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OPINIÓN/ El progresismo y la desinformación de las últimas dos décadas

(El Montonero).- En los últimos días el progresismo nacional desarrolla de principio a fin lo que pretende denunciar: confluyen en denunciar a “los medios de la derecha y de la ultraderecha” arguyendo que este sector de medios desinforma al país. Una sinfonía progresista en que la denuncia evoca las mejores campañas de prensa y propaganda que Lenin proponía en el “Qué hacer”. El concierto, la coordinación en la denuncia contra la derecha es evidente. Cualquiera diría que hay buró y comité central detrás del activismo.

La estrategia de desinformar acusando a otros de sus propios pecados

 

En este portal pretendemos fomentar el debate de ideas. De allí que siempre nos alejamos del periodismo sobre periodistas y rechazamos y condenamos los acosos a cualquier colega. Es un principio que nadie debe abandonar. Sin embargo, sostener que la desinformación proviene de los medios de la derecha obliga a debatir sobre el tema.

¿Por qué el Perú está desorganizado y al borde de la anarquía? 0 para ser más precisos, ¿por qué el Perú no ha alcanzado el desarrollo cuando tenía todo para hacerlo? Por una narrativa de contenido fascista que señalaba que el fujimorismo y el keikismo era la suma de todos los males y una amenaza total para la democracia.

Recapitulemos: En el 2001 Alejandro Toledo ganó las elecciones nacionales y Alan García quedó segundo. En el 2006 García fue elegido Presidente y Ollanta Humala quedó segundo. En el 2011 ganó Ollanta y Keiko Fujimori quedó segunda. Sin embargo, la narrativa facistoide se inflamó y, como en los peores momentos del siglo XX, se produjo un veto que iba a poner en peligro la democracia. Keiko no siguió la regularidad política e institucional y algo se quebró. A partir de allí el Perú se desencaminó y llegamos a la tragedia de Pedro Castillo. ¿La narrativa antifujimorista informaba o desinformaba? Después de Castillo es difícil defender esa barbarie que demonizó a los fujimoristas casi como los nazis demonizaron a los judíos.

Hoy, por ejemplo, ¿quién informa o desinforma con respecto a la ola criminal? La narrativa que se impone es que el Congreso fomenta el desborde criminal. ¿Se trata de una información o desinformación? En las últimas dos décadas las fuerzas de seguridad fueron destruidas por las judicializaciones y persecuciones de la izquierda. Asimismo el progresismo pasó al retiro arbitrariamente a 18 oficiales generales de la policía nacional (PNP) con el objeto de controlar la institución y algunos fiscales judicializan a policías que abaten a delincuentes por “el uso desproporcionado de la fuerza”. Igualmente, el sistema de justicia no procesa y encarcela a las bandas criminales. ¿Acaso no se desinforma cuando se sostiene que la ola criminal se explica por cambios legales de semanas atrás?

Si vemos las informaciones sobre la Junta Nacional de Justicia vale preguntarse de dónde viene la desinformación. ¿Acaso la elección de los miembros titulares y suplentes no se hizo con todos los procedimientos planteados por el progresismo a través del referendo de Vizcarra? ¿Por qué se desinforma en la CIDH si todo se hizo de acuerdo a las reglas del progresismo? La misma desinformación sucede en el caso de una inversión minera, de un proyecto agroexportador, o cualquier sector vinculado a la inversión privada.

El progresismo peruano está dejando en claro su naturaleza leninista. Es decir, que su naturaleza y su existencia se define por la lucha por el poder. “Salvo el poder todo es ilusión” y no importan proyectos nacionales, ideas sobre país y criterios éticos para la acción política. Y una de las cosas más graves del progresismo nacional es que pretende luchar por el poder sin formar partidos ni ganar elecciones. Este impulso lleva a la estrategia de controlar instituciones para doblegar a los representantes del voto popular, tal como lo ha hecho el progresismo en las últimas dos décadas. Pero toda esta estrategia política e institucional requiere una condición: desinformar y desinformar para luego eliminar al adversario mediante la judicialización de la política.

En cualquier caso, el progresismo nacional, a diferencia de los progresismos en Chile y Colombia –que forman partidos y ganan elecciones– es un fenómeno único en la región porque, de alguna manera, ha controlado el sistema estatal en las últimas dos décadas y ha subordinado al voto popular a través del control institucional.

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