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OPINIÓN/ Rusia: De potencia cercada a garante de la paz europea

Escribe: Ricardo Sánchez Serra*

 

Está documentado que el movimiento del Maidán recibió más de cinco mil millones de dólares en financiamiento externo, en una operación que contradijo no solo la promesa de no expansión militar, sino también el espíritu del acuerdo de Budapest

 

Mientras buena parte de los medios occidentales insiste en una narrativa reduccionista que presenta a Rusia como agresor, los hechos históricos y geopolíticos revelan una realidad más compleja: Rusia ha sido objeto de una agresión prolongada, encubierta y estratégica por parte de Occidente. Y hoy, lejos de ser un paria, emerge como un actor decisivo en la reconfiguración del equilibrio de seguridad en Europa.

El contexto que se prefiere ignorar

Desde la caída del Muro de Berlín, la OTAN prometió no expandirse hacia el Este. Sin embargo, esa promesa fue sistemáticamente violada, acercando sus bases militares a las fronteras rusas en una provocación constante que rompió el equilibrio estratégico. En 1994, el Memorándum de Budapest -firmado por Estados Unidos, Reino Unido y Rusia- ofrecía garantías de seguridad a Ucrania a cambio de la entrega de su arsenal nuclear, incluyendo el compromiso de no intervenir en sus asuntos internos ni amenazar su soberanía.

Esa cláusula fue vulnerada cuando, en 2014, el presidente legítimo Víktor Yanukóvich, considerado prorruso- fue derrocado mediante un golpe de Estado apoyado por Occidente, instalando un régimen abiertamente hostil a Moscú. Está documentado que el movimiento del Maidán recibió más de cinco mil millones de dólares en financiamiento externo, en una operación que contradijo no solo la promesa de no expansión militar, sino también el espíritu del acuerdo de Budapest, que buscaba preservar la estabilidad en la Europa postsoviética.

Lo que siguió fue una campaña de represión en el Dombás, donde más de 14 mil civiles ucranianos rusoparlantes fueron asesinados entre 2014 y 2022, sin que Occidente emitiera una sola condena. Como advirtió el internacionalista ruso Sergei Karaganov: “La geopolítica no se trata de moralidad, sino de intereses. Y Rusia, como potencia euroasiática, defiende los suyos con una lógica que Occidente se niega a entender.”

No hay que olvidar que la excanciller alemana Ángela Merkel reconoció que los Acuerdos de Minsk fueron utilizados para “ganar tiempo” y permitir el rearme de Ucrania

Los acuerdos de Minsk I (2014) y Minsk II (2015), firmados bajo el auspicio de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, establecían un marco para la paz en el Dombás. Ucrania se comprometía a otorgar autonomía a las regiones de Donetsk y Lugansk, cesar el fuego y retirar armamento pesado. Sin embargo, Kiev incumplió sistemáticamente estos compromisos, negándose a implementar la autonomía pactada y continuando las operaciones militares.

Este incumplimiento, según el derecho internacional, constituye un casus belli: una violación grave de tratados multilaterales que justifica la respuesta armada del Estado afectado. Rusia, al ver agotadas las vías diplomáticas, actuó conforme a su derecho de legítima defensa de las poblaciones rusoparlantes. No hay que olvidar que la excanciller alemana Ángela Merkel reconoció que los Acuerdos de Minsk fueron utilizados para “ganar tiempo” y permitir el rearme de Ucrania.

 

Como señaló el presidente Donald Trump: “¿Cómo puede Ucrania agredir a un país 20 veces más grande que el suyo?”

 

El 24 de febrero de 2022, Rusia lanzó su operación militar especial. No fue una intervención gratuita, sino una reacción ante años de agresión, incumplimientos diplomáticos y crímenes contra la población del Dombás. Como señaló el presidente Donald Trump: “¿Cómo puede Ucrania agredir a un país 20 veces más grande que el suyo?” Su advertencia a Zelenski fue clara: “Negocie ahora, porque después no tendrá país que negociar.”

