OPINIÓN/ La amnistía y el verdadero enemigo del Perú
Escribe: Julio César Valdez Pomareda

Tnte. Gral. FAP
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La ley de amnistía es un paso necesario, valiente y elemental, pero insuficiente. Sin una reforma profunda del sistema judicial y sin la recuperación de la soberanía frente a organismos internacionales seguirá siendo un gesto simbólico
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La ley de amnistía para nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional acaba de promulgarse, pero lo que vino después era tan predecible como el amanecer, la izquierda comunista y el poder caviar salieron a gritar “inconstitucionalidad” y a victimizarse ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). No hay sorpresa alguna, lo advertimos; una ley, por justa que sea se convierte en papel mojado mientras el sistema de justicia siga secuestrado por intereses ideológicos; y en tanto el Perú continúe sometido a tribunales internacionales que no representan a nuestra nación sino a una agenda política continental, no existirá jamás una real, verdadera, e imparcial justicia.
Este escenario no sorprende, ya estaba escrito que la sola promulgación de una ley no sería suficiente para solucionar un problema que es, en esencia, estructural.

El cáncer caviar en la justicia peruana
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El Ministerio Público y el Poder Judicial no cumplen hoy la misión para la que fueron creados. Están convertidos en trincheras ideológicas, refugios de burócratas que responden más a ONG’S extranjeras y al progresismo militante que al pueblo peruano.
Esa es la verdad incómoda, y es por eso que toda medida que favorezca a nuestras Fuerzas Armadas será torpedeada desde adentro, los caviares han hecho de la “justicia” un arma de persecución política, no un instrumento de equidad.
Estos grupos, que actúan como una élite ideológica antes que, como verdaderos guardianes de la justicia, utilizan su poder para perseguir selectivamente a quienes no comparten su visión política, y al mismo tiempo garantizar impunidad para quienes sí comulgan con su agenda.
En este contexto, la amnistía se convierte en letra muerta. No importa cuánto respaldo tenga en el Congreso o en la sociedad, mientras los jueces y fiscales respondan a intereses políticos antes que a la ley, cualquier medida de alivio legal será atacada, bloqueada o desnaturalizada.
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La CIDH: Juez parcial y enemigo declarado
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Encima, tenemos a la CIDH, un organismo que se ha vuelto un obstáculo permanente para nuestra soberanía. Nunca los hemos visto defender con el mismo ahínco a las víctimas del terrorismo; siempre, en cambio, se alinean con los discursos que pintan a los terroristas como “jóvenes idealistas” y a los militares como “criminales de guerra”. Es el mundo al revés. Mantenernos dentro del Pacto de San José es, en la práctica, ceder nuestra justicia a una corte que no rinde cuentas al Perú y que, por el contrario, trabaja para debilitarlo.
El Perú, como signatario del Pacto de San José y sujeto a la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se ve condicionado por un organismo que sistemáticamente se ha alineado con el discurso de las ONG’S progresistas.
En los últimos años, la CIDH ha demostrado que sus decisiones no responden a criterios de imparcialidad jurídica, sino a una agenda política que refuerza la narrativa de izquierda en América Latina.
Por ello, mientras el Perú siga atado a este sistema supranacional, cualquier norma de amnistía será cuestionada, y la soberanía de nuestras instituciones se verá permanentemente recortada.
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Lo que de verdad necesitamos: refundación y soberanía
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Promulgar leyes no basta. El problema de fondo es la estructura misma de nuestro sistema de justicia y su sumisión a intereses ideológicos. No basta con amnistías, no basta con buenas intenciones; la solución, aunque drástica, es clara y urgente:
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Una refundación total del Ministerio Público y el Poder Judicial. Hay que desmontar el aparato caviar, limpiar de raíz la podredumbre ideológica y reconstruir un sistema donde el juez y el fiscal sirvan a la ley y al país, no a su ideología ni a ONG’S extranjeras.
No se trata de simples cambios cosméticos o de reemplazar algunos funcionarios, sino de desmontar los cimientos del aparato caviar que hoy controla las decisiones más importantes. Una justicia que no es imparcial es peor que la ausencia de justicia.
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Salir del Pacto de San José. Mientras sigamos atados a esa camisa de fuerza la justicia peruana seguirá intervenida desde fuera. La defensa de nuestros soldados y policías que dieron la vida en la guerra contra el terrorismo jamás será posible bajo la tutela de quienes jamás pisaron un campo de batalla, pero sí dictan desde un escritorio en Washington cómo debe vivir el Perú.
Mientras el Perú siga bajo la tutela de la CIDH, cualquier intento de legislar en defensa de sus Fuerzas Armadas o de su soberanía estará condenado a la nulidad. Recuperar la autonomía en materia de derechos humanos no significa renunciar a la defensa de la dignidad humana, sino evitar que organismos politizados dicten cómo debe gobernarse un país soberano.
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Un acto de justicia, no de impunidad
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Lamentablemente en el texto de la ley de los DDHH, solo se considera la defensa de los derechos de las personas «agredidas» por las fuerzas del orden (FFAA y PNP) del pais y no de la agresión que estas sufren en manos de terroristas y delincuentes, habiendo un vacío legal que es principal instrumento que utilizan estos falsos defensores.
Será necesario corregir e incluir en la citada norma estos considerandos desde el génesis de la norma, en la comision de DDHH de la ONU y que los paises integrantes incluyan tambien en sus propias normas legales la citada correción, sin ella estaremos arando en el mar, es necesario dotar de estas herramientas judídicas al Poder Judicial y el Ministerio Público junto con otras instituciones judiciales para poder defender a las personas derechas, llamensen policia y FFAA, de las atrocidades que reciben, sin descuidar que estas, si cometen abusos sean tambien juzgadas con todo el peso de la Ley.