Decía Anatole France que “nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas”; a partir de esta frase podemos destacar el valor intrínseco de este intangible que no se puede ver, medir, palpar o cuantificar pero que siempre tiene un efecto positivo porque influye con el mismo signo, es decir, suma tanto en nuestras decisiones como en el comportamiento que adoptamos frente a la vida.
Una visión positiva, un buen deseo, una bienaventuranza, una ilusión, un ideal, un sueño son actos impregnados de esperanza que cultivan las personas que han decidido mantener una actitud proactiva frente a cualquier circunstancia; el albergar un sueño no significa que por esta simple elección estemos libres de problemas, conflictos y dificultades, sería una ingenuidad; pero, lo que sí demuestra es que hemos decidido tomar control de nuestra vida con optimismo, convencidos que somos capaces de afectar la realidad y fluir armoniosamente con las ondas insospechadas e imprevisibles del destino, tratando de aprovecharlas a nuestro favor.
Una actitud positiva nos da la oportunidad de interpretar la vida como lecciones que de alguna manera nos forman y edifican; nos permite también, ver lo mejor de las personas con las que interactuamos, independientemente de que nos sean afines o no; refuerza nuestra capacidad de aceptación y tolerancia permitiéndonos salir beneficiados de cualquier discrepancia y enriquecidos a pesar de cualquier divergencia.
La esperanza, según la definición de la RAE es “un estado de ánimo que nos presenta como posible lo que deseamos”; esa predisposición voluntaria nos permite ver el mundo con optimismo, enfocando nuestra atención en los destellos de luz del saber, del aprendizaje, del altruismo, del amor incondicional, del desprendimiento, del desapego, de la tolerancia, de la plenitud y de la trascendencia, entre otros.
El valor de la esperanza se manifiesta tanto en el campo de la acción, la planificación y la gestión que siempre aspira plasmar el ideal del futuro deseado en hechos concretos; como en la esfera profunda de la meditación y la oración, donde intuitivamente buscamos armonizar las intenciones superiores con las aspiraciones terrenas de la energía abstracta. Tanto la mejora continua como el equilibrio energético se fortalecerán si damos y recibimos mensajes de esperanza.
Prepárate para lo peor, pero siempre espera lo mejor; nuestros pensamientos e intenciones atraen, conspiran, predisponen, facilitan nuestras acciones, de la misma manera como pueden bloquearlas o abortarlas; somos co-creadores de la realidad, la misma que emerge con la interpretación de los hechos, las creencias que abrigamos, los sentimientos y deseos que sostenemos, los ideales que imaginamos.
En el mundo de las expectativas, al que pertenece la esperanza, como en la vida misma, es recomendable mantener el equilibrio; no es favorable el exagerado optimismo ilusorio que puede provocar decepción, como tampoco lo es el coquetear con el pesimismo que suele disfrazarse de realismo para abrir las puertas del negativismo, el derrotismo e incluso la depresión.
Si somos esencialmente energía en transformación y evolución, si queremos hacer consciente las ondas que indefectiblemente emitimos; entonces, vibremos alto, cultivemos la actitud positiva, las intenciones puras, las palabras edificantes, los pensamientos elevados, un saludo, un halago, un reconocimiento que destaque la presencia del prójimo, un consejo que alimente un sueño, una visión positiva de la vida a pesar de cualquier dificultad, son acciones que no cuestan, son reacciones espontáneas de aliento que bien pueden diseminar la semilla virtuosa de la esperanza.
El valor de la esperanza no es físico ni material, es simplemente depositar nuestra confianza en que siempre tendremos la oportunidad de alentar un mejor mañana, un nuevo amanecer, un completo despertar, para decirlo poéticamente en palabras de Khalil Gibran: “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”, entonces siempre vive con optimismo, avanza con alegría y cultiva la esperanza, porque lo mejor para ti, está por venir.