En abril de 2022, Ucrania propuso a Rusia un acuerdo de paz que incluía la renuncia a ingresar a la OTAN, la neutralidad permanente y la prohibición de armas nucleares. Moscú respondió positivamente, proponiendo garantías multilaterales con participación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, además de Alemania y Turquía. Sin embargo, estas negociaciones fueron interrumpidas abruptamente tras presiones externas (recuérdese el viaje del premier británico Boris Johnson a Kiev).

Según el canciller ruso Serguéi Lavrov, “todas las iniciativas del presidente Putin fueron rechazadas antes del inicio de la operación militar especial”, lo que llevó a Moscú a concluir que la vía diplomática había sido saboteada. En paralelo, líderes europeos y estadounidenses intensificaron el suministro de armas a Kiev, lo que Rusia interpretó como una escalada incompatible con cualquier alto el fuego.

Incluso en 2025, tras la cumbre de Alaska entre el presidente Donald Trump y su homólogo ruso Vladímir Putin -que fue muy importante para la paz mundial-, se celebró en Washington una reunión clave entre Trump y Volodímir Zelenski, acompañados por varios líderes europeos, entre ellos Macron, Meloni, Starmer, Merz, Stubb, von der Leyen y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Aunque se habló de una posible cumbre trilateral, Zelenski no fue invitado al encuentro directo entre Trump y Putin, lo que evidenció una fractura diplomática.

El presidente estadounidense se mostró receptivo a la postura rusa de negociar sin condiciones previas de cese al fuego, priorizando un acuerdo de paz integral. En ese marco, la propuesta de paz de Estambul -que incluía neutralidad ucraniana y concesiones territoriales- fue desestimada por Kiev como una “rendición encubierta”, mientras Moscú la consideraba una base viable para el diálogo.

La historia juzgará con severidad a quienes prolongaron el conflicto por intereses ajenos al pueblo ucraniano

 

Cabe anotar que, el mandato constitucional de Volodímir Zelenski expiró en mayo de 2024. Según la Constitución ucraniana, en ausencia de elecciones, el presidente del Parlamento debería asumir el cargo. La ley marcial no puede estar por encima de la Carta Magna. Por tanto, cualquier negociación encabezada por Zelenski carece de legitimidad jurídica. Rusia lo sabe, y por eso exige interlocutores válidos. Lavrov ha señalado que ve a Zelenski como un presidente de facto.

Cabe anotar que miembros del batallón neonazi Azov han amenazado a Zelenski si cede territorio, lo que revela la fractura interna del poder ucraniano.

Rusia ha mostrado disposición a negociar, pero exige garantías reales, no promesas vacías. Ucrania, debilitada militarmente, económicamente colapsada y políticamente fracturada y con corrupción generalizada, no está en condiciones de imponer condiciones. Zelenski, aferrado al poder, se niega a aceptar la realidad: su país necesita paz, no más armas.

Una capitulación no es sinónimo de derrota. Finlandia, tras su guerra con la Unión Soviética, supo preservar su soberanía mediante una paz negociada que le permitió prosperar sin renunciar a su identidad. Ucrania podría aprender de ese ejemplo.

Y si Kiev no logra articular una salida viable, será Estados Unidos quien deba asumir el rol negociador, como lo hizo en la Guerra de Corea, firmando la paz en nombre de su aliado. La historia ofrece precedentes: lo que hoy parece impensable, mañana puede ser inevitable.

Henry Kissinger, con su habitual lucidez estratégica, lo anticipó: “Cuando termine, la cuestión será si Rusia logra una relación coherente con Europa -que siempre ha buscado- o si se convertirá en un puesto avanzado de Asia en la frontera de Europa.” Y en otra reflexión que cobra vigencia hoy: “La legitimidad en política internacional no significa justicia, sino un acuerdo sobre lo que es viable.”

Rusia no solo está ganando la guerra en el terreno, sino también en el plano moral. Ha resistido el cerco occidental, ha respondido con firmeza a la agresión, y hoy se posiciona como garante de un nuevo orden multipolar. La historia juzgará con severidad a quienes prolongaron el conflicto por intereses ajenos al pueblo ucraniano.


*Premio Mundial de Periodismo “Visión Honesta 2023”


 

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