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CASTILLO: UN TIRO POR LA CULATA

Por Luis Gonzales Posada.

 

No tengo la menor duda que militares y policías, activos y retirados, en todos sus grados y cargos jerárquicos, incluyendo los edecanes de servicio, repudian al régimen de Castillo.

Lo hacen por consideraciones ideológicas –y deontológicas– debido a que personajes de su régimen están vinculados al MOVADEF, brazo legal de Sendero Luminoso, así como al CONARE, gremio magisterial liderado por el propio mandatario chotano.

Más aún, algunos ministros, parlamentarios y altos funcionarios se encuentran fichados en la Dirección Contra el Terrorismo (DIRCOTE) por participar en actos de violencia o por apología de la subversión. No menos deplorable es, en este contexto, observar imágenes televisivas de un furibundo profesor Castillo, puño izquierdo en alto, rostro fiero, entonando cánticos extremistas, al igual que algunos camaradas, que más adelante integrarían su gabinete ministerial o el Parlamento.

No olvidemos que nuestros efectivos enfrentaron y derrotaron a la subversión, con admirable valor, a costa de sus propias vidas. ¿Sabrán Castillo, Cerrón o Bermejo que en dos décadas trágicas fallecieron en combate o fueron asesinados 2,496 militares y policías; 3,139 efectivos quedaron heridos y 1,406 discapacitados?

¿Conocerán que 1,300 autoridades y 1,500 integrantes de los Comités de Autodefensa resultaron asesinados por esas hordas criminales, al igual que 1,400 militantes apristas? O de otro lado, ¿acaso Castillo piensa que los uniformados olvidan que arbitrariamente pasó al retiro a los comandantes generales del Ejército y de la Fuerza Aérea por rechazar ascensos ilegales, que él propuso a través del entonces secretario de la presidencia, Bruno Pacheco?

Pretender, por ello, contar con apoyo de los uniformados es descocado.

Pero el gobierno no lo cree así y en una burda maniobra política, se dice que urdida por Vladimir Cerrón, desde Huancayo llegaron a Palacio unos 200 reservistas para entrevistarse con Castillo, quien ofreció beneficios económicos y por ello fue ovacionado. Pero cuatro días después centenares de soldados se movilizaron por las calles de Lima para repudiar a Castillo y al terrorismo; como se dice, el tiro les salió por la culata.

Lo recuerdo ahora que se habla de otorgar a los licenciados estatus de Defensores de la Democracia. Me parece muy bien. Soy autor de la Ley 29031 que creó esa figura para honrar a todos los que lucharon contra el terrorismo. Sin embargo, poco se ha avanzado. En ese contexto dejamos listo un proyecto para construir un centro de rehabilitación para discapacitados, dotado de los equipos más modernos del hemisferio. Sin embargo, Humala enterró la iniciativa por provenir del APRA.

Ahora, empero, sigue siendo indispensable su construcción, así como de un moderno Hospital Militar que supla la carencias del actual, de 68 años de antigüedad.

Y si se pretenden hacer algo más por nuestros soldados deberían aumentarles las miseras propinas que reciben de 276 soles mensuales y que deberían elevarse mil cincuenta soles que es el salario mínimo vital.

Hay, sin duda, mucho por hacer en favor de quienes enfrentaron al terrorismo y la delincuencia.

Un consejo final al profesor Castillo: no juegue con fuego, no intente manipular políticamente a los combatientes, porque podría salir chamusqueado y nunca olvide que los uniformados no lo quieren por las consideraciones antes expuestas.

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