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UN HOMBRE ILUSTRADO

Escribe: Aníbal Quiroga León (*)

 

Domingo recibe sus 80 años de vida con plena vitalidad, energía y lucidez. Por ello, sus discípulos -y a la vez amigos transgeneracionales- esperamos que tenga otros tantos años más por delante con igual salud y vitalidad, continuando con esta consolidación de nuestra Academia Peruana de Derecho Constitucional

 

Alguna vez escribí una nota sobre un antiguo y querido profesor llamándole Un hombre bueno; no porque, además de bondadoso, no sea ilustrado y un gran jurista, sino porque esa era considerada su característica principal.

En el caso de Domingo García Belaunde, que ya ha cumplido 80 años de fructífera vida, la primera expresión que se me viene a la mente, es la del hombre ilustrado, no porque no sea bondadoso ni generoso, que lo es, y un caballero, sino porque es lo que más salta a la vista. Versación jurídica, sapiencia constitucional y una aguda inteligencia.

Termina siendo una costumbre casi pasada de modo, hoy en día, respetar y recordar con gratitud a quienes han sido nuestros antiguos profesores, estimarlos, considerarlos y darles su lugar preferente; tal parece que eso ya no está de moda. Considero muy importante tener presente quiénes nos han precedido en la formación -en este caso en la jurídica y constitucional-, quienes han sido y son nuestros referentes.

Conocí a Domingo en 1980, hace más de 40 años, cuando estaba acabando mis estudios en la Facultad de Derecho de la PUCP, ya que fue mi profesor en un curso entonces llamado “Garantías Constitucionales” como una especialidad del Derecho Constitucional, en que fundamentalmente se estudiaba el hábeas corpus y, prematuramente, el nuevo concepto del amparo que se estaba incorporando en la Carta del ’79.

Es que, por esas casualidades de la vida, mi último año de la carrera había coincidido con el final del curso de mi último año de Derecho, se había terminado de redactar por la Asamblea del Constituyente la nueva Constitución, la cual entró en vigencia en julio del ‘80, cuando justamente terminaba mis estudios. A partir de ello, me quedó una importante impronta y, por eso, cuando tuvimos que hacer un trabajo de investigación –de los primeros que se hacían cuando se terminaba la carrera– tuve la iniciativa de hacerlo sobre el novísimo e inédito Tribunal de Garantías Constitucionales que, como aporte inédito, traía la nueva Carta del ’79.

Para ello, le pedí formalmente una cita al Profesor García Belaúnde, quien prestamente me recibió en el Estudio que compartía con Antero Flórez Araoz en el Centro de Lima de entonces. Al principio me preguntó intrigado por qué, siendo estudiante de derecho de la Facultad, habiendo otras tantas especialidades, me interesaba tanto un aspecto que en ese momento era considerado marginal, accesorio, desconocido. Ante lo cual le expliqué mis razones, mis motivaciones, que ciertamente recibió con gran amabilidad y comprensión. Como contra respuesta, me dio una explicación muy grande y, además, me indicó una bibliografía que fue muy importante para empezar a conocer de verdad la esencia del Derecho Procesal Constitucional.

Desde entonces, y al retorno de mis estudios del postgrado, Domingo siempre estuvo siempre cerca aconsejándome, acompañándome y alentando mi formación en el Derecho Procesal Constitucional, ya que propiamente yo no era un especialista en Derecho Constitucional, era un más bien un joven procesalista aficionado al Derecho Procesal Constitucional, alentado en la distancia por los Profesores españoles Jesús Gonzáles Pérez y Enrique Alonso García a quienes había conocido y de quienes recibí grandes enseñanzas en el doctorado de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, al igual que al maestro mexicano Héctor Fix-Zamudio desde el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Como prueba de ello, pronta y pioneramente editamos en los años ‘90, juntos un libro titulado “Sobre La Jurisdicción Constitucional, en el Fondo Editorial de la PUCP que, de alguna manera, mal que pese, fue un libro pionero en la materia y contenía mi primer ensayo sobre el esquema de la justicia constitucional en el Perú redibujado por la Carta de 1979.

Domingo, a lo largo de todos estos años, ha sido un prolífico profesor; prolífico autor de libros, ensayos y ponencias; prolífico participante en una serie de eventos internacionales, en los que nos ha representado muy bien; fundador e impulsor de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional y, además, miembro nato del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, adonde nos ha llevado a varios de los que ha considerado y considera sus discípulos. Su generosidad en ello es ampliamente conocida y valorada por todos sin excepción.

Hoy cumple 80 años y, si miramos hacia atrás, ha sido ciertamente pionero en la formación moderna del Derecho Constitucional y del Derecho Procesal Constitucional. Por ello es que, a pesar de haber desarrollado su práctica constitucional en una época que había en el Perú un régimen militar producto de un Golpe de Estado, que entre una y otra fase duró casi 12 años, fue una especie de arado en el desierto, que, sin embargo, con el tiempo, la tenacidad y el esfuerzo ha visto fructífera su obra educativa y formativa, pues fue uno de los redactores del Código Procesal Constitucional (2004).

Es por ello mismo que tuve la suerte de acompañarlo en la Comisión del MINJUS (2016) para la propuesta de algunas modificaciones después de casi 10 años de su vigencia. Compartimos vivencias, conceptos, discrepancias y aportes muy fructíferos. De esta manera, no solamente la cercanía intelectual y académica, y a veces crítica (que el mismo alentaba con ese talante profundamente democrático que lo caracteriza) con Domingo ha sido permanente y sumamente provechosa para mí, sino que, además, su amistad ha sido muy generosa. Una amistad comprobada en muchos momentos y maneras, a prueba de fuego, y que además nos ha llevado adelante en algunas propuestas profesionales.

Domingo recibe sus 80 años de vida con plena vitalidad, energía y lucidez. Por ello, sus discípulos -y a la vez amigos transgeneracionales- esperamos que tenga otros tantos años más por delante con igual salud y vitalidad, continuando con esta consolidación de nuestra Academia Peruana de Derecho Constitucional y en la escuela del Derecho Procesal Constitucional, de las que hoy es indiscutiblemente la máxima autoridad referente, y cuyo ejemplo permanecerá marcando la pauta para continuar por el sendero que nos ha indicado con su muy fructífera historia de vida.

¡Larga vida para Domingo! Los mejores deseos y los mejores deseos de un discípulo agradecido que cree haber sabido aprovechar todas las enseñanzas de vida y académicas que nos ha brindado siempre con tanta generosidad.

(*) Decano de la Facultad de Derecho y Humanidades de la UCV. Profesor Principal PUCP. Jurista.

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