¿Habrán encontrado los excongresistas De Belaúnde y Olivares a los 75 desaparecidos que alguna vez inventaron?

 

La primera vez que escuché estupefacto afrentar a alguien absurdamente como “golpista” fue el 9 de noviembre de 2020 cuando se declaró la vacancia del entonces presidente Martín Vizcarra Cornejo. Quienes defendimos la decisión, perfectamente constitucional, del Congreso fuimos rápidamente motejados de golpistas. Cuando fue evidente que Vizcarra había sido despedido de la primera magistratura del país por sólidos indicios de corrupción, los defensores de Vizcarra dijeron que ellos no defendían al ya conocido como Lagarto si no que defendían la democracia.

Olvidaron que el Partido Morado (Guzmán, Sagasti, Costa, De Belaúnde, Olivares, Pablo, Paredes y otros) había emitido un comunicado público inmediato exigiendo la restitución de Vizcarra en la presidencia. No eran golpistas los morados pero sí mentirosos.

La asunción de Manuel Merino de Lama como presidente transitorio fue un grave error político. Merino, a quien ya habían demonizado previamente, debió haber renunciado a la presidencia del Congreso y éste elegir al nuevo titular, que asumiría de inmediato la Presidencia transitoria de la República. He pensado más de una vez que alguien como Otto Guibovich cumplía con el perfil adecuado, pero lo que pudo ser y no fue, simplemente no existe. Sólo quiero anotar que la democracia exige de sus líderes, como dice Pedro Patrón, vocación de servicio y vocación de renuncia. Pero eso de renuncia no se acomoda bien en la cabeza de casi ninguno de los políticos peruanos. ¿Qué es eso? preguntaría Dina Boluarte.

A qué viene el cuento

Personas inteligentes afirman con cierto descaro que en el Perú se dio un golpe congresal el 7 de diciembre de 2022. Es decir, deslizan la idea de que Castillo no fue el golpista y que el congreso sí lo fue. De repente me equivoco y son solo personas respetables pero no necesariamente inteligentes. Porque si en verdad fueran inteligentes no podrían eludir que Castillo violó el artículo 45° de la Constitución y que las instituciones reaccionaron conforme lo establece el articulo 46° de la misma.

Entonces, los mismos que defendieron a Vizcarra y, por supuesto, los que medraron de su gobierno, comenzaron a repartir el anatema “golpista” nuevamente.

Cuando se vieron ante la obvia formación de una mayoría congresal, los mastines se lanzaron contra el fujicerronismo, sin percatarse de que fujimoristas y cerronistas apenas suman 40 votos del actual congreso. De modo tal que, en realidad, deberían hablar de algo así como fujicerroprofeapepepopurenovavanzasomospodemismo y ni así alcanzaría los 87 votos para las grandes decisiones parlamentarias.

El actual congreso es ampliamente impresentable, igual que el gobierno de Dina Boluarte. Pero eso es lo que los peruanos elegimos y no existe golpismo alguno mientras no se produzca una violación fundamental de la Constitución. Lograr una mayoría congresal o sostenerse mutuamente con el Ejecutivo, será detestable pero no es ninguna violación de la Constitución.

¿Quiénes son los golpistas?

En cambio quienes se autoproclaman defensores de la democracia, sí lo están haciendo. Pongamos dos ejemplos. Primero, la Junta Nacional de Justicia se arrogó una competencia que no tiene, interpretar la Constitución, y decidir que el tope de edad para ser miembro de la JNJ tiene ningún valor, con el soporte de un informe de asesoría legal de Servir, institución de rango muy inferior, que tampoco tiene esa facultad. Porque la competencia de interpretar la Constitución sólo la tienen el Congreso y el Tribunal Constitucional.

Segundo, la Junta de Fiscales Supremos se apropió de otra competencia que le es ajena y se ha permitido señalar, mediante comunicado público, que el Congreso está actuando inconstitucionalmente y ha convocado a la ciudadanía a la desobediencia civil, apelando al artículo 46° de la Constitución. Todos sabemos que la función constitucional del Ministerio Público es perseguir el delito. Punto.

Pero resulta que en muchos casos, demasiados, fiscales liberan a avezados delincuentes que, con mucho esfuerzo, la policía captura. Y a qué se dedican entonces los fiscales, en gran parte a la persecución política y en otra a beneficiar a las más evidentes organizaciones criminales. Por supuesto hay fiscales dignos, pero cada vez son menos o prefieren arroparse hasta que pase la tormenta.

Estamos en un momento crucial. He sostenido muchas veces que las elecciones generales deben adelantarse y que deberíamos intentar un cambio de gobierno ordenado el 28 de julio de 2025, al mismo tiempo que, en el período intermedio, se constituye un gabinete de alto perfil técnico que nos permita llegar exitosamente a la transferencia.

Por supuesto eso exige que la señora Presidente muestre un poco de generosidad y que nos ayude a transitar este vía crucis con prescindencia de su figura obstaculizadora. La otra ruta sería la indeseable, pero a veces inevitable, vacancia. Para ello, el Congreso debería jugar un rol diferente al de hoy, que merece todos los denuestos que recibe. La clave está en ver a quién elige como presidente del parlamento el próximo mes. Si es alguien que reúna consenso y autoridad, podremos tener esperanza que, como todos sabemos, es lo último que se pierde.

Entonces que nadie se sienta dueño de la verdad y que todos se atengan a lo que la Constitución les asigna. Lo demás es golpista.

Una pregunta final: ¿Habrán encontrado los excongresistas De Belaúnde y Olivares a los 75 desaparecidos que alguna vez inventaron?

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