Son pocos los días en el poder, pero, por lo que venimos viendo, no cederá a los chantajes de la progresía y el “buenismo” internacional de la izquierda
En una zona del mundo donde los huracanes son moneda común y corriente, viene ocurriendo uno de categoría máxima. El huracán Donald J. Trump, en muy pocos días, ha remecido no solo a los Estados Unidos de América con una serie de medidas, sino también a la región y, principalmente, a los cimientos de la cultura progre-woke que venía sometiendo al mundo con la imposición de sus nefastas políticas socioculturales.
Elegido por una amplia mayoría sobre su improvisada contendiente, la demócrata Kamala Harris, quien se enfrentó al republicano ante la imposibilidad del expresidente Joe Biden —evidentemente disminuido física y mentalmente— de conseguir un segundo mandato, Trump evidenció, con su victoria, la alcahuetería de una prensa sesgada y venal que nos decía que el resultado final iba a ser ajustado. Nada de eso ocurrió: el magnate arrasó con la mediocre y fracasada vicepresidenta.
Una vez en el poder, Trump ha venido tomando medidas drásticas y necesarias para empezar a desmontar el andamiaje que las anteriores administraciones norteamericanas habían llevado a cabo y que, inevitablemente, venían conduciendo al debilitamiento de la primera potencia mundial. Una que representa el 26% del PBI mundial y que no tiene rival alguno en capacidad militar, esa que sirve de arma disuasiva contra quien sea. Su lema MAGA (Make America Great Again) viene resonando, y con fuerza, en el mundo.
Así, el débil gobierno del inepto y ridículo presidente colombiano, el guerrillero comunista Gustavo Petro, tuvo que ceder a los pocos minutos en su intento de no recibir a sus compatriotas deportados por ilegales por el gobierno norteamericano. Otro tanto ocurrió con sus dos vecinos: Canadá, del progre Justin Trudeau, y México, de la izquierdista Claudia Sheinbaum, quienes, ante un amago de Trump de imponerles aranceles a sus productos, terminaron por alinearse con la administración republicana y reforzaron sus fronteras para impedir que las hordas de ilegales invadan suelo norteamericano.
Sin embargo, la decisión de elegir al senador conservador —de origen hispano— Marco Rubio como secretario de Estado y a cargo de la controvertida USAID (la agencia del gobierno estadounidense que repartía dinero a raudales a todo tipo de organizaciones públicas y privadas), conjuntamente con la salida de la parasitaria OMS y del Consejo de DD. HH. de la ONU, ha demostrado que Trump no se anda con juegos o medias tintas. Su lucha frontal y directa contra el progresismo y la nefanda agenda 2030 será, al parecer, su caballo de batalla.
Falta saber cómo actuará en el frente europeo y en el Medio Oriente. . Los contribuyentes norteamericanos no tienen por qué soportar que la costra burocrática de los organismos internacionales, incluidas las ONG, viva a sus expensas, ni mucho menos que se financien políticas que nada tienen que ver con el desarrollo de su país.