La locura se impone sobre la razón. Romper este círculo de violencia y destrucción es un desafío internacional. No hay reglas para el terrorismo, solo sanciones tardías.
El todo vale se impone y poco o nada se puede hacer cuando las víctimas del terrorismo de guerra son las poblaciones civiles desprotegidas. La ONU ya tiene pruebas de los crímenes de guerra perpetrados por ambos bandos. Nosotros también, sin investigación y sin ir al lugar de las masacres, vemos a las víctimas, ancianos y niños sufriendo.
La evacuación ordenada por Israel, de los habitantes del norte de Gaza, es inmisericorde y el bloqueo de suministros básicos, electricidad, agua, alimentos, a los civiles, es siniestro. Las reglas para los conflictos armados no se cumplen. La Carta de la ONU prohíbe las guerras de agresión, pero acepta el derecho a defenderse y entre ambas nociones hay un gran espacio donde se instala el crimen.
Los Convenios de Ginebra, post Segunda Guerra Mundial, yacen olvidados, junto a las convenciones que establecen que civiles, heridos y prisioneros deben ser tratados humanamente en tiempo de guerra. No caben explicaciones ni justificaciones, no hay tiempo para eso. Cada minuto cuesta en vidas cuando se bombardean casas, escuelas, hospitales. No son objetivos militares, son objetivos del terrorismo instalado en ambos bandos, lejos de la ley, de la racionalidad, de la proporcionalidad y del enfoque humanitario. La locura se impone sobre la razón. Romper este círculo de violencia y destrucción es un desafío internacional. No hay reglas para el terrorismo, solo sanciones tardías